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- 19/02/2011 01:00
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PANAMÁ. En algún momento de la vida, se tienen una o varias fantasías sexuales independientemente si se es hombre o mujer, porque existe una curiosidad por experimentar otras formas de practicar el acto sexual.
Pero a veces en la relación no son ambos los que sueñan o fantasean con ver a la pareja haciendo cosas que probablemente nunca habían hecho y mientras a algunos provoca rechazo, a otros la novedad o el cambio les ofrece una relación más llevadera.
Pero, ¿sabía usted que este tipo de fantasías tiene un nombre que va más allá de lo sexual? No fue hasta el siglo XIX cuando Karl Marx usó el término ‘fetichismo’ para describir a la mercancía como uno de los componentes más importantes del capitalismo.
Después le siguió Sigmund Freud y luego Alfred Binett, quienes llegaron a la conclusión de que el fetichismo es un tipo de parafilia; es decir, un tipo de trastorno sexual, junto con otras como el voyeurismo, el exhibicionismo, el masoquismo o el sadismo.
Según el psicólogo Raúl Serrano, el estímulo sexual suele motivarse volcando los cinco sentidos hacia las partes del cuerpo, aunque a veces éstas son sustituidas por prendas u objetos, llegando a ser la única manera de obtener satisfacción. ‘Quien vive así su sexualidad es llamado fetichista’.
¿DESVIACIÓN O PERVERSIÓN?
Por su parte, el psicólogo Eliécer P. Rivera argumenta lo mismo señalando que el fetichismo como perversión o desviación sexual ‘está sujeto a una conducta obsesiva y prolongada en la que el objeto se convierte en la parte fundamental de las relaciones sexuales, hasta tal punto que no se produce satisfacción sexual si tal objeto no está presente y la pareja adquiere un papel secundario, únicamente relevante como portador de tal objeto’.
Este tipo de conducta casi siempre está más presente en el hombre que en la mujer, lo cual no quiere decir que ésta no los experimente. Para Rivera todo aquello que esté fuera del contexto de la sexualidad es considerado como perversión.
‘La existencia de las necesidades sexuales supone la presencia de un ‘instinto sexual’, que analógicamente, como se le llama hambre al instinto de nutrición, en lo relativo al sexo se llama líbido’, argumentó.
Sin embargo, según el Manual de diagnóstico de los trastornos mentales (DSM-IV), el fetichismo se encuentra dentro de la categoría de parafilias, ubicada a su vez dentro de la categorización mayor de ‘Trastornos sexuales y de la identidad sexual’.
El manual también indica que estas fantasías e impulsos sexuales provocan un malestar clínicamente significativo o un deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad del individuo.
LOS FETICHES
Entre los fetiches preferidos por los hombres podemos destacar las prendas íntimas femeninas, los zapatos de tacón alto, especialmente los rojos; las prendas de cuero, los guantes, etc. También suelen ser algunas partes del cuerpo como el cabello, las manos y especialmente los pies.
‘La atracción por estos elementos y su utilización como complemento de la mujer en las relaciones sexuales está muy extendida y es completamente normal, el problema es cuando estos objetos se convierten en el centro de la atracción sexual por sí mismos’, destacó Rivera.
¿CÓMO AFECTA EL FETICHISMO A LA PERSONA?
Las fantasías e impulsos sexuales propios de estas personas tienen un fuerte carácter obsesivo y por lo tanto producen en estos un malestar que les afecta en su personalidad, produciendo un deterioro en su vida social y laboral.
Obviamente, supone una dificultad para encontrar una pareja y, en caso de encontrarla, sería muy poco probable que esa relación se mantenga. Lo normal es que, tarde o temprano, el fetichista intente involucrar a su pareja con el objeto o los objetos de deseo, lo que en la mayoría de los casos producirá en ésta una sensación de incomodidad y rechazo.
El fetichista es, a menudo, una persona solitaria y vive con mucha reserva su comportamiento sexual, por lo que no es frecuente que acuda a un especialista para que estudie su problema. La pareja en este caso suele buscar ayuda.
Es muy importante que sepan que el fetichismo no es malo, siempre y cuando se haga con responsabilidad.