“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
Demetrio Fábrega: pasión, idioma...poesía
- 11/12/2022 00:00
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¿Qué sobresalto de urnas ateridas, qué escozor solivianta los lobos de la carne, sus dientes rechinando maltrechos o buscando la corola arrugada de tu embrujo perdido, mientras una gaviota alucinada atraviesa mi frente buscando un rumor tuyo?
Esa es la primera estrofa del último de los treinta y tres poemas que integran el libro Tangos Perdidos, una de las seis obras de Demetrio Fábrega que, con el título Poemas Escogidos, fue editado por la Academia Panameña de la Lengua y presentado recientemente en España.
Libro de la mal sentada, Cuerpo amoroso, Sonetos de la pasión, Elegías necesarias y Conversación póstuma completan ese poemario que, de acuerdo con la Academia Panameña de la Lengua, ha sido reunido “por primera vez, no en forma de antología sino con los libros enteros porque, en su mayoría, tienen la particularidad de haber sido escritos como conjuntos de poemas inseparables unos de otros”.
La obra nos ha sido presentada por su propio autor, uno de esos panameños ilustres que, nutridos de las raíces mismas de la lengua española, parece empeñado en aportar como herencia para nuestra literatura una obra estructurada, que defiende el idioma, utiliza lo mejor de él y construye aportes para la posteridad.
Y Demetrio Fábrega, “Meco” para sus amigos, tiene razones para sustentar esas metas. Ha llevado “una existencia de viajes y cambios y experiencias variadísimas” que desde su adolescencia le permitieron “familiarizarse con las grandes tradiciones literarias”.
Agregado Cultural en París, Ministro Consejero en Londres y Cónsul General en Kobe, ha sido también Asesor Presidencial y Consultor del Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue premio Ricardo Miró en 1952, 1956, 1961 y 1981. En 1962 Raimundo Lida y Juan Marichal lo incluyeron en conferencias que dictaron en Harvard sobre literatura hispanoamericana, y la enciclopedia Salvat lo menciona en su edición de 1972 con una alusión a su libro Cuerpo Amoroso. Su obra toma por los cuernos la pasión y el amor, ataca de frente y con arrogancia sus misterios como en una tarde impredecible, y acepta como natural sus designios cuando dice: Así, contando seguiré los sitios donde tu falda oí caer.
En la quebrada luz digo del reino que toqué y perdí.
Poema LVI de Cuerpo Amoroso, libro en que, según Elsie Alvarado de Ricord, el enfoque temático se amplía, y en el indicador del título el calificativo adjunto involucra una dimensión ausente del primer libro (Libro de la mal sentada): el sentimiento amoroso, que aquí impregna de nostalgia todo el discurso poético.
Es un estudioso de la literatura en la que busca preferiblemente los grandes nombres consagrados por el tiempo. Nacido en 1932, a los 15 años ingresó en la Universidad de Yale, después estudió en la Universidad Central de Madrid, y más tarde en la Universidad de Waseda en Tokio. Habla inglés desde niño, y posteriormente aprendió francés e italiano, lee y escribe el alemán, el portugués, el japonés y el latín. Cuenta que su vida, en cierto modo, se ajustó a un consejo de T.S. Eliot que decía que todo el que quisiera escribir poesía después de cumplir 25 años debía aprender cinco idiomas europeos modernos, latín y griego y una lengua oriental preferiblemente el chino, a lo que añade una broma diciendo que tuvo que conformarse con el japonés.
Como testimonio de lo que ha logrado, su libro Poemas Escogidos fue presentado recientemente en Madrid, España, en un recital organizado el pasado día 25 de febrero por el prestigioso Círculo de Bellas Artes (CBA), una institución cultural española que el próximo año cumple 125 años de existencia, y que desde 1926 ocupa su actual sede, un edificio concebido por el arquitecto Antonio Palacios, y situado en la Calle Alcalá 42, entre la Puerta de Alcalá y la Puerta del Sol. Fue, por cierto, en la Sala Antonio Palacios donde se llevó a cabo el recital, a las ocho de la noche y ante una asistencia selecta. El acto en el CBA permitió descorrer un velo para muchos españoles que así llegaban a conocer la creación de Fábrega, presentada por el mismo autor, y por los intelectuales Dinah Beatrice Salama y Gonzalo Saénz de Buruaga.
