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- 30/09/2023 00:00
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Las paredes blancas de la Fundación Guillermo Trujillo albergan desde la semana pasada parte de la colección personal del artista, integrada por obras tanto propias como de colegas amigos. “Los amigos de Guillermo” presenta unas 30 obras de reconocidos artistas, sobre todo latinoamericanos. Una selección que implicó un importante trabajo de curaduría y restauración.
Isabel [De Obaldía] pensó que sería bueno mostrarla y, de paso, obtener fondos para continuar con el trabajo de la fundación”, explica Nancy Calvo.
Aunque no todas las obras están a la venta, el ejercicio de selección ha servido para poner en orden los registros de las obras que coleccionó a lo largo de su vida el maestro Guillermo Trujillo.
“Hay gente que a mí me ha sorprendido”, revela Calvo. “Como ese cuadro que está ahí”, dice señalando una de las obras. Es del mexicano Rodolfo Nieto; no lo conocía, pero empecé a investigarlo. Y es un artista importantísimo, igual que este otro”, señala una obra con llamativos tonos naranja. “Es de Radamés Mejía”, informa.
“Claro, para poder hacer este trabajo me he puesto a estudiarlos a cada uno. Hay unos que conozco como [Óscar] Pantoja, [Mario] Bencomo, [Antonio] Seguí [Rufino] Tamayo, [Fernando] De Szyslo, Tomás Sánchez, todos son como súper conocidos Son unos maestrazos, pero este también. Lo que pasa es que uno no conoce a todo el mundo. Por ejemplo, Radamés Mejía es dominicano y este mes en la Bienal de Florencia le van a hacer un homenaje; él vive en París hace 30 años, pero toda su obra la ha desarrollado con base en la cultura taína. Le van a hacer un reconocimiento porque ha conjugado esa cultura con la venida de los españoles y con lo afro. Entonces, yo veía este cuadro, y es muy bueno, pero ahora que he leído sobre él, lo veo con más cariño porque lo entiendo”, comenta.
Analida Lewis fue la encargada de restaurar y limpiar las obras. Isabel De Obaldía se dedicó a hacer un registro completo de las obras. También había que escribir, comentar, avaluar y finalmente decidir cómo se iba a realizar el montaje. Y tratándose de un espacio limitado, ¿cómo se escoge qué se expone y qué no? Para Calvo, la pregunta clave no es esa. Más bien es, ¿qué va al lado de qué?
“Eso es mirar y cambiar y volver a mirar hasta que cada obra tenga su aire y haya un balance entre ellas. Creo que la experiencia te hace ver qué funciona con qué”, admite.
A Calvo, organizar esta exposición le ha representado hacer algunos descubrimientos “muy buenos”. “Por ejemplo, a Víctor Chab que lo conozco de hace años porque él expuso aquí en Panamá y entiendo que él estudió con Alfredo Sinclair en la misma universidad en Argentina y se conocían, ayer iban a entrevistarlo, tiene 95 años y yo le mandé a decir con un pintor que lo visitaría, que su obra iba a ser parte de esta exposición, que mucha gente en Panamá lo va a volver a mirar”, dijo.
La curadora comenta que observando la obra de Radamés Mejía se puso un poquito en los zapatos del maestro Trujillo, “y pensé, Guillermo no ha comprado esta obra o no la ha intercambiado o conseguido caprichosamente. Es una colección bien razonada. Es como querer tener documentos, visiones de diferentes lugares, sobre todo en este caso latinoamericanos”, afirma.
Las temáticas, estilos y técnicas de las obras son muy diferentes, “pero cada una tiene detrás su buena historia. Entonces no es que 'me gustó y me lo quedo'. Yo no creo. Yo creo que Trujillo sabía muy bien dónde estaba poniendo el ojo. Además, muchos de estos artistas eran sus amigos. Me imagino que había esta conexión y respeto.
Otro elemento interesante es que hay artistas muy mayores y hay otros que son hasta de los años 60. “Él iba siguiéndole la pista a la gente joven, que le veía posibilidades. Mira a Raúl Vásquez (Panamá, 1954-2008)”, comenta.
