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- 19/06/2011 02:00
‘ Esto es, de todo, lo que me da más nervios, me desespera’, dice Ogleidis Suárez, la boxeadora venezolana nacida hace 22 años en Las Tejerías del Estado Aragua. ‘Un pueblito como Curundú’, agrega La Niña, apodo de la deportista que llegó a Panamá a principios de diciembre de 2006 con apenas 17 años de edad y que empezó entonces su carrera profesional como boxeadora.
Y es que cada vez que está programada una pelea de Ogleidis, el pesaje, que se realiza un día antes para comprobar el peso de los contendores, es una atracción por sí mismo. Los asistentes esperan -voraces como buitres al acecho de un animal agonizante- que La Niña se quite el vestido que lleva encima del pequeño bikini que acostumbra usar para no aumentar su peso.
‘Boxeadores preparados para el pesaje’ dicen en el micrófono. Uno a uno van subiendo los deportistas a la balanza y en cada caso después del nombre la voz dice el peso que hizo el boxeador. Antes de Ogleidis pesan a las otras tres mujeres que participarán en el espectáculo del viernes próximo. Las dos más jóvenes, que se enfrentarán en el primer encuentro femenino, visten unos pequeños shorts y sujetadores deportivos. Igual les silban, les dicen cosas y les toman fotos. Luego pesan a Paola Rojas la colombiana que enfrentará a La Niña quien entretanto se desespera. ‘¿Y yo cuándo?’, pregunta ansiosa. ‘No me quito el vestido’, dice en broma. ‘Como si alguien quisiera ver’, contesta una voz masculina y todos se ríen, ella también.
‘Ogleidis Suárez’, dicen al fin en el micrófono. Y bajo cientos de miradas hambrientas se quita el vestido y queda apenas cubierta por un minúsculo bikini amarillo que resalta contra su piel de color cobre. Un coro de silbidos saluda la ausencia de la prenda, los flashes no paran de destellar, los fotógrafos se pelean las sillas que han acercado al ruedo de personas que más apretadamente que antes rodea a Ogleidis y al comisario que trata de hacerse oír sobre la algarabía. ‘128 libras exactas’, dice y el hombre del micrófono le hace eco. Su contendiente pesa igual.
PRIMEROS PASOS Y PANAMÁ
Delgada, piel canela, ojos rasgados que se ponen fieros cuando entrena, mide a su contrincante para asestar un golpe o se molesta con su entrenador que la llama al orden, Ogleidis es la tercera hija de Arturo Suárez y Virginia Montilla y también la tercera que se ha dedicado al pugilismo. Sus hermanos Víctor de 24 años y Glaisis de 25 también lo practican.
A los 10 años tuvo su primera pelea amateur en Las Tejerías contra Gloria Hernández de 20 años pero con el mismo peso. ‘Yo gané’, dice con una sonrisa de orgullo recordando aquel encuentro. Después siguió boxeando, siempre como aficionada hasta completar 49 peleas de las cuales perdió 7 y ganó 42. Cuando tenía 17 años conoció al vicepresidente de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), Gilberto Mendoza, gracias a quien llegó a Panamá. Pero no vino sola. Amber Fajardo, Carolina Álvarez y Alice Sánchez también vinieron, aunque ellas regresaron a Venezuela por los esposos y los hijos. ‘Y me quedé nada más yo que no tengo esposo, no tengo a nadie, ni novio’, dice Ogleidis.
¿Y porque no lo tienes si eres tan joven y bonita?, pregunto. ‘Porque cuando una tiene novio en una actividad como esta es perder tiempo y atrasarme en mis metas’, dice la boxeadora más seria. Y sus metas son, por ahora, ‘irme dos o tres años más en esto – el boxeo – y después poner un negocio para ayudar a personas que quieran bajar de peso y estudiar o para nutricionista o comunicación social’, va desgranando sus sueños La Niña.