Los días anteriores se habían dado a conocer obras famosas o conferencias sobre ellas, entre las que se destacan El lucernario. La pasión crítica de Manuel Azaña, de Juan Goytisolo, el conocido novelista que ha sido traducido a casi todos los idiomas; el Diario 1944-2000 de Carlos Edmundo de Ori y Trayectoria de un mito de Francisco Márquez Villanueva.
Pero para Fábrega la aventura literaria es más que un tecnicismo de aula o un recorrido ambidiestro de huellas aprendidas de memoria. Para él se trata de la creación, de la comprensión y la traducción eficaz de lo que hablamos, del conocimiento cabal y exacto de la lengua. No admite inventos ni redundancias y mucho menos las deformaciones, por lo que mira con asombro y critica con severidad lo que ha descrito como “la degradación del idioma”.
Esta última consideración es para él una especie de peste de la que no escapan otras lenguas, por lo que se alegró mucho cuando, en su viaje de regreso pasando por París, pudo encontrarse con René de Obaldía, el francés panameño que es hoy uno de los más leídos escritores de Francia y que recientemente fue aceptado como miembro de la Academia Francesa, la más distinguida institución cultural europea, fundada por el Cardenal Richelieu, a la que incluso Víctor Hugo logró entrar sólo después de cuatro postulaciones. En su discurso de recepción en la Academia Francesa de Obaldía había lamentado la degradación que ha sufrido el francés.
El principal problema actual —dice Fábrega— es la degradación del lenguaje. En Panamá, se ha producido una degradación paulatina y constante del idioma español. En las escuelas eliminaron el análisis gramatical, los ejercicios de composición, la lectura en grupo, y con los años, incluso los colegios privados han caído en lo mismo. Nos hace una salvedad al reconocer que, con la actual Ministra de Educación, por primera vez en cuarenta años se han introducido nuevamente los cursos de lectura en los primeros años de primaria.
Fábrega comenta que, según los mejores lingüistas y los neurofisiólogos, el desarrollo de la facultad del lenguaje se produce entre los seis o siete años hasta los doce o catorce. En la antigüedad la educación era aprender a hablar y a escribir. Desde Carlo Magno hasta Petrarca, la escuela era escuela de idioma, era para aprender a hablar y a escribir. Si uno no sabe hablar, si no tiene en la cabeza las estructuras lógicas del lenguaje, no puede analizar ni juzgar, ni recordar ni pensar. No se le pueden desarrollar las capacidades mentales elevadas que se producen todas con lenguaje y en el reino del lenguaje, con el lenguaje como medio y como instrumento.
Fábrega responsabiliza de estos hechos al vacío que existe en los sistemas educativos y en el ambiente lingüístico que ofrece la sociedad, y afirma que no es ningún descubrimiento encontrarse con jóvenes que no tienen ni la menor idea de lo que es un sujeto o un predicado, una concordancia en la adjetivación o el uso de un adverbio, y mucho menos las construcciones lógicas de las oraciones, sobre todo cuando hay varios complementos.
Y va más allá, subraya como una tragedia la manera como esas deficiencias se manifiestan a través de nuestros periódicos, y en el habla de la televisión y la radio.
Usted se encuentra en los periódicos -explica- con suma frecuencia que el verbo no concuerda con el sujeto sino con la palabra que tiene inmediatamente antes. Cuando los adjetivos tienen una palabra antes, que no es la palabra que califican, cogen el género y el número de esa palabra inmediatamente anterior, porque no se han adquirido las estructuras lógicas mediante un desarollo sano de la facultad del lenguaje en los años decisivos.
