Actualizado
  • 04/01/2025 00:00
Creado
  • 03/01/2025 18:24

¡Viene el pintor!, se acerca midiendo la calle de lado a lado, gritan los muchachos en son de burla. Él murmura incoherencias; cala hondo su sombrero escondiendo el rostro para tratar de evadir el ataque verbal: ¡Borracho! ¡Qué juma, viejo loco!

A esta hora de la noche el acoso va en aumento. Al principio eran pocos y pocas las palabras, risas y morisquetas; después la diversión devino en agresión y el número de zagaletones aumentaba cada día impidiéndole el paso.

Viudo, el hombre vivía en modesta casa con su único hijo. Persona más bien tímida, solía madrugar para atender un conuco en las afueras que lo ocupaba hasta la tarde; al regreso, acostumbraba parar en las pulperías para abastecerse de chimó y empinar el codo. Los adictos al chimó se justifican afirmando que mitiga el hambre y les mantiene despabilados y con ánimo para acometer las faenas del campo; además, lo salobre del urao provoca abundante salivación que luego utilizan como repelente para ahuyentar a las serpientes.

A medida que se aproxima a la casa el zigzagueo es más acentuado, en cierto modo porque en un lance de cacería se le disparó la escopeta y varios plomos se alojaron en una de sus rodillas. Aun sobrio, el hombre parecía un esqueleto embutido en ropas que le quedaban sobrando.

Cada mañana el hijo lavaba los escupitajos que el padre, durante las horas de sueño, esgarraba de continuo contra la pared junto al catre. Al inicio logró recuperar lo blanco del encalado lavando y frotando con esmero; sin embargo, conforme pasaban los días la pared mostraba distintas tonalidades con más profundidad en grietas y lugares porosos sin que pudiera borrarlas de un todo a pesar del esfuerzo.

Un tanto confundido, el joven observaba cómo la pared comenzaba a proyectar lo que parecía la fase inicial del trabajo de los artistas plásticos, en la que dejan correr la espátula sobre el lienzo para mezclar colores y degradarlos. Esas imágenes le hacían pensar en una mano diestra con cierta escuela; sentía un poder de atracción inexplicable hacia aquellas formas caprichosas, si se quiere dibujadas por ambos sin que esa fuera la intención. El color oscuro del chimó, derivado de la pasta achocolatada que tanto masticaba su padre envolviéndola en una baba espesa, resbalaba lentamente por la superficie hasta introducirse en las diminutas grietas.

Una tarde lagrimean sus ojos por el vaho rancio y picante encerrado entre las paredes, lo que le impedía ver con nitidez; optó por abrir los postigos de la ventana y pudo entonces apreciar al escupidero expresándose desde su propia luminosidad.

Aquella noche volvió el padre sangrando por la herida que le ocasionó uno de tantos zagaletones humillado por un escupitajo. Le ordenó al hijo recoger las cosas: Nos vamos. Con la venta de la casa compraremos en otro lugar.

No podemos seguir aquí, cada día es peor y ello me hace maliciar algo muy feo.Transcurrieron varios meses y la casa solitaria pronto se convirtió en refugio de indigentes y animales realengos, hasta que apareció el tractor y comenzó la demolición. Curioso, alguien se acercó, atraído por el trozo de pared señalaba en dirección al escombro teñido de tonos oscuros, marrones y grises, entremezclados en intrincada geometría, cuyo centelleo proporcionaba cierta luminiscencia. Tome lo que quiera, se apresuró a decirle el operador.

Como quien está frente a un grupo de estudiosos del arte, el hombre orientó su atención en disertar, en medio del ruido del motor, acerca del color, forma, volumen, significado de las imágenes; pura expresión en busca de trascender al común cuando opta por escurrirse hasta hallar su propio espacio.

Concluida la faena el tractorista se aleja, y al ritmo de la máquina van saliendo lentamente las palabras: Bueno, gente rara siempre aparece por cualquier lugar.

José R. León D’Alessandro
Nacido en Valencia, Venezuela. Reside en Panamá desde 2013. Universidad de la Tercera Edad: Comunicación Social. Locutor con experiencia en radio y televisión. Secretario de la revista ‘Agronomía Tropical’. Columnista de artículos de opinión en los diarios: ‘El Imparcial’, ‘El Carabobeño’, ‘Última Hora’, ‘Últimas Noticias’, ‘El Universal’, ‘El Venezolano’ y ‘La Estrella de Panamá’.

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