Y en el camino hacia sus metas, Ogleidis ganó su primera pelea profesional el 5 de diciembre de 2006 contra la colombiana Luz Girardot, por knock out en el segundo round y ha empezado además un curso de seis meses de modelaje en la academia Tania Hyman’s que finaliza el próximo noviembre. A su juicio una boxeadora no tiene porque no ser femenina. ‘Yo en el ring peleo, pero fuera de él soy una modelo, quiero hacer la diferencia, ser la florecita del jardín’, dice sonriente. Aún así, Ogleidis dijo alguna vez que le impresiona saber que en Panamá la vean como una mujer hermosa. ‘Yo nunca esperé esta clase de honores y tampoco los busqué’, dijo con humildad.
EN EL ‘ROCKERO’ ALCÁZAR
Ataviada con un buzo azul, una camiseta blanca y con el pelo recogido en la nuca la boxeadora llega como todos las mañanas alrededor de las 10:00 al gimnasio Pedro ‘Rockero’ Alcázar en Curundu. Allí su entrenador, el también venezolano Jorge Zerpa, la espera ansioso porque presiente que la entrevista con Facetas atrasará la práctica. ‘Qué es lo que es’, dice Ogleidis al entrar y echarnos una rápida ojeada. Haciendo caso omiso de la hora se acerca y se sienta a conversar.
Entretanto, en el cuadrilátero, dos muchachos con cascos protectores se fajan a golpes bajo la atenta mirada de un entrenador. Un olor nauseabundo a orines que emana de las aguas estancadas en el piso, satura el ambiente. La noche anterior llovió y cada vez que eso ocurre los baños se desbordan. La humedad y el calor aumentan a medida que pasa el tiempo y ni las anchas puertas abiertas proveen la ventilación suficiente. En esas condiciones, bajo un techo de zinc que contribuye a caldear el pequeño espacio deportivo, medio centenar de boxeadores – hombres y mujeres – practica jabs, ganchos, swins, cross...
Vigilada por Zerpa, La Niña se explaya hablando de su familia, sus inicios, su llegada Panamá y sus sueños. Cuenta que al principio su madre no quería que boxeara. ‘Yo era la consentida’, dice con nostalgia, pero ‘ahora soy el orgullo de ella’. Su mirada se endurece y reacciona con enojo cuando el entrenador la apura. ‘Ya voy, no sea así profe...’, dice sin hacer siquiera el intento de moverse. Al fin cede y después de ajustarse una faja de goma en la cintura empieza a calentar. Sin guantes, tira golpes al aire, se mueve para adelante y para atrás, da pequeños saltos, gira, rota la cintura... después salta con una cuerda en el ejercicio más importante para mantener en forma a los boxeadores.
Más tarde golpea las guanteletas que sostiene el entrenador y así sigue hasta el mediodía. Por la tarde irá a correr al Parque Omar. Esa es su rutina de preparación para su próximo encuentro, pero antes deberá enfrentarse a la balanza.
HACIA EL TINGLADO
Es el día de la pelea. Viernes 3 de junio, siete de la noche. El salón del restaurante ha sido acondicionado con el cuadrilátero al centro y alrededor sillas y mesas para el público. Aficionados y boxeadores van llegando poco a poco. En el camerino los boxeadores esperan su turno tensos. Ogleidis también, pero no sola. Sigia, Ángela y Samanta sus compañeras del curso de modelaje están con ella, juntas saldrán al tinglado cuando le toque. Conversa, habla por celular y sentada en una silla con las piernas estiradas y el ceño fruncido musita algo para si misma. Tal vez está orando porque -como ha confesado- cree en Dios, ‘El es mi fortaleza’, ha dicho. Y quizás también se está concentrando en lo que hace cada vez que pelea: ‘El día de la pelea uno lleva en la mente las ganas de ganar y cuando está arriba solo es pelear y ganar, sin escuchar a nadie’, dice.
