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La ética crítica como herramienta para pensar las democracias
- 09/07/2023 00:00
- 09/07/2023 00:00
Si la memoria no me traiciona, supe de la existencia de Juan José Bautista en 2018, en el marco de un Congreso de Filosofía organizado por el Departamento de Filosofía de la Universidad de Panamá. Era yo, por entonces, estudiante de segundo año de la especialización de Filosofía e Historia, parte del público que una tarde cualquiera se reunió en el Teatro Gladys Vidal del Municipio de Panamá, con el objetivo de escuchar la exposición magistral del filósofo y sociólogo boliviano.
No soy capaz, les confieso, de repetir su línea argumentativa. Lo que sí puedo decirles es que aquella exposición me deslumbró por la aparente facilidad con la que Bautista contó cómo empezaron sus inquietudes por entender el pensamiento desde “realidades no occidentales” y, más concretamente, desde el mundo andino amazónico del que se sentía parte.
Aquella tarde, además de conocer a la persona, supe de uno de sus libros. Se titula ¿Qué significa pensar desde América Latina?. Conseguirlo fue mi deseo siguiente. Una vez lo tuve, empecé a leerlo. De aquello han pasado algunos años. Sí, lo leo desde hace años. Primero a los saltos, para un ensayo monográfico de la licenciatura y, más recientemente, con la concentración que merece este texto de 285 páginas de contenido poscolonial, de la editorial Akal.
Bautista explica en la introducción del libro que éste nació como un ensayo para mostrar los puntos fuertes y centrales de la obra de Enrique Dussel, referente de la filosofía latinoamericana y, más concretamente, de la ética y filosofía de la liberación. El ensayo, publicado originalmente en 2005, tuvo como intención mostrar “cómo, cuando un pensador piensa de cara a la realidad que le tocó vivir, lo que surge es un pensamiento original, pero no porque se propusiera ser original, sino porque uno se propone pensar en serio y con rigor los problemas centrales que plantea la realidad o que existen en ella y que nos toca vivir a todos cotidianamente”.
¿Qué significa pensar desde América Latina? es, entonces, un libro que recorre el camino filosófico de Dussel, y lo hace de forma tan didáctica y detallada que se hace necesario volver y releer, subrayar y remarcar, regresar al capítulo anterior, hundirse en las notas a pie de página, consultar con frecuencia el diccionario, buscar referencias sobre los autores citados y, sobre todo, interrumpir la lectura para pensar y maravillarse ante las ideas que nos llevan, irremediablemente, a cuestionarnos lo que damos por dado.
Bautista dice —todavía estamos apenas en la introducción— que su interés por pensar desde las realidades no occidentales lo llevó de las ciencias sociales a la filosofía, y “en este proceso fuimos descubriendo poco a poco que el pensamiento europeo occidental fue, desde el principio, un pensamiento no solo situado, sino un pensamiento que se pensaba a sí mismo como cultura y civilización pero de espaldas a la realidad toda”. Dicho de otro modo, que el pensamiento moderno occidental —ese que se enseña en las escuelas y universidades, heredero de la Grecia Antigua— es en realidad un pensamiento provinciano con pretensiones de universalidad, que se entiende superior a costa de negar a los demás, sus saberes y cultura: grupos originarios, sociedades latinoamericanas, negras y orientales.
“Así llegábamos a la conclusión”, prosigue Bautista, “de que la racionalidad moderna es, por constitución, no sólo dominadora y racista, sino colonizadora”, y que en ese proceso de negación y dominación —siguiendo a Dussel y a otros autores— entraban en un terreno ético que era necesario analizar, por cuanto se traducía en la negación y dominación del Otro, de los Otros, entendidos éstos como aquellas personas o grupos humanos que no se ajustan a las formas de ser y pensar occidentales.
