Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 27/03/2022 00:00
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El 17 de julio de 1900 se reunió en La Chorrera el Consejo de Guerra del Partido Liberal para estudiar el plan de ataque a Panamá. Se aceptó allí, por unanimidad, la propuesta de Belisario Porras de atacar la ciudad de Panamá entrando por El Cangrejo, Bella Vista y Perrys' Hill (Perejil), mientras que el resto de las tropas apostadas en Farfán alcanzarían el cerro Ancón, sorprendiendo al enemigo por la espalda. No obstante, y a último momento, el general Emiliano Herrera incumplió el plan de ataque acordado. (B. Porras, Sisnett, Pizzurno).
El 21 de julio, las tropas del gobierno (conservadoras) se enfrentaron a los revolucionarios liberales en Corozal, a 4 km de Panamá. El combate duró tres horas y los conservadores se vieron obligados a replegarse sobre Panamá. El general Emiliano Herrera, liberal colombiano, no los persiguió, desaprovechando la oportunidad de apoderarse de la capital. En cambio, exigió al general conservador Carlos Albán la capitulación sin condiciones. Albán aprovechó esta especie de tregua para reorganizar su ejército, recuperar fuerzas y, después, para rechazar la capitulación.
Belisario Porras, al enterarse de que el general Herrera había decidido seguir su propio plan de ataque, traicionando el plan acordado por el Consejo de Guerra en La Chorrera, entregó el mando de sus tropas a Simón Chaux.
El 25 de julio, Porras hizo las gestiones para un nuevo ataque a la ciudad, pero reconsideró su posición al anunciarse la llegada del general Campo Serrano y sus 1.250 hombres para reforzar la posición conservadora en la ciudad, además del arribo del buque Boyacá. Finalmente, los liberales se rindieron el 26 de julio.
Se calcula que los liberales perdieron aproximadamente 700 hombres (la mayor cantidad de bajas durante la guerra), mientras que las pérdidas del ejército conservador se calculan en unos 98 hombres (Porras, Sisnett, Pizzurno).
A continuación, identificaré algunas maneras en que los panameños interpretamos y hacemos juicios de valor en nuestra memoria de la batalla del puente de Calidonia, con algunas reflexiones críticas que permiten cuestionarlas y hacer hallazgos significativos para la historiografía.
Esta manera de recordarla, enfocándonos en esta sangrienta batalla, olvida todas las batallas y asaltos realizados ese mismo año de 1900 por el liberalismo panameño comandado principalmente por Belisario Porras y Emiliano Herrera en esta primera fase de la Guerra de los Mil Días. Desde marzo de 1900 con el desembarque de Porras en Punta Burica y con el crucial apoyo de Victoriano Lorenzo en Coclé, se sucedieron los exitosos asaltos liberales a las ciudades de David, Aguadulce, Natá, Chame, Bejuco, La Chorrera y Corozal. Cuando llegaron a Panamá, los liberales habían dominado ya el interior del istmo. A pesar de ello y de que se sucedieron luego de la batalla del puente de Calidonia dos años más de guerra, la batalla del puente de Calidonia causó un impacto tan profundo en la psiquis colectiva de los panameños (un 80% de los panameños era afín a los liberales según calculó el cónsul francés Mallet según Pizzurno) y quedó grabada en la memoria colectiva de las futuras generaciones como la pérdida definitiva de la Guerra de los Mil Días por parte de los liberales.
No hay duda de que la pérdida de la batalla del puente de Calidonia y de la Guerra de los Mil Días por parte del Partido Liberal, le costó a Belisario Porras muchos sacrificios físicos, humillaciones públicas, y sufrimiento personal, entre los que destacan el exilio, constantes ataques, difamaciones y diatribas en los diarios por sus adversarios, pérdida de su fortuna personal y casi hasta la vida.