El momento se acerca, afuera se oyen los gritos del público que alienta a los púgiles que se presentan antes que ella. La de Ogleidis es la número 10, una antes de la estelar. Para combatir la tensión coordina con las otras tres modelos la rutina que ejecutarán cuando salgan al tinglado. Todas visten atuendos de boxeo y zapatos de tacón alto, menos La Niña que tiene puestos sus botines reglamentarios. Frente al espejo ensayan los pasos, las vueltas y el saludo. En un rincón del camerino, Edwin ‘La Pantera’ Díaz, el del encuentro estelar, ora en silencio.
‘Ponme una música que no sea maleantosa’, pide La Niña a alguien que se asoma fugazmente por la puerta del camerino. ‘La otra vez me puso la de Rosario Tijeras. No soporto esos raeggetones de acá: ‘tu mamá le pega a tu papá’’, dice en tono de burla.
‘¿Estamos listos?’ pregunta su entrenador asomando apenas la cabeza. Ogleidis empieza a calentar. Lanza golpes al aire frente al espejo, gira, se agacha, da pequeños saltos a la espera de que le coloquen los guantes. Su cabello está recogido en delgadas trenzas que despejan su frente y viste pantaloncillos rosa encendido con azul, sujetador y bata con capucha en el mismo color, confeccionados por Eligia Arcia, la diseñadora de sus vestuarios que además es, después de su madre Virginia, su mejor amiga en Venezuela. Debajo de la bata lleva una bufanda con el amarillo, azul y rojo de la bandera venezolana.
Al fin, precedida por el entrenador Zerpa y las tres modelos, se dirige al cuadrilátero. Apenas entran al salón el público estalla en silbidos y aplausos que suben de tono cuando las cuatro chicas se pasean en el tinglado y realizan su rutina abriendo sus batas al mismo tiempo. Después Ogleidis se queda a solas con Zerpa en su esquina. El entrenador masajea sus hombros, brazos y espalda. Le habla bajo, ella asiente con el ceño fruncido y esa mirada fiera que usa allí arriba.
‘Paola Rojas de Cartagena y La Niña consentida de Caracas, Ogleidis Suárez’, anuncia el árbitro Ernesto Arce dando inicio al encuentro. Con el protector bucal colocado y un golpe del entrenador en los brazos se levanta y enfrenta a la colombiana. Ambas mujeres se miden antes de empezar a golpearse. ‘Sin miedo mami, sin miedo que a ella también le va a doler’, dice un entusiasta espectador sin definir la destinataria del mensaje. El boxeo femenino en Panamá tiene sus seguidores. Tradicionalmente esta práctica ha sido exclusivamente masculina por razones de género, pero la lucha de las mujeres por sus derechos y contra la discriminación ha logrado que sea incorporada en los Juegos Panamericanos de este año y los Juegos Olímpicos de 2012.
La pelea está pactada a ocho rounds. Las dos mujeres tienen el cuerpo empapado de sudor. Paola es más pequeña y más gruesa que Ogleidis y a medida que avanza el enfrentamiento mechones de cabello, cubren sus ojos. A manotazos, con los guantes que hacen inútil el gesto, trata de despejar su frente. Hacia el final, aunque ambas respiran agitadamente por la boca, se ve más agotada que La Niña. Esta la ataca sin piedad y la arrincona contra las cuerdas casi todo el tiempo.
Y termina el último round con el triunfo de Ogleidis Suárez por decisión unánime. Ella y el árbitro chocan las manos en un gesto de congratulación recíproca. Los aplausos y los vítores para La Niña no cesan. Baja del cuadrilátero y la gente se arremolina a su alrededor para tomarse una foto con ella. En una mesa su profesora de modelaje y varios amigos la secuestran sin dejarla salir del salón. Sonriente Ogleidis, es la figura del momento y le gusta y sonríe complacida.
Ya tiene el camino preparado para su siguiente encuentro: su primera oportunidad de título mundial, contra la invicta dominicana Katy Penélope Hernández. El choque, que se llevará a cabo en La Guaira, Venezuela, el próximo 6 de agosto, será por la corona interina pluma de la Asociación Mundial de Boxeo. ‘Ese es mi sueño’ dijo La Niña antes de su última victoria y ya empezó a prepararse para el triunfo.