Quien así habla no lo hace por mero ejercicio diletante. Entre sus muchas ejecutorias Demetrio Fábrega tuvo a su cargo la sección literaria de El Panamá América, ha traducido poesía francesa contemporánea y obras del Premio Nobel italiano Salvatore Quasimodo, ha producido ensayos sobre El amor en La Celestina y El sentimiento amoroso en la poesía de Dante y también el libro La degradación del idioma y el ocaso del hombre racional, publicado por la Universidad de Panamá en la Colección Agenda del Centenario. Actualmente está en prensa una traducción suya de sonetos de Camoens, Petrarca, Ronsard y Shakespeare.
Fue director del desaparecido periódico La Hora, una publicación que lo vinculó, en otra de sus fases, a una sostenida batalla en defensa de la soberanía nacional.
Cuenta que en 1967, como consecuencia del nueve de enero y desvirtuando el significado de esa fecha, llegaron a Panamá unos proyectos de tratados que el caricaturista y pintor Eudoro Silvera bautizó como el “3 en 1”, como el nombre del conocido aceite, porque eran tres tratados y aquello era un perfecto disparate.
Recuerdo que mi tío Octavio Fábrega, en aquel entonces presidente del Consejo Nacional de Relaciones Exteriores le dijo (a Robles) “cuando los gringos van a hacer un tratado con la Unión Soviética, el tratado tiene página y media, y cuando van a hacer un tratado con Panamá, recurren al departamento donde están los archivos de los tratados con los indios y el tratado tiene entonces 380 páginas y está lleno de referencias cruzadas para que nadie entienda el contenido”. En esos tratados de 1967 se le otorgaba a Estados Unidos la autorización de mantener en Panamá el número que fuera de tropas y la clase que fuera de armas por un tiempo indefinido. Además de eso la jurisdicción nacional quedaba limitada. Contra ese pacto se pronunciaron muy pocas personas. El periódico La Hora, que dirigía yo, sacó 19 editoriales seguidos, que cubrían toda la primera página y cada uno con el título de LO INTOLERABLE, además de un subtítulo. La contraportada era una caricatura de Eudoro Silvera, que cubría la página entera. Además, en cada edición salía una columna violenta y sesuda de Thelma King.
Durante ese lapso estaban llevándose a cabo las conversaciones y las discusiones en la Presidencia, a cargo entonces de Marco Aurelio Robles. Este último en un extremo de la mesa, y en el otro el Doctor Octavio Fábrega.
El Doctor Octavio Fábrega, después de desbaratar todos los argumentos que habían presentado a favor del Tres en Uno, habló durante cuarenta horas en sesiones distintas, sin notas, y al final le dijo al presidente, señalándolo con el dedo índice: “Si usted firma eso, le van a decir más que al hombre de 1903”. Los tratados no fueron presentados a la Asamblea y se archivaron.
Crítico incisivo, además de la defensa del idioma, Demetrio Fábrega aboga por el rescate de la historia y estima que el pueblo panameño es uno de los que menos sabe de la suya. Afirma que nuestra historia está plagada de mentiras, y denuncia como un despojo la ausencia de documentos, muchos de los cuales se encuentran en Colombia y Estados Unidos.
Todo el origen de la República está lleno de mentiras, todo el transcurso de la vida nacional, las diferentes depresiones que sufrió el país por cambios en la legislación de EE.UU. en relación con la Zona del Canal, las luchas populares, el entreguismo, todo está perfectamente ocultado. Nosotros vivimos a base de una serie de grandes mentiras. El pueblo panameño es uno de los que menos sabe de su historia, porque no se escribe, afirma.
Quizás por eso, en su poesía, el tema con que comenzamos esta entrevista, no se escapan los dramáticos episodios de 1989, y en sus respuestas el pueblo de Guernica en España es el barrio de El Chorrillo bombardeado en diciembre de ese año. Gran parte de su libro Elegías necesarias sirvió para mostrar a los españoles los horrores de la invasión.
A sus 71 años Meco Fábrega parece transitar mirando con lupa los detalles de un camino antes recorrido, de cuyos acertijos se burla y cuyos encantos de otrora descubre sin reparos, y una aureola de pensador apasionado y malicioso, poco sorprendido por “revelaciones nuevas”, se le incorpora como una sombra solitaria que apoya en su bastón y en su aire de caballero inglés.