Una fecha olvidada

Actualizado
  • 03/10/2022 00:00
Creado
  • 03/10/2022 00:00
En un último gesto de patriotismo, el Presidente Florencio Harmodio Arosemena le quitó la mordaza a nuestro país, derogando el decreto por el cual la República de Panamá otorgaba a los Estados Unidos de América el control permanente y completo de las comunicaciones inalámbricas en el territorio panameño
Vista del Casco Antiguo de Panamá.

Corrían casi las siete de la noche del 21 de abril de 1923 cuando la Policía Nacional irrumpió en la residencia del señor Alberto Jesurun Lindo en los altos del almacén American Trade en lo que es hoy el Casco Antiguo de la cuidad con órdenes de registrar la propiedad y requisar un equipo de radio cuyas señales se presumía provenir de ese lugar. Había motivos para esa presunción pues el señor Lindo era Secretario del Panama Radio Club, pero la denuncia de la existencia en el lugar de un aparato receptor de radio no permitido había sido interpuesta por el Gobernador de la Zona del Canal y las autoridades panameñas debían cumplirla.

Tal acontecimiento, que pareciera haber sido sacado de una película, fue real e ilustra lo dramático de operar una radio en la República de Panamá en las primeras dos décadas de existencia de nuestra nación. Y cuando llegaron los años 30, las transmisiones de radio en América comenzaban a pasearse por el mundo entero con su mensaje de fe en el futuro y con el palpitar de sus pueblos. La bella música, la vida y las inquietudes de los hermanos del continente llegaban a Panamá. Especialmente de Cuba, Colombia, Ecuador, Argentina y México, cuyo programa "La Voz de la América Latina" se había inaugurado en 1924 y llegaba claro a nuestros ansiosos oídos.

Los oíamos con nostalgia de manera encubierta. Nostalgia de no poder hacer lo mismo. De no poder responder. De no poder contestar el saludo fraternal. De no poder transmitir nuestros tamboritos, nuestras mejoranas o la voz personal con nuestros saludos cordiales. En Panamá NO podía operarse ninguna clase de radio.

Corrían casi las siete de la noche del 21 de abril de 1923 cuando la Policía Nacional irrumpió en la residencia del señor Alberto Jesurun Lindo en los altos del almacén American Trade en lo que es hoy el Casco Antiguo de la cuidad con órdenes de registrar la propiedad y requisar un equipo de radio cuyas señales se presumía provenir de ese lugar. Había motivos para esa presunción pues el señor Lindo era Secretario del Panama Radio Club, pero la denuncia de la existencia en el lugar de un aparato receptor de radio no permitido había sido interpuesta por el Gobernador de la Zona del Canal y las autoridades panameñas debían cumplirla.

Tal acontecimiento, que pareciera haber sido sacado de una película, fue real e ilustra lo dramático de operar una radio en la República de Panamá en las primeras dos décadas de existencia de nuestra nación. Y cuando llegaron los años 30, las transmisiones de radio en América se regaban por el mundo entero ofreciendo mensajes de fe en el futuro y desplegando el palpitar de sus pueblos. La bella música, la vida y las inquietudes de los hermanos del continente llegaban a Panamá. Venían de Cuba, Colombia, Ecuador, Argentina y México, cuyos programas y la voz de su gente podían ser escuchadas claramente en nuestro país.

Pero los oíamos con nostalgia de manera encubierta. Nostalgia de no poder hacer lo mismo. De no poder contestar. De no poder expresar nuestro saludo fraternal. De no poder transmitir nuestra música o nuestra voz con saludos cordiales. En Panamá no se podía operar ninguna clase de radio.

¿Por qué se había condenado a Panamá? Se le achacaba a nuestra cercanía al Canal de Panamá. Se afirmaba que nuestras transmisiones interferirían con las instalaciones de radio del ejército norteamericano acantonado en la Zona del Canal. ¡A Panamá la habían amordazado! Ya comenzaba la tercera década de nuestra existencia y nuestro país enmudecía.

