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- 28/09/2014 02:01
Sofía está sentada junto a su padre, en un hospital de Costa Rica. Mientras espera que su madre salga del centro de salud, decide apropiarse de un bolígrafo y una de las libretas que su padre acostumbra cargar.
Su inquietud, natural en una niña de cinco años en una sala de espera, parece diluirse en cada trazo de tinta que procura retratar los rostros de las personas que van y vienen, las que pasaron cerca, las que se sentaron lejos.
El tiempo y los dibujos con bolígrafo fueron pasando uno tras otro, y su padre se encargaba de suplirle el formato: muchas libretas. Cada año parecía solidificar el gusto de Sofía por el delineamiento de imágenes, convirtiendo su pasatiempo en un hábito. Llegados los catorce años, su interés por el dibujo era algo evidente, pero —en la candidez de su inocencia— verlo como una profesión estaba lejos de ser una meta suya.
Ésos son los primeros recuerdos que tiene la artista costarricense Sofía Ruiz con el arte. A Panamá, llegó para presentar su reciente colección ‘Ficciones-Fictions’ —que estará en Galería de Arte Allegro hasta el 22 de octubre—, en la que la memoria es protagonista.
PRIMEROS PASOS
Desde muy corta edad la perseverancia en sus creaciones brilló como una cualidad determinante. Recuerda aquella lámpara de luz que iluminaba generosamente la mesa del comedor de su madre. El mueble, donde todos se sentaban a comer, se había convertido en su taller de arte.
Sus pinturas, las que trabajaba a diario con una joven y extraña disciplina, retrataban mujeres, generalmente de perfil.
Esas mujeres representarían el inicio de la búsqueda de su estilo, como lo admitió en una entrevista a un medio de su país. Ese entusiasmo por el retrato se fue alimentando por los recuerdos personales de la artista, el contexto que la rodeó durante su crianza, el lugar que la vio nacer y su familia.
Contrario a todo pronóstico, cuando Sofía deja la escuela empieza a estudiar ingeniería química y filosofía, aunque no por eso dejó de pintar porque llevaba clases de esta rama artística en una casa cultural.
Pero a pesar de sobrellevar sin apuros ambos horarios, poco a poco se dio cuenta que su interés era mayor por el arte, además de desenvolverse en éste con suma facilidad. Es ahí cuando toma la decisión de estudiar arte más en serio. Quería aprender más y mejorar, por lo que ingresó a la Universidad de Costa Rica, en Pintura y luego lo haría también en Grabado. Los lapsos de tiempo a solas con los lienzos y el pincel eran ahora imprescindibles.
Su instrucción continuaría con talleres internacionales como el de grabado ‘Transparencias Múltiples’, impartido por la grabadora argentina Alicia Candiani, en Cuba en 2007; el Taller de Intaglio dictado por Graciela Buratti en Buenos Aires; y, de igual forma, hizo una residencia de tres meses en el Experimental Printmaking Institute de Estados Unidos. ‘Me encanta estudiar y creo que es algo que nunca se deja de hacer. Como artista, siempre debes estar estudiando porque alimenta tu obra. Y aunque la Filosofía no tuvo un aporte directo en esta colección (Ficciones), en ese momento amplió mi visión sobre la vida y abrió mi mente’, dice Sofía.
ESTILO INTROSPECTIVO
‘Mi madre padeció de amnesia por un periodo de mi infancia, en el cual ella no podía recordarme’, agrega. Memoria e identidad. Tratar de recordar y tratar de descifrar quiénes somos —‘quién soy’, en el caso particular de Sofía—, son la inspiración del concepto que se cultiva en cada pincelada que traza esta artista.
En ese diálogo del autor con su obra, en el proceso creativo, siempre hay una intención, algo que se busca. Para Sofía, el arte es una forma de catarsis, un modo de expresión, de purificación o liberación de la que nosotros luego somos testigos al fijar la mirada en cada cuadro. Las emociones varían dependiendo de la audiencia, pero hay consenso sobre el trabajo que viene realizando la artista costarricense: son gestos, manías o poses cargadas de un profundo sentimiento.
