Un cuento y dos versiones

Actualizado
  • 13/07/2024 00:00
Creado
  • 12/07/2024 17:35
La autora
Zuleyka Alonso es autora de los libros Avanza y vive con sentido y Un corazón púrpura. Es psicóloga con formación en Terapia Cognitivo-Conductual y especialista en entornos virtuales de aprendizaje. Como conferencista TEDx, comparte su conocimiento sobre la importancia del autoconocimiento. Además, guía a personas en constante búsqueda de mejora personal a través de enfoques psicológicos y escritura terapéutica, integrando la expresión artística como vía de introspección.

En un edificio de cuatro pisos, color ámbar y pasillos oscuros, las paredes fueron testigos de las dos versiones que surgen alrededor de un solo hecho. En ese lugar vivían Daniel y su madre; él era amigo de los animales y ella, de los libros.

Su joven corazón se llenaba de alegría al pensar en su décimo cumpleaños. Su madre le había prometido que a esa edad recibiría un cachorro.

Y en menos de lo que ladra un perro, Daniel apagaba las velas de su esperado cumpleaños. Una semana después, el destino les hizo encontrar un perrito abandonado y no dudaron en rescatarlo. Su deseo se había cumplido.

—Mi mamá me dijo que a mis 10 años tendría un cachorro, ¡y ahora tengo 10 años y 7 días! —Aquella promesa de cinco años atrás ahora era latente.

Una sinfonía perfecta, compuesta por risas y ladridos, se introdujo en la memoria de su madre, quien disfrutaba verlos jugar. Ella valoraba al nuevo integrante porque Daniel era hijo único.

Nada parecía separarlos, hasta que alguien consideró que aquella alegre mascota estaba en el lugar equivocado. No era cualquier persona; ella tenía influencia en decisiones cruciales del edificio. Haciendo uso de esto, como cazador que acecha a su presa a escondidas, preparó argumentos para convencer a la multitud de no permitir canes, sustentando que alteraban el orden, la limpieza y la tranquilidad de las personas que residían.

—¡No soy de quejarme, pero hay cosas que no podemos callar! —agregó, mientras se firmaba el acuerdo para excluir a los caninos de los apartamentos.

A los pocos días, varios residentes recibieron la notificación con la nueva regla del edificio. Ese día, Daniel llegó al colegio con sus ojos desbordados en lágrimas, reflejando la inmensa lluvia que invadía su corazón, sin consuelo. Su madre no estaba dispuesta a separarlo de su amigo; había entendido lo importante que era para él.

—¡Si no aceptan al cachorro, tampoco nos quedaremos nosotros!

El día de la mudanza se encontró a la antagonista en el pasillo y no dudó en enfrentarla.

—No entiendo la razón de lo que hiciste. Sabes que esa mañana quienes se cruzaron por el balcón fueron tus gatas porque peleaban entre ellas, no él.

—Eso ya no importa, se van y eso era lo que buscaba... No me agradan ustedes y mucho menos su perro. Pertenezco a la junta directiva y llevo muchos años aquí. ¿Por qué crees que no te enteraste de la reunión?

La noticia corrió de inmediato, ya que Daniel grabó un video y lo compartió en el grupo de vecinos del edificio.

El sonido de la alarma recurrente a las 5:00 a.m. la hizo brincar como un resorte. Hoy es el cumpleaños de Daniel; debo darme prisa para coordinar todo. Aún sentada en la cama expresó:

—¿Puede este sueño sentirse tan real? ¡Tengo que escribir esta historia!

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