Pero, el 29 de diciembre de 1930, sin saber que el primer levantamiento armado en la historia de la República de Panamá terminaría a la fuerza su mandato, en un último gesto de patriotismo el Presidente Florencio Harmodio Arosemena le quitó la mordaza a nuestro país derogando el decreto por el cual la República de Panamá otorgaba a los Estados Unidos de América el control permanente y completo de las comunicaciones inalámbricas en el territorio panameño.

Comienzan a aparecer, entonces, los primeros aparatos radio-receptores en la lista oficial del movimiento de mercadería importada al país y en las vitrinas de los almacenes de la ciudad. Es el momento en que el ciudadano español Manuel Díaz Doce y el ingeniero electricista de origen cubano Ramón A. Gordils, realizan el primer intento por conseguir una autorización que le permitiera instalar una estación de radio en el país y en octubre de 1931 organizan la sociedad "Servicio Público de Radio, SA. Gordils y Cía.," la cual integran Manuel Díaz Doce, Ramón A. Gordils, Guilermo E. QuiJano, Juan Manuel Cabrera Filós y la señora Josefa de Filós y adquieren un transmisor de onda corta de 150 vatios, un amplificador de manufactura holandesa de 500 vatios y siete altoparlantes, con el propósito de instalar una planta radiodifusora en la ciudad capital. En solo un mes lograron obtener un permiso del Municipio de Panamá para operar dicho sistema de radiodifusión. Los altoparlantes fueron ubicados estratégicamente en algunos sitios públicos de la ciudad y conectados al amplificador principal instalado en el último piso del Edificio "La Pollera" en la Avenida Central, esquina con Calle 13 y bajada de Salsipuedes. El 20 de enero de 1932, con la colaboración de la Compañía Panameña de Fuerza y Luz que suministró la energía eléctrica y conectó cables sostenidos por los postes del alumbrado, los siete altoparlantes fueron colocados frente al viejo Club Unión; en el Parque de La Catedral, en el edificio de Correos y Telégrafo (hoy Museo del Canal); frente al Parque de Santa Ana, en el Edificio Panazone; en la esquina de la Avenida Central donde estaba el Banco Nacional; en la esquina de Calle "J" y Ave. Central; frente al Parque Lesseps, donde estaba situado el Cabaret Happyland y en la "Cuchilla" de Calidonia.

Quizás fue la intención de los señores Díaz Doce y Gordils instalar una emisora de radio conectada por cables al sistema de altoparlantes. Pero, todo apunta que lo que en realidad operó fue una estación propaladora consistente en un sistema de altoparlantes unidos a un estudio principal desde donde se emitían programas y música grabados y generados por cable hacia la red de altoparlantes, sin que mediara una señal de radio de forma tradicional. De todas formas, este servicio de difusión operó solo por poco más de un año y medio, ya que las actividades de difusión pública eran muy bulliciosas y estaban cargadas de discursos y mensajes políticos, sermones religiosos, música estridente y anuncios comerciales que muchas veces perturbaban la paz pública produciendo innumerables quejas; a tal punto que alcalde de la ciudad ordenó suspender el funcionamiento de este sistema propalador por lo molesto de su ruido y, el 26 de septiembre de 1933, los altoparlantes instalados en la ciudad fueron removidos de forma definitiva.

Durante ese tiempo, Don Gil BIas Tejeira en compañía del Profesor norteamericano Jack Sheppard hizo gestiones ante el Dr. Juan Demóstenes Arosemena, miembro del Gabinete del Dr. Harmodio Arias Madrid, para obtener una licencia para operar una radiodifusora, pero por presiones de las autoridades de la Zona del Canal el permiso les fue negado.

Aunque en marzo de 1934 tres caballeros panameños, Guillermo Endara Paniza, José de Lemus y Eduardo H. Sinclair, decidieron entrar en la lucha y fundar la Cía. Difusora Panameña, con el objeto de establecer una estación radio difusora experimental; ese mismo año en julio y agosto se les adelantó otra voz panameña: La Radio Experimental Tembleque que construyeron cuatro jóvenes entusiastas radio-experimentadores Emérito Núñez, Fernando Jolly, Félix Álvarez y Enrique Paniza, los cuales armaron y operaron una estación radiodifusora experimental que instalaron en una casa de madera propiedad de la hermana de Fernando Jolly, ubicada en la Calle Balboa, hoy calle Veraguas, cuyo transmisor emitía en la banda de 31 metros de onda corta y su antena estaba soportada por dos varitas de bambú. Como el rudimentario transmisor funcionaba sin cristal de onda y con ciertas dificultades, pues lo sostenían unos resortes montados sobre el piso de madera de la casa que lo hacían temblar cuando alguien caminaba cerca, a la estación se le conoció popularmente como “La voz del Tembleque”. Fue la primera estación radiodifusora de la República de Panamá; sin embargo, operaba clandestinamente ya que no tenía permiso ni licencia de ninguna clase. La Radio Tembleque se fue del aire pronto.

