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- 15/01/2020 00:00
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Desde la creación de plataformas streaming, la televisión evoluciona constantemente en cuanto a sus contenidos para atrapar a los espectadores.
La juventud se piensa como el periodo de tiempo y edad en que es válido cometer ciertos errores, conocer lo más que se pueda, adquirir educación e iniciar la búsqueda de la identidad, en cuanto a su personalidad, gustos, comportamiento y principios.
Es esta la etapa del crecimiento donde la vulnerabilidad y la falta de un criterio formado pueden ser puntos de tropiezo para el joven. Es en esta etapa de la vida cuando más sensibilización y orientación debe existir para los adolescentes en cuanto a los contenidos audiovisuales que consumen y extraen de plataformas digitales, más que de la “obsoleta” televisión abierta o de cable.
Las series de categoría juvenil se han apoderado de los prime time de los jóvenes, con temáticas que proyectan situaciones de alto riesgo, violencia, sexo, consumo de alcohol y drogas, hasta casos extremos de bullying en colegios y espacios públicos.
Pero, ¿con esto se busca concienciar o simplemente entretener con apertura a imitaciones? La respuesta no es clara ni sencilla; sin embargo, sigue siendo una alerta para las familias con jóvenes de entre 14 y 18 años para tomar las decisiones saludables y efectivas para un desarrollo de mentalidad sana.
En el estudio “Consumo televisivo, series e Internet: Un estudio sobre la población adolescente de Madrid”, realizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), se alerta de la “posible influencia de las series de ficción en las actitudes aspiracionales e identitarias de los jóvenes españoles, y de los cambios sobre los patrones de visionado de estos medios de entretenimiento”.
Las modas y tendencias aplican también a las series y películas, pese a que su impacto suele ser menos visible que el de la ropa o accesorios en los jóvenes, es de mayor influencia en su comportamiento y la necesidad de obtener reconocimiento social con sus pares. Si bien los patrones de conducta cambian con cada generación, la del milenio y la centennial se registran como aquellas que más sufren los efectos de un consumo sin control.
Las categorías y las clasificaciones son muy poco respetadas por los adolescentes que buscan algo nuevo que ver, o la última temporada de la serie más comentada en los pasillos del colegio o en las redes sociales. Plataformas como Netflix, HBO o Disney+ muy poca autoridad rigen en la creación de perfiles para usuarios, dado que, pese a que existe un límite de edad permitido para utilizar el servicio, los jóvenes muy pocas veces ingresan su edad real para crear un perfil correcto al momento de adquirir el servicio. En estos casos se requiere la intervención del padre o la madre de familia para la orientación necesaria que debe recibir el joven para tomar decisiones acertadas con respecto a lo que consume visualmente.
Según el estudio consultado, el 80% de jóvenes considera que las series de televisión no influyen en sus comportamientos, personalidades ni decisiones, mientras que un 12.8% admite que sí influyen y un 8.7% respondió que la influencia de dichos contenidos es “para mal” en sus vidas.
Pese a estos resultados, Joaquín Arozamena, periodista especializado en medios televisivos y profesor de la Universidad Francisco de Vitori, explicó al medio ABC que “ni adolescentes, ni adultos, ni tercera edad confesarán que influye en su comportamiento lo que emite la casi siempre denostada 'caja tonta'. Sin embargo, los comportamientos de consumo sí responden, en todos los sectores de edad, a la penetración publicitaria de la televisión. También, aunque no lo quieran admitir, los modelos de comportamiento y de apariencia personal mimetizan a los héroes televisivos y, si hay posibilidad, sus modos de vida. El problema es que esos modelos acostumbran a manejar la frivolidad más pobre en sus maneras, lenguaje, comportamiento e ideas, y eso, aunque no lo reconozcan, se traduce en comportamientos sociales y personales de los adolescentes”.
La recomendación de expertos se congrega en la necesidad de una presencia parental en las decisiones de los jóvenes sobre contenido mediático, y una alta credibilidad ante ellos, junto con una actitud coherente en casa. “Estos son los padres que no dan el mejor ejemplo, le sugieren a sus hijos que no vean telebasura y ellos mismos están enganchados”, aseguró Arozamena.