Guillermo Trujillo cuenta con obras que adquirió o intercambió desde que estudiaba en España. “Tiene obras sobre papel de artistas importantísimos españoles, hay cosas buenísimas; muy, muy buenas, y he visto algunas incluso del año 1953”, destaca.
Su hija Isabel De Obaldía asegura que algunas obras de su colección ella las vio en casa desde su niñez. “Hay un cuadro que tengo en casa, porque él me lo obsequió hace ya un tiempo, de Obregón, de una serie que se llama De la violencia, que es precioso, es lindísimo. Siempre me gustó, y me acaba de decir Mario Lewis, quien también tiene una buena colección, que él ha visto ese cuadro desde hace mucho más tiempo, desde cuando viajó a España. A él le gustaba coleccionar. Él compraba o intercambiaba con otros amigos artistas. Es algo de toda su vida. También le gustaba mucho la gráfica y tenemos muchas obras sobre papel que él coleccionó”, cuenta De Obaldía.
Detalles de cómo o dónde obtuvo el maestro estas obras, no conoce de todas. “A algunos de estos artistas sí los conocí, pero no a todos. Cuando él viajaba iba a visitar a los artistas o cuando venía un artista que tenía una exposición en Panamá, él siempre lo trataba de conocer, lo invitaba a cenar. Personalmente conocí a Elmar Rojas, a Szyslo...”, rememora.
“Era otro mundo, otra época. Curiosamente, algo que es increíble, en esta colección nada más hay una mujer; Delia Cugat. En la colección hay algunas más que no están expuestas, Trixie Briceño, Alicia Viteri, Coqui Calderón, pero no había tantas mujeres artistas”, detalla.
Expuestas hay unas 30 obras. Pero a estas habría que sumar la obra gráfica, mucha de ella proveniente de los trabajos del taller Los Algarrobos, especializado en grabado. De esta obra se hizo ya una exposición que coincidió con la reapertura del taller gráfico del Museo de Arte Contemporáneo.
“Fue muy bonito y allí es que uno ve los resultados del trabajo de la fundación. Pero es algo que a veces toma tiempo, pero vale la pena, es bonito ver el resultado. Llegó todo el primer grupo de artistas que estaba tomando el curso de grabado y quedaron impresionados, estaban viendo una obra cuya tradición ya se estaba perdiendo”, relata.
Pero el total de la colección es mucho mayor. Falta la obra propia que el maestro conservó, incluyendo algunas esculturas y sus respectivas maquetas. “En los últimos meses he estado bastante ocupada y tenía pendiente hacer una limpieza y registro de todo eso. Y nos propusimos hacer esta exposición. Lo impresionante es que lo logramos en tres semanas. Analida con la restauración, Nancy con los avalúos y el montaje, y cuando terminamos de montar, hemos visto que la obra se ve fuerte. Es una buena colección. Muy linda. Yo creo que mi padre estaría contento de verdad, creo que estaría muy contento de verla así”, afirma.
Con estas cuentas, queda claro que todavía queda mucha obra por mostrar. “Eventualmente se quiere hacer una retrospectiva en el museo. Todo este material se presta para hacer una muy buena retrospectiva, no solo por la obra de la pintura, los grabados también tenían el taller Las Guabas, pero sí tiene que ser en un espacio mucho más grande para que vaya más público, estudiantes. También para que se conozca la historia, cómo trabajaban los artistas en ese momento en Panamá”, cuenta.
“Una de las cosas que él quería hacer y que nunca logró fue tener su propio museo para, además de presentar la obra propia que guardó, mostrar su colección”. Lamenta. Un proyecto que ha resultado ser prácticamente imposible. “Eventualmente nosotros no nos vamos a quedar con toda esta obra, y sobre todo la colección de él se llevaría al museo”, reflexiona.
Por lo pronto, si desea conocer parte de las obras de los amigos de Guillermo Trujillo, puede asistir a la Fundación Guillermo Trujillo de lunes a viernes haciendo una cita, o asistiendo al local los sábados de 2:00 p.m. a 6:00 p.m. hasta finales de octubre. Los asistentes podrán participar de un juego en el que deben adivinar quiénes son las 16 personas relacionadas con el arte en Panamá que aparecen acompañando al maestro Trujillo en la obra que Brooke Alfaro pintara en 1994, “Guillermo y sus amigos”.