Entre mayo y agosto del año pasado, se exhibieron en los Museos del Banco Central de Costa Rica 30 pinturas de Sofía Ruíz. La colección ‘Yo soy los otros: Una fisonomía propia’ reunía varios de sus trabajos, incluyendo sus primeras colecciones: Asuntos de familia (2008), El jardín del inconsciente (2009), Refugios mentales (2010), Personas extrañas (2012), Realidad y juego (2013) y Efigies (2013). A días de la exposición, Ruíz fue entrevistada sobre su técnica de trabajo. ‘Creo que he ido evolucionando y ahora busco más la limpieza. Ya no me interesa tanto como ese explotar de libertad en la textura, sino que ahora, más bien, me contengo más y pienso mucho más a dónde debería ir cada cosa’, dijo. Pero sobre la temática visual, los títulos de las muestras que se incluyeron en la exhibición manifestaban esa esencia autobiográfica.
La curadora de aquella exposición, María José Monge, no dudaría en sustentar el hecho de que Sofía Ruíz se haya convertido en la artista más joven en exhibir en los Museos del Banco Central. ‘Sofía es una artista que tiene una propuesta muy fresca, pero a la vez una propuesta estética y conceptual sumamente coherente, de gran calidad a nivel técnico y estilístico’, resumió.
RECUERDOS IMAGINARIOS
‘Ficciones-Fictions’, la muestra de Sofía que llegó a Panamá, está compuesta por diecisiete cuadros en gran, mediano y pequeño formato. Sobre su técnica, ella misma se anima a identificar los elementos que no podría dejar a un lado cada vez que trabaja en una pintura: ‘Siempre llevan esa mezcla entre el detalle con óleo y las texturas con acrílico’. Todos los cuadros fueron producidos en su estudio y le tomó aproximadamente siete meses.
‘Estas obras comenzaron por mi interés hacia temas relacionados con el inconsciente, el psicoanálisis, y por memorias de mi pasado’, continúa hablando la artista sobre sus principales focos de inspiración.
Según Sofía, la serie de pinturas de esta colección es una mezcla entre lo irreal y lo real. ‘Imágenes y recuerdos de niños reales en un mundo inventado’.
Para lograr esto, la artista comenta que trabajó sobre la estética del retrato familiar antiguo, una estética extraña y mística que aporta un sentido de recuerdo pero con detalles de sarcasmo e ironía. ‘Creo que siempre mi obra va a tener como esa cosa bella de lo feo y va a buscar también lo hermoso en lo raro’, diría en otra entrevista.
En cada pieza, Sofía dice que busca la frontalidad, la seriedad de las miradas, que la atmósfera donde se expresa una relación de aparente normalidad vaya cambiando mientras se contempla el cuadro, revelando así un secreto de algo imperfecto, incompleto y lejos de un ideal. Ese imaginario utópico de la familia perfecta. Ese otro lado que pocas veces se explora, se filtra irrebatiblemente en sus obras, una mezcla entre lo inconsciente y lo real.
Por eso no es sorpresa que la fotografía sea algo que siempre la inspire. Sobre todo la fotografía antigua, la postmortem, ese tipo de fotografía de muertos que nació en 1839 en algún punto de la capital parisina y que consistía en vestir el cadáver de un difunto para un último retrato grupal.
Justamente en ella se encuentra esa frontalidad, esa seriedad que se aleja de las poses hoy comunes en los retratos fotográficos. Esa ‘seriedad de la persona consigo misma’, describe Sofía, son fotografías donde las personas no salen sonriendo, sino ‘más concentradas en sí mismas’.
Ese diálogo constante entre la fotografía y la pintura, entre la memoria y el inconsciente, se deja ver en ‘Ficciones-Fictions’, el recuerdo que dejó Sofía Ruíz en suelo panameño. ‘Lo que está detrás de la razón’.