Sin embargo, desde un análisis más político que fáctico podemos descubrir que fue precisamente su desempeño en la revolución liberal que fraguó su indiscutible liderazgo y le proporcionó inmensa popularidad en todo el istmo. Fue precisamente durante las campañas del istmo, con su participación protagónica como jefe civil y militar de la Guerra de los Mil Días, que su popularidad y liderazgo obtuvo hasta dimensiones legendarias, lo que garantizaría posteriormente su éxito político electoral como candidato a la Presidencia por el Partido Liberal, en tres elecciones democráticas de la nueva República de Panamá.
Bajo el lente de una evaluación histórica de más largo plazo, observaremos que los liberales perdieron la guerra, pero ganaron hegemonía política en la nueva República de Panamá, al menos durante las administraciones de Belisario Porras. Después, el Partido Liberal, bajo distintas denominaciones continuó en el poder, solo desafiado por Acción Comunal y el Partido Panameñista, de manera intermitente.
En efecto, a juzgar por la desaparición del Partido Conservador a los pocos años de iniciarse la República de Panamá y por la inmensa mayoría de presidentes del Partido Liberal en la República de Panamá y el tiempo de duración en que efectivamente desempeñaron sus funciones hasta 1968, cuando se da el golpe militar, puede afirmarse que los partidos liberales fueron indiscutibles ganadores y partidos predominantes en la República de Panamá. Incluso durante y después del régimen militar, y a pesar de sus divisiones internas y resquebrajamiento, la presencia política de los liberales fue muy fuerte dentro y fuera del régimen militar.
Otra tesis historiográfica panameña de la Guerra de los Mil Días es que desde las batallas ganadas en Veraguas, se inician rivalidades entre caudillos liberales que dividen a panameños de colombianos, y entre caudillos liberales panameños entre sí (Sisnett, Pizzurno).
La primera fase de la Guerra de los Mil Días, según la historiografía panameña, iniciada con el desembarque de Belisario Porras en Punta Burica en marzo de 1900 y finalizada con la derrota de la batalla del puente de Calidonia el 27 de julio del mismo año se caracteriza por una alta participación de caudillos y líderes panameños destacados en la guerra (Belisario Porras, Victoriano Lorenzo, Domingo Díaz, etc.). La segunda fase de esta guerra, contrariamente, se caracteriza por un liderazgo casi exclusivamente colombiano de parte de los liberales. (Pizzurno) lo que sugiere una imposición por parte del Partido Liberal colombiano que suprime o degrada la jerarquía militar de la dirigencia liberal panameña.
No me cabe duda de que las rivalidades entre caudillos liberales en esta guerra fue una de las causas de su derrota (Porras, Sisnett, Pizzurno). El individualismo propio del pensamiento liberal condujo de alguna manera a exacerbar el personalismo de su liderazgo.
Sin embargo, no veo esta tesis como excluyente de la que sigue, que señala la injerencia extranjera como favorecedora al gobierno conservador. Son factores que se suman, actuando en contra de los liberales.
Contrario a los acuerdos de neutralidad entre los revolucionarios y los cónsules de las legaciones diplomáticas en Panamá, reciente bibliografía descubre evidencias de que el Gobierno colombiano (conservador) se benefició en Panamá con la injerencia de los cónsules de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos al presionar para que los enfrentamientos armados no afectaran la vía transístmica, y que incluso los conservadores recibieron refuerzos de hombres armados escondidos en vagones de carga del ferrocarril transístmico para defender la ciudad de Panamá en la batalla de Calidonia contraviniendo la neutralidad pactada. (Beluche, Ríos Torres). “¿Por qué, después de los contundentes éxitos de las tropas liberales en el interior, el general Emiliano Herrera se lanzó a un ataque suicida, enviando a sus tropas a través del puente desguarnecido frente a los parapetos de ametralladoras de los conservadores, ubicadas en las proximidades de lo que hoy es la plaza 5 de Mayo?”, se pregunta Olmedo Beluche, para responder que el coronel Shaller, gerente de la Compañía del Ferrocarril Transístmico, traslada tropas conservadoras desde Colón para reforzar a Albán. La Compañía y el cónsul estadounidense, lejos de ser neutrales como pretendían, jugaron un papel activo apoyando a los conservadores.