No todo es malo en la lista de opciones de series en las plataformas en las guías televisivas; sin embargo, el preocupante aumento en tasas de suicidios juveniles en países norteamericanos y el mayor número de jóvenes en depresión o en casos de bullying aumentan las incógnitas de si los contenidos —junto a una falta de criterio y madurez— afectan la estabilidad emocional de los jóvenes.
La serie 'Por 13 razones' invadió las salas de casas familiares, aparatos digitales y conversaciones de la juventud desde su estreno en la plataforma Netflix en 2017. La temática centrada en el suicidio, el acoso escolar, la falta de comunicación entre padres e hijos y la creciente violencia en la sociedad desencadenaron una polémica en la sociedad estadounidense cuando ese año, las tasas de suicidios juveniles se dispararon.
El mes posterior al estreno de la primera temporada, investigadores en el Nationwide Children's Hospital midieron las tasas mensuales y anuales de suicidio informadas en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos desde 2013 hasta 2017, donde se produjeron los resultados de 195 muertes por suicidio.
Los varones impulsaron esta tasa un 28.5%, mientras que el porcentaje de chicas se mantuvo estable, pese a que se registra un mayor número de intentos de suicidio realizados por mujeres que por varones.
El estudio de Jeff Bridge y John Ackerman se publicó tras el lanzamiento de la serie que gira en torno a Hannah Baker, una chica de secundaria que toma su propia vida y deja trece grabaciones explicando las razones de su repentino fallecimiento.
La falta de confianza y comunicación entre jóvenes y adultos es un azote a las relaciones familiares donde el control de lo que consume el hijo es dictado por la sociedad y no por la figura paternal en casa. En el estudio del FAD se refleja que 8 de cada 10 de los encuestados (entre 14 y 18 años de edad), consideran que sus padres no deben decidir sobre lo que ven en televisión. “La ruptura en la comunicación entre los adolescentes y los adultos es algo que puede evitarse tanto como agravarse si el adolescente no posee la confianza en el adulto en cuanto a las orientaciones respectivas de su vida cotidiana”, expresó el sociólogo José Lasso, “lo cual puede llevar al joven a cometer errores perder la relación sana con sus padres”.
En Panamá, la sociedad no queda exenta de los comportamientos y tendencias que se propagan desde otros países, por lo que el riesgo de que los jóvenes se “contagien” de conductas y prácticas malsanas transmitidas a través de programas juveniles o para adultos jóvenes puede llegar a ser una realidad si no se trata desde el núcleo familiar.
“Los jóvenes siguen modelos, por lo que se deben ir rompiendo tabúes y enseñar al joven la naturalidad de los procesos que se vinculan al sexo junto con el entendimiento de la negatividad de la violencia presente en la sociedad y que se muestra en los programas”, aseguró el sociólogo.
“La individualidad en los jóvenes ha aumentado en la pasada década, lo cual está provocando una crisis de identidad y los ha empujado a una búsqueda constante de probar su valía por sus propios méritos y lo que aprenden en los contenidos televisivos”, explicó Lasso, “por lo que los padres deben aprender a orientarlos de la manera correcta en cuanto a lo que ven, no caer en las prohibiciones que sólo empeorarán la situación, sino prepararlos con un equipo de valores y principios para conocer lo que les rodea”.
En el desarrollo de una vida adolescente plena es determinante la presencia de los padres: “Si tenemos nuevos padres criando una nueva generación de hijos, pero se ausentan de las responsabilidades que tienen respecto a la formación de la identidad de los jóvenes, la sociedad va a llegar a tener una mayor cantidad de suicidios, pandillas y problemas emocionales y mentales, por lo que en la medida que contemos con padres dispuestos a reconstruir puentes de comunicación directa y abierta con los jóvenes, los programas van a tener menor influencia en estos y sus comportamientos”, remarcó Lasso.