La Ciudad de Saber conmemoró su vigésimo quinto aniversario de fundación con una siembra de banderas en el área de Clayton.
- 22/12/2023 14:44
- 22/12/2023 14:44
Julio Yao Villalaz
colaboradores@laestrella.com.pa
A la hora en que salen los ladrones
como alimañas, de sus madrigueras,
salieron de las fauces del Infierno
a robarnos la paz y la bandera,
¡las hienas del imperio con sus bombas,
sus cohetes, bazukas y tanquetas!
Vinieron como lobos por los cielos,
y los cielos lloraron de vergüenza.
Vinieron con espadas luminosas,
su artillería y aeronaves negras.
Vinieron con enjambres de helicópteros
y luces que quemaban las trincheras.
Vinieron con naranjas incendiarias
y rayos infrarrojos en viseras.
Vinieron con sus odios drogadictos
y las tecnologías más siniestras,
¡porque nunca la Historia conoció
armas devastadoras como éstas!
¡Vinieron con cuarenta mil puñales
a matar nuestro pueblo en Nochebuena!
Y todas estas naves, rayos y corazas,
¿para invadir quizás a otro planeta?
¿A repeler acaso a extraterrestres
que habían aterrizado aquí en la Tierra?
¡Cuarenta mil puñales se juntaron
para matar tan sólo a una estrella!
Dormidas en capullos, las familias
soñaban lo de siempre en Nochebuena,
pero Satán no quiso que soñaran
pues quería sus cuerpos en la hoguera,
ya que era el mismo Diablo quien venía
a imponer su reinado en el planeta.
¡El Diablo que venía a reclamar
al mundo, el monopolio de la guerra!
¡El Diablo y sus aviones invisibles
a bombardear a todas las banderas!
Relampagueaban sordos fucilazos.
El Chorrillo moría entre las llamas.
Estallaban misiles, y los láseres
abrían el camino de las balas.
Asustadas, las gentes no sabían
qué ocurría, ¡y corrían angustiadas!
Tomaban a los niños en sus brazos,
¡pero tantos quedaron en sus camas!
y corriendo aterradas por las calles,
las hienas las mataron como a ratas.
Asesinadas en calles y edificios,
aceras, hospitales y en sus casas;
con las manos en alto e implorando
a las hienas, “¡piedad!”, mas disparaban,
pues no eran soldados sino bestias
y solo su mirar encandilaba.
¡Nunca vio tanto crimen una noche,
ni una noche jamás tanta matanza!
Con sus tanques blindados, aplastaron
autos con gente dentro que escapaba.
Machacaron los cuerpos, ¡aún con vida!
y con crueles bayonetas remataban.
A un guardia lo amarraron a aquel poste,
jugando al tiro al blanco a sus anchas,
y aquéllos, maniatados con alambres,
¡los hallamos con tiros en sus caras!
Miles de heridos, rotos en las calles,
sin ninguna piedad se desangraban,
pues las hienas cobardes atacaron
a la Cruz Roja y sus ambulancias.
¡Que no valían la pena los heridos!
¡Que no valían la pena, mejor balas!
Mutilaron los senos a mujeres
y violaron a múltiples muchachas.
¿Y cuántos policías que dormían
acribillados fueron a mansalva?
¿Y cuántos estudiantes en Río Hato
ametrallados fueron en piyamas?
Con las manos en alto los mataron.
¡La orden fue que nadie se salvara!
La patria agonizó por los potreros,
en retenes, en buses y en las playas.
Agonizó en los mares y en los ríos,
en manglares, en montes y quebradas.
¿Cuántos miles mataron esas hienas?
¿Cuántos miles, heridos por sus garras?
Todo porque el Imperio no quería
desmantelar sus bases y sus armas,
y para que el Canal en manos suyas
¡siguiera envenenando nuestras aguas!
¡Cuarenta mil puñales asesinos
Para acabar de un golpe a nuestra patria!