Incluso hay entre nuestros historiadores quien cuestione más recientemente si el ataque suicida dirigido por Emiliano Herrera en el puente de Calidonia, traicionando el plan de ataque acordado por el Consejo de Guerra del Partido Liberal, no obedeció a una negociación de Herrera con los estadounidenses, puesto que se había reunido previamente con su cónsul y con el gerente de la Compañía del Ferrocarril Transístmico “¿Emiliano Herrera estaba en componendas con los gringos? Emiliano es responsable de la muerte de muchos panameños, ¿por qué traicionó la causa liberal en el istmo?” (Ríos Torres).
No hay duda de que hubo una rivalidad por el mando liberal entre Belisario Porras y Emiliano Herrera, y posteriormente, Benjamín Herrera, cuyas divisiones y contradicciones apuntan a una causa de la pérdida de la batalla del puente de Calidonia (Belisario Porras, Manuel Octavio Sisnett, Patricia Pizzurno). Pero en este caso, el factor determinante fue, a juicio de Olmedo Beluche y Ricardo Ríos, la intervención estadounidense durante la Guerra de los Mil Días. Esta es una nueva línea de investigación que se abre a la nueva generación de investigadores.
La historiografía panameña de la Guerra de los Mil Días tiende a enfatizar la lucha de poder entre los partidos políticos contrarios y sus caudillos, por encima de la doctrina ideológica respectiva a liberales y conservadores y de la magnitud internacional y regional de esta guerra, simplificando excesivamente su relato.
Si bien es cierto que la Guerra de los Mil Días tiene sus causas más directas e inmediatas en los abusos de la dictadura del presidente Sanclemente y su vicepresidente Marroquín, cuyas leyes electorales excluían y descalificaban constantemente a los candidatos liberales en los comicios, cuya corrupción y descalabro del erario (que impedía pagar salarios de funcionarios y militares), despertó un violento espíritu de oposición a su gobierno, también es cierto que animaba a liberales y conservadores (y a sus diversas facciones internas respectivas) una visión de la sociedad, el gobierno y la economía respectiva, que resultaba generalmente distante y contradictoria entre sí.
En principio, y a pesar de la simplificación subyacente en casi todos los relatos panameños de la Guerra de los Mil Días es una guerra civil entre partidos políticos por el poder, algunos textos plantean que los motivos de la guerra se inspiraron más profundamente en la defensa de la República contra la dictadura (Porras, Sisnett). También debemos recordar el ideario básico respectivo que daba sustento a ambos partidos. Entre los liberales, por ejemplo, destacaban los principios por la garantía de los derechos individuales, la libertad de culto, libertad de comercio y de prensa, la abolición de la pena de muerte y de todos los privilegios eclesiásticos, el librecambio, el federalismo, entre otros. Por parte de los conservadores, sobresalían los siguientes principios doctrinales: implantación de un Estado proteccionista, la religión católica como culto oficial del Estado y el sistema unitario o centralista de gobierno.
Paralelamente, el sustento sociológico del Partido Liberal desde el siglo XIX y principios del XX fueron el campesinado indígena, los productores de Azuero, y el arrabal santanero como su base popular y los comerciantes de la zona transitista. Por su parte, los terratenientes y el clero representaban la base social del conservadurismo en términos generales (Pizzurno). Si bien es cierto que el Partido Conservador desapareció al poco tiempo de creada la nueva República de Panamá, sus seguidores y descendientes, ingresaron a las filas de los partidos existentes, fueran liberales o de cualquier signo, contaminándolos con ideología conservadora.
Es frecuente que se enfatice la ruina económica del istmo como consecuencia de la Guerra de los Mil Días, sin advertir que el descalabro económico de Colombia y también de Panamá fue precisamente una de las causas de la revolución armada. Esta tradición historiográfica de Panamá expresa una especie de lección moral e histórica contra la revolución armada como vía legítima de cambio social o solución de algún problema.
