Hombres trabajando: A propósito de la Ciudad

Actualizado
  • 11/11/2019 12:05
Creado
  • 11/11/2019 12:05
Una meditación sobre memoria y escenarios de vida hacia una política cultural nacional

Camino para permanecer entre las gentes que somos y las que fuimos, hermanados en tres de las pocas certezas de la humanidad: tiempo, materia y espacio.

Los cuerpos trasformaron los paisajes-espacios que ocuparon, haciendo de ellos el trasfondo de la performática del 'ser y estar'. Lo hicimos cada quien en su tiempo y, menos veces que más, en nuestros propios términos (libertad).

Según somos y estamos, nuestra identidad muta, porque los espacios catalizan la fluidez de la dinámica identitaria. Cambiamos en el espacio como cambiamos el espacio en su dimensión tangible (material) e intangible, ese universo significativo, un constructo que llamo poliabstracto: erigido a partir de un colectivo no-heterogéneo de significados subjetivos que no excluyen las emociones porque éstas también son parte de manifestación humana.

Lili Mendoza es escritor y ciudadano. Algunas veces, filófoso de hamaca.

¿Podría esa abstracción de la ciudad, construida por los cuerpos y sus significados, considerarse patrimonio nacional? En el paisaje-escenario que ocupamos hemos tallado nichos de memoria donde, asistidos por los tangibles, accedemos al poliabstracto y, de hecho, le añadimos.

En la ciudad que construimos a partir de nuestros cuerpos y significados hay un letrero que lee “Hombres trabajando”. ¿Cómo protegemos el acceso al espacio y la participación? ¿Cómo preservamos esa otra memoria de la ciudad, poliabstracta y no limitada a la descripción de hechos históricos? ¿Cómo preservamos y respetamos a las gentes en sus espacios, a la vez que abrazamos la mejoría del espacio y para quiénes?

El imperativo de una política cultural de Estado es ineludible, sin embargo, su calidad y debida consideración no debe sacrificarse a la premura. Estas consideraciones sobre el patrimonio y el diálogo que debemos sostener Estado y ciudadanos para instruirlas, pueden dirigirse desde un ministerio de cultura. Esta apertura nos acercará a la praxis de la inclusión ciudadana y comunitaria en el manejo y gestión del patrimonio nacional y, en los tiempos en que las industrias creativas están en boga, podremos generar “productos creativos” no excluyentes en espacios cuyo universo de significados escapa a la desconsideración cultural.

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