La primera parte del libro de Bautista se titula “El pensar”. Ésta, a su vez, se divide en tres apartados, y aquí nos referiremos sólo al primero, titulado “El desarrollo de la Ética de la Liberación. Hacia la fundamentación de un pensamiento crítico transmoderno”.
Digamos que hasta aquí es bastante obvio que Bautista tenía una posición muy crítica (el verbo está en pasado porque, lamentablemente, falleció en 2021) frente a los cientistas sociales y filósofos europeos y norteamericanos (en tanto representantes del pensamiento racista y colonizador), pero su crítica era aún más acérrima cuando se refería a los pensadores latinoamericanos que hacen ciencia y filosofía “de espaldas a la realidad nuestra (...) porque leen o parten de puros autores euro-norteamericanos y así problematizan solamente los problemas que esos autores o teorías contienen”.
Dussel, en cambio, argentino nacionalizado mexicano, es un vivo ejemplo, dice el autor, de lo que significa pensar desde América Latina. ¿Por qué? Porque Dussel, una vez que hace un viaje a Europa y a Oriente Medio, y luego de leer un texto de Leopoldo Zea titulado “América en la historia”, se descubre latinoamericano y descubre, también, que Latinoamérica no está incluida ni concebida dentro de la historia universal.
A partir de allí comienza a elaborar su pensamiento y surgen conceptos como el “no-ser”, la alteridad, el Otro, para referirse a los grupos históricamente negados por la filosofía moderna occidental y, por tanto, en la cotidianidad de nuestras existencias. Precisamente esta es la idea que maneja la historiadora Marixa Lasso en su libro Historias perdidas del Canal de Panamá, cuando cuenta cómo Estados Unidos nativizó, tropicalizó y desdeñó la modernidad istmeña, desde su experiencia en la política republicana hasta la manera de practicar la agricultura y su participación en el comercio mundial. Dicho corto, lo que hizo Estados Unidos fue aplicar la filosofía dominadora, racista y colonizadora sobre los habitantes del istmo, negándoles incluso el derecho a continuar viviendo en la ruta transístmica.
Como es imposible que en un texto de este tipo me explaye en más detalles sobre el análisis que realiza Bautista del pensamiento de Dussel, intentaré ir al punto que quiero resaltar: la filosofía, política y ética de la liberación es un posicionamiento crítico frente a la modernidad, porque, entre otras cosas, excluye al Otro. Teniendo esto presente, paso a la idea más fascinante que encontré en este primer apartado del libro: la del ejercicio del poder.
“Dialogando con Baruch Espinosa, Dussel descubre que la noción de poder depende de la constitución de dos conceptos que definen el poder: el poder como potentia y el poder como potestas. La potentia, como voluntad colectiva o popular (...) sería aquello que constituye el contenido de quien va a ejercer ese poder que en primera instancia era y es potentia. Una vez dado el poder, entonces esta potentia es delegada, cedida o traspasada, para que alguien o un grupo la ejerzan en cuanto potestas, de acuerdo a la voluntad de la potentia, o sea, el pueblo”.
El problema surge cuando ese alguien o ese grupo que toma la potestas delegada por el pueblo la convierte en dominio en contra de quienes, colectivamente, se la cedieron. Cuando eso ocurre, apunta Bautista, siguiendo el hilo de Dussel: “podemos decir que no existe fácticamente un Estado democrático en cuanto tal, sino que todas las llamadas naciones o Estados democráticos son sólo Estados con procesos democráticos, en el interior de los cuales se están dando procesos políticos con pretensión democrática que jamás se cumplen plenamente y a cabalidad”.
Vista así las cosas cabría preguntarse, entonces: ¿qué tan representada y respetada está la potentia del pueblo panameño si se examina la potestas? ¿Es Panamá un Estado democrático? Los funcionarios y grupos que ejercen el poder, ¿tienen en cuenta a los grupos históricamente negados y excluidos o, más bien, practican de hecho la dominación de la modernidad occidental?