En septiembre de 1934, Don Guillermo Endara Paniza volvió a intentarlo. En compañía de Francisco Berrocal, Enrique Linares Jr. Eduardo Vallarino, Tomás Arias, Miguel Octavio Amado, Balbino García y José Lemus, fundó la Compañía "Radio Panamá S. A," con el fin de establecer y operar una estación de radio. Sin embargo, para entonces todavía el Gobierno Nacional no había establecido una política pública ni dictado regulación alguna respecto a la instalación u operación de estaciones inalámbricas en el país. Y es que, a pesar de que se había sido derogado el decreto que le daba a los Estados Unidos el Control sobre las radiocomunicaciones en nuestro territorio, el Departamento de la Marina de los Estados Unidos protestaba enfáticamente ante el Gobierno Nacional cualquiera intención por instalar y operar estaciones transmisoras en el país, fundándose en lo dispuesto en el Tratado de 1903 con respecto a la seguridad y a la defensa del Canal.

Desde su toma de posesión como presidente de Panamá el Dr. Harmodio Arias Madrid se había señalado su compromiso por revisar algunas de las cláusulas más lesivas del Tratado de 1903, especialmente lo referente a los impedimentos por parte del Departamento de la Marina de los Estados Unidos contra Panamá para la instalación y operación de estaciones inalámbricas. Y ya para la segunda mitad de 1934 existía en la República de Panamá una fuerte presión popular para que se dictara una regulación sobre estaciones radiodifusoras y estaciones de comunicación radiotelegráficas. Al respecto, el Secretario de Gobierno y Justicia de entonces, el ilustre Dr. Galileo Solís, manifestó: “Desde el punto de vista cultural, es decir, desde el punto de vista del avance de las nacionalidades modernas en el goce de las conquistas de la civilización y de la ciencia, la República de Panamá es la única Nación civilizada en el mundo que carece de estaciones radiodifusoras y esto es ya motivo de hondas críticas para nuestro país.” “Pero, indudablemente, todo tiene su límite y en este caso el límite para Panamá debe ser aquel en que aquella abstención comience a perjudicar el prestigio, y el desenvolvimiento cultural del país y a perjudicar notablemente intereses nacionales cuantiosos, a los cuales beneficiaria grandemente el establecimiento de aquellas estaciones.”

Bajo ese contexto, el 10 de septiembre de 1934 el Honorable Diputado por Darién, Don Pablo Othon, presentó un proyecto de Ley que autorizaba al Órgano Ejecutivo para conceder licencias de instalación de radiodifusoras en el país. Dicho proyecto fue aprobado en primer debate el día 12 del mismo mes. Fue enviado al estudio de una comisión integrada por los Honorables Diputados Julián Valdés, José D. Crespo y Reimundo Ortega Vieto quienes rindieron su informe favor el día 19. El proyecto fue aprobado en segundo debate el 27 de septiembre y en tercer debate el 2 de octubre de 1934. El 3 de octubre de 1934 fue sancionada la primera ley de radio en la República de Panamá.

Hoy es una maravillosa realidad la enorme cantidad de estaciones de radio que operan en nuestro país dedicadas a esta progresista industria, incluidas las estaciones de radioaficionados. Nuestra música y nuestras voces surcan todos los confines del mundo gracias al esfuerzo y el tesón de todos esos panameños que desde que nos colocaron una mordaza decidieron liberar al país de tan ignominiosa situación. Celebremos con júbilo, satisfacción y mucho orgullo este 3 de octubre, el Día del Radioaficionado Panameño, como una fecha inmemorable para la toda la radio panameña.

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