Sin intentar defender la violencia como primera opción para la solución a problemas políticos o sociales, debo no obstante señalar que la referida tradición historiográfica panameña (presente en los libros de historia escolares fundamentalmente) suele opacar el hecho de que para 1898, el gobierno de Sanclemente y Marroquín (como presidente y vicepresidente, respectivamente) recibía un Tesoro Nacional vacío, las rentas de aduanas estaban embargadas y una deuda externa exorbitante, que imposibilitaba pagar a los empleados estatales, al extremo que el personal judicial de Panamá llevaba un año sin percibir su sueldo. La iliquidez del país había llegado a tal punto que ni siquiera había dinero para pagar a las tropas y el gobierno sabía que, de mantenerse esta situación, se quebrantaría la lealtad de los efectivos. En Panamá, a mediados de 1899, la quinta Compañía del Batallón Colombia de guarnición en Panamá se encontraba en igual situación.
Incluso corrieron rumores en Panamá de que Colombia deseaba vender el istmo a Estados Unidos de América, sin que Panamá obtuviera nada a cambio, rumores que encontraron espacio en las páginas de El Mercurio (Pizzurno), lo que justificaba ampliamente que surgieran en Panamá tendencias separatistas de Colombia y anexionistas de Estados Unidos.
Por otra parte, la quiebra cafetera, uno de los pilares de la economía colombiana llevó a muchos desempleados a sentirse atraídos hacia la revolución liberal en Colombia y, en Panamá, el fracaso financiero del canal francés también tuvo un impacto económico y psicológico de desánimo y desesperación.
El 17 de octubre de 1899 estalló la rebelión liberal en el Departamento de Santander y el gobierno se encontraba en quiebra. A fin de equipar el ejército y hacer frente a los gastos más urgentes de la guerra, ejecutó las siguientes acciones: expropiaciones, preferentemente de las propiedades de liberales; un nuevo impuesto nacional de degüello; el alza de precio de la sal, un monopolio estatal; adquisición de préstamos particulares; emisión de papel moneda, entre otras medidas desesperadas. Sin embargo, nada de esto resultó suficiente (Pizzurno). Y Panamá estaba en quiebra, relegada de toda consideración política y administrativa de Bogotá y sin autonomía porque el federalismo había sido eliminado en la Constitución de 1896.
Estas fueron las condiciones económicas que precedieron a la Guerra de los Mil Días y que abonaron en su favor.
En el Panamá de hoy, aunque con diferente lenguaje, se reactivan algunos fantasmas políticos del pasado como son la corrupción y la desigualdad (o sociedad de privilegios), la fragilidad institucional (o peligro de perder la República), las amenazas contra el Estado laico de derecho, entre otros. Si bien no estoy haciendo un grito de guerra por la lucha armada, si creo en la movilización pacífica y desobediencia civil para profundizar nuestra democracia. Es necesario que nuestras juventudes despierten de su letargo consumista y conquisten sus derechos y su futuro.
Beluche, Olmedo. La batalla del puente de Calidonia. http://www.thepanamanews.com/2015/07/historia-panamena-la-batalla-del-puente-de-calidonia/
Pizzurno, Patricia. Antecedentes, hechos y consecuencias de la Guerra de los Mil Días en el istmo de Panamá. Extensión Universitaria, Universidad de Panamá. Panamá, 1990.
Porras, Belisario. Memorias de las campañas del istmo, capítulos XXII y XXIII referentes a la batalla del puente de Calidonia. Biblioteca de la Nacionalidad, Tomo XI. Autoridad del Canal de Panamá. Panamá, 1999. ISB 0062-607-15-9
Ríos Torres, Ricardo. “Victoriano, el hombre del Cacao”. La Prensa sección de Opinión, p. Panamá, 17 de junio de 2017
Sisnett, Manuel Octavio. Belisario Porras, la vocación de la nacionalidad. 2ª edición, Imprenta de la Universidad de Panamá. Panamá, 1972