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Andy Warhol, la fascinación por lo trivial
- 02/08/2021 00:00
- 02/08/2021 00:00
“En el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos”: Andy Warhol.
El pop art surgió a mediados de los 50, primero en Inglaterra y después se traslada a Estados Unidos donde alcanza su máxima expresión. Heredero de los postulados dadaístas, apostaba por la trasgresión, el absurdo y el distanciamiento de la realidad como postura estética y social. En los años 60, la generación propiamente pop, introduce la idea de trivialidad, de banalidad y fugacidad en el arte, rompiendo así con la estética de lo sublime, de lo eterno y museable que habían sido durante siglos premisas sine qua non de la obra de arte.
Los artistas del pop art plasmaron, con toda su fuerza, la representación directa e indiscriminada de la realidad. El arte popular elevó los objetos de la vida cotidiana a la categoría de obras de arte. Evocaron las imágenes de la cultura popular de masas, de la prensa sensacionalista y amarilla, de la propaganda, del cine y del diseño, respondiendo, de este modo, a la presencia de la televisión, que comenzó a invadir los hogares de miles de personas en el mundo. Los artistas respondieron produciendo obras en serie que ya no eran originales, sino una sucesión de imágenes triviales en forma y contenido.
Esto se evidencia mediante el collage del artista británico Richard Hamilton titulado '¿Y qué es lo que hace los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?' pintado en 1956 para la legendaria exposición: 'He aquí el mañana'.
Nos encontramos en una habitación donde vemos a una pareja desnuda rodeada de todo tipo de mercancías, desde electrodomésticos como una televisión, que era el aparato de moda en el momento, hasta un gigante chupa chups con la palabra pop.
El artista dijo en una ocasión que sus personajes eran los nuevos Adán y Eva viviendo felices en la nueva era consumista y disfrutando de las cosas cotidianas después de haber sobrevivido a los desastres de la II Guerra Mundial.
Esta obra incorpora elementos que van a afectar no solo al arte, sino también a las estructuras sociales imperantes en la época. Nos vamos a encontrar una mezcla de fascinación e ironía con ciertos símbolos americanos, que se reproducen hasta la saciedad, valiéndose del collage como técnica típicamente pop. Pero, además, son composiciones repletas de alusiones imprecisas y ambiguas.
Sin embargo, el público celebró la llegada del pop porque ahora los cuadros representaban un mundo conocido y comprensible. Esto supuso, en cierto modo, una liberación de aquel lenguaje conceptual, abstracto y árido que había supuesto para el gran público la abstracción. No era necesario tener conocimientos para comprenderlo, ya que lo que aquí se representaba era reconocido por todo el mundo.
No hay otra corriente de arte del siglo XX que haya pasado a formar a parte del uso común como lo ha hecho el pop art, abarcando desde los objetos de uso cotidiano hasta la música o la publicidad.
El arte se convirtió en algo descomplicado, fresco, cotidiano, que se alejaba del pomposo e intelectual aire de los museos.
Con la maniobra de traer al mundo del arte el consumismo como motivo artístico, el pop art servía a la cultura de masas, elevando a la condición de obras de arte las botellas de Coca-Cola, las latas de sopa en conserva o los paquetes de detergente. Esta tendencia no solo empleaba productos de la cultura de masa industrial, sino que además las obras eran tratadas como tal y fabricadas en serie.
Pero a pesar de su impulso populista, el estilo, originalmente, se fundamentó en la reivindicación de Duchamp de que el arte debía de ser ante todo inteligente. Así, aunque su tema era banal, sus medios estéticos, por lo general, no lo eran.
Se ha querido ver en una parte de la producción del pop art una reflexión crítica, sin prejuicios, tanto por el artista que lo producía como por la audiencia que lo contemplaba. Sin embargo, ese discurso queda relegado ya que para el imaginario común se trataba de un arte accesible a todo el mundo, asimilable por cualquier persona más allá de las barreras de educación y clase.
Se convirtió en una auténtica estrella de pop de las artes plásticas. Su fama es de carácter mundial, generaciones enteras se identifican con sus imágenes que normalmente aluden a una crítica irónica y confusa, abierta a cualquier tipo de interpretación.
Warhol empezó a pintar cuadros de gran formato en 1960 cuando ya tenía 32 años y era diseñador publicitario en Nueva York. En 1962 aparecen los primeros cuadros en serie de las conservas de la sopa Campbell y en un corto periodo encontró un estilo propio en que nos muestra “productos” venerados por la sociedad de su tiempo, sin ningún tipo de cuestionamiento o reflexión. En ese sentido podríamos hablar de un realismo extremo, es un ojo que ve y transmite, pero no coloca juicio de valor sobre lo propuesto.
Sobre esa mirada distanciada coloca otro término antagónico al arte pensado para perdurar y es el carácter efímero de sus representaciones; nos muestra series de fotografías de víctimas de suicidios y accidentes que se hacían famosos durante 15 minutos gracias a los noticieros y periódicos.
Una de las características más sobresalientes de su obra es la duplicación o multiplicación en serie que podría aludir al carácter sustituible y efímero de los productos de consumo.
Es por ello que fue el más polémico y el más famoso de todos los artistas pop estadounidenses. En sus trabajos pervive la idea de fugacidad, de instante que plasma a través de pinturas, pero también películas o espectáculos de cabaret.
Warhol parece interesarse más por nuestra reacción ante lo que tenemos adelante que por la misma obra. Muchos de sus cuadros tienen asociaciones morbosas: la señora Kennedy después del asesinato de su marido, delincuentes, accidentes, la silla eléctrica, disturbios raciales, etc. Que se hacían famosos durante 15 minutos gracias a los noticieros y periódicos.
Utiliza elementos de tipo expresionista para definir los aspectos traumáticos de sus imágenes; son los instrumentos de un vacío moral y estético sobre los que deliberadamente no interviene; es apenas un espectador.
En su obra podemos observar algunas de las características del pop art genuino, como la ampliación, la renuncia a la expresividad, el estilo impersonal, la limitación temática a los artículos de consumo y la imaginería de los medios de comunicación de masas, la preferencia, como en la publicidad, por los objetos nuevos, la renuncia a toda ideología y la preferencia por los medios de producción técnica.
En 1965 se celebró la primera retrospectiva de Warhol en Filadelfia. Fue un evento masivo; la gente quería ver a Warhol, había logrado su propósito, el sueño de su infancia de ser una estrella. Warhol se convirtió en un auténtico ídolo del pop en las artes plásticas. Su fama es de carácter mundial y generaciones enteras se identifican con sus productos. Podríamos hacer en su obra una lectura que apuntase hacia la crítica o ironía confusa abierta a cualquier tipo de interpretación. Sobre todo contra los productos de la alta cultura, que se encuentran sobre pedestales y que en gran parte se veneran sin ningún tipo de reflexión. Sin embargo, Warhol nunca se posicionó ideológicamente a través de su obra.
Como él mismo dijo: “Un artista es alguien que produce cosas que la gente no necesita, pero que él piensa que sería buena idea proporcionarle”. Y de este modo el comercio del arte se acepta de modo incondicional: “El negocio del arte es el paso que sigue al arte”, “yo empecé como artista comercial y quiero terminar como artista comercial”. Y de esta manera se niega el espacio a la historia, a la memoria y al arte que una vez había soñado con perdurar.