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- 24/06/2021 00:00
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“El escultor no hace más que llamar, con el cincel y a golpe de martillo, a los guerreros que duermen en las espesuras del mármol”, señaló el poeta y ensayista guatemalteco Roberto Obregón, y es bajo esta definición que se puede encontrar al maestro escultor y artista panameño Carlos Arboleda, quien falleció el pasado 22 de junio a los 93 años (1928-2021), siendo uno de los más reconocidos artistas nacionales.
Arboleda dejó tras de sí un legado artístico inmensurable, habiendo contribuido a la nación con esculturas y bustos importantes como la conocida cabeza de Albert Einstein (Bella Vista, 1968), Manuel F. Zárate (Guararé, 1978), Doctor Rafael Estévez (Aguadulce, 1979), homenaje a Simón Bolívar (Palacio Justo Arosemena, 2003), Tomás Herrera (Colombia), entre otros.
Arboleda nació en Chilibre en 1928 y estudió en la Escuela de Bellas Artes de Florencia (Italia) y en la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona (España). En 1961 fue el primer profesor de escultura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y fundó la Casa de la Escultura (1964), un centro para “la enseñanza y promoción de las bellas artes”, con énfasis en la escultura y sus métodos, obteniendo el apoyo del Ministerio de Educación (Meduca).
Por décadas, el escultor se destacó como uno de los mejores en su clase, siendo un experto en la escultura italiana clásica, pero aportó sus propios toques personales a cada obra. “Arboleda es muy importante en la educación artística de Panamá”, comentó a La Estrella de Panamá el maestro de las artes plásticas Aristides Ureña Ramos. “Junto a él destacan Francisco Cebamano y Emilio Torres, que son las tres generaciones de artistas referentes en la escultura. Ahora, Arboleda ha dejado un sinfín de trabajos importantes en Panamá, siendo su referencia renacentista el toque de oro que muchos admiramos”, añadió.
“Hay que reconocer que Arboleda fue un artista de formación concreta en las bellas artes y tuvo acceso a un lenguaje internacional que cuando lo trae a Panamá se hace más interesante, ya que se inclinó hacia el aspecto pedagógico”, apuntó el profesor de artes plásticas y pintor Roberto Fajardo, “ya que inició las clases de cultura en la Escuela de Artes Plásticas fundada por Roberto Lewis que ya casi ha desaparecido al ser absorbida por el Meduca y el antiguo Inac (ahora Ministerio de Cultura), y han dejado de lado el legado de esta escuela donde Arboleda tuvo peso”.
Su legado artístico deja en evidencia que el arte requiere ser apreciado y valorado para entender su rol en la sociedad en la que se crea. “Siempre me llamó la atención su renacentismo; es diferente a los demás escultores panameños. Siempre añadía su propio ingrediente a sus obras. Todavía hay que descubrir mucho sobre el busto y la escultura moderna panameña desde la perspectiva de Arboleda, ya que la escultura panameña es muy tradicional, y Arboleda rompía esos estándares en la escultura gubernamental”, anotó Ureña Ramos.
Con la desaparición física de Arboleda se deja un hueco de información de su obra y sus aportes en la técnica de mármol, en la que era experto, además que deja en evidencia una debilidad en el sistema cultural nacional frente a los escultores panameños. “Arboleda fue un pionero al regresar al país a trabajar como profesor de escultura, y fue uno de los directores más defensores del Centro de Arte y Cultura que representaba una escuela libre para tomar clases de arte sin necesariamente formación universitaria, donde muchos artistas importantes dejaron su huella”, indicó Fajardo.
“Su labor fue extensa, entregada y continua, pero encontró poco registro o reconocimiento que podamos rescatar al ver al pasado, lo que sucede también con otros artistas que ya han partido, y que atribuyo a una debilidad de nuestro sistema cultural nacional en cuanto a estudios, documentación y valoración de nuestros actores culturales”, agregó el artista.
Para Ureña Ramos la partida de Arboleda solo significa una pérdida más de información vital para el arte nacional: “El fue un gran artista. Era un experto, conocedor inigualable de diversas técnicas. Era experimentador y tuvo un breve periodo donde se dedicó a la pintura y entró a las corrientes internacionales. Es uno de los artistas de renombre que nos quedaban, y ahora estamos perdiendo todo lo que significó su historia”.
Ambos artistas coincidieron en que Panamá carece de una educación formalizada en la escultura, y se ha relegado a una “simple artesanía”, por lo que la desaparición de Arboleda solo amplifica esta carencia para las nuevas generaciones. “Se ha ido uno de los grandes, y no podremos olvidar todas sus hazañas. En Panamá no florece la escultura, tenemos gente capaz de realizar fusiones, pero se ha quedado rezagada a la artesanía, lo que Arboleda no seguía, sino que hacía lo suyo propio y eso es un talento especial”, apuntó Ureña Ramos.
“No conocemos ni reconocemos a escultores panameños, no se realizan presentaciones y exposiciones”, continuó, “tenemos una deficiencia grave en este arte y no estamos formando nuevas generaciones, lo que preocupa mucho a los escultores actuales”. Por su parte, Fajardo enfatizó que los artistas emergentes deben rescatar de Arboleda “su disciplina, su ética de trabajo, su determinación y su legado que existe por todo el territorio nacional”.
“El Estado se ha preocupado por mantener un registro de sus obras más prominentes con un catálogo de gestos críticos propios al ambiente del arte, pero en cierta manera no conocemos todas las obras de Arboleda, porque no solo se trata de lo que hace el artista, sino de nuestra capacidad de apreciación del arte y educación en arte, lo que aún falta madurar en Panamá”, puntualizó el educador.