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- 04/08/2022 00:00
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Basada en el libro homónimo del autor japonés Kotaro Isaka, publicado en 2010, la nueva película de David Leitch (Deadpool 2, Atómica), Tren bala, se centra en un laberinto de comedia negra y acción a bordo de la red de trenes más rápida del mundo ubicada en Japón –llamada Shinkansen y que recorre desde Tokyo a Yokohama, Osaka a Kioto, y Nagoya–, dando un recorrido inesperadamente gracioso o vibrante desde el lente de Leitch.
En Tren bala, Brad Pitt interpreta a Ladybug, un asesino sin suerte decidido a hacer su trabajo pacíficamente después de que muchos otros encargos se salieran de control. El destino, sin embargo, tiene otros planes, ya que la última misión que le da su agente (Sandra Bullock) hace que choque caminos con adversarios letales de todo el mundo; todos con objetivos conectados en el tren más rápido del mundo. Leitch se da a la tarea de mostrar un Japón nocturno, vivaz, sin descanso y lleno de misterio –pero no muy 'oriental' en su raíz–, combinando su talento para contar historias contrastantes en alta velocidad junto con un juego de complicidad con la audiencia a través de sus tomas detallistas.
Durante poco más de dos horas, Leitch atrapa a su audiencia con un giro continuo de eventos, dejando pistas en diversos rincones del elaborado tren bala, y creando vórtices de acción con cada nuevo personaje. El guion adaptado por Zak Olkewicz combina la comedia negra, el sarcasmo, la filosofía y el misterio de la obra original de Isaka, pero con un toque original, aprovechando los silencios y las miradas para dar respuestas a preguntas que surgen con la lluvia de escenas, sin tomarse a sí misma muy en serio.
De la mano de Leitch, podemos esperar una cinta un tanto gore, pero con suficiente drama y elegancia como para no ser aburrida o repetitiva en su género, lo que es el molde para Tren bala, que se apoya en los recursos narrativos visuales y de su banda sonora como pilares esenciales en los múltiples mensajes que deja la cinta.
Dominic Lewis (Monsters at Work, Peter Rabbit 2) sorprende con una banda sonora que encapsula las emociones y personalidades de los diversos personajes, desde sus dificultades emocionales hasta las violentas batallas dentro de los vagones en movimiento, que en su mérito, también actúan como personajes principales.
Se dice que es menos probable morir a bordo de un tren que a bordo de un avión, pero Hollywood ha hecho su misión personal al mostrar diversas formas de estar en el vagón equivocado de un tren. Cintas como Un encuentro explosivo (2010), Asesinato en el expreso de Oriente (2017) o La chica del tren (2016) muestran diversos géneros e historias a través del recurso icónico de los trenes, utilizándolos como personajes importantes y persistentes a través de la trama, lo cual solidifica la huella de estos medios de transporte en el cine y en la vida cotidiana.
Esto parece estar dentro de la inspiración de Leitch, quien trata a la elegante bestia de los rieles como uno más de sus actores, dándole responsabilidad, carácter y un rol de “agente del destino”, aun cuando los personajes de carne y hueso tratan con todo de sí para bajar del apabullante viaje. El tren sabe algo que ellos no, y juega con las expectativas y los planes de estos para dar a entender su autoridad y el verdadero final de la ruta.
Aunque sea poco probable que entremos en un vagón donde se encuentre un asesino temible como 'El Lobo' (Benito Martínez - Bad Bunny) en medio de una batalla a muerte contra un experimentado ladrón sin suerte, vivir la experiencia a través de la inmersión en la pantalla grande es suficiente adrenalina como para vendernos la idea de que viajar en tren puede ser una memoria que no querríamos perdernos.
El debut del cantante boricua en la pantalla grande es un hito interesante y demuestra lo necesario para contar su historia de forma convincente, cómica y relevante, sin pasos de más ni exageraciones bruscas, lo cual destaca para su personaje, dándole vida a una corta –pero memorable e inteligentemente colocada– introducción.
De igual forma, vemos el desarrollo de la trama desencadenarse entre ramas de un mismo árbol, y a los asesinos unirse por segundos contra un enemigo común y, al parecer, omnipresente: La Muerte Blanca (Michael Shannon). La astucia de las plumas de Isaka y Olkewicz pinta a cada asesino en su propio panorama, desde el par de cómicos y letales hermanos, Limón (Brian Tyree Henry) y Mandarina (Aaron Taylor-Johnson), el silencioso Avispón (Zazie Beetz), el meticuloso Anciano (Hiroyuki Sanada), y la recursiva y astuta heredera desterrada llamada Prince (Joey King).
El motivo de cada uno para abordar el tren es distinto, aunque todos se entrelazan tras tres cuartos de filme, cuando la amalgama de personajes va reduciéndose y da paso a aquellos sobrevivientes de quienes depende la venganza contra la Muerte Blanca. Si bien las peleas violentas y sangrientas se ven obviamente coreografiadas y muy veloces, la comedia de estas es lo que mantiene a flote la ilusión de su veracidad.
Asimismo, unos breves flashbacks recrean escenas japonesas al estilo de Hollywood –“tradición y lealtad”, como indica el Anciano– que muestran piezas clave de las situaciones en las que se encuentran algunos asesinos, aunque por su distancia entre unas y otras, y la repetición de algunos eventos, se siente como si estuviéramos perdiendo tiempo valioso en recapitular información que realmente no nos lleva a ninguna conclusión nueva. El destino juega un papel de interés en la trama, siendo utilizado como una herramientas filosófica sobre la pregunta milenaria: ¿Podemos controlar nuestro destino o solo caminar en la línea determinada por él?
Otro recurso que busca resaltar la obra de Isaka –y tal vez integrar a la audiencia millennial más allá de las luces neón– es la mención del famoso personaje Thomas, la Locomotora (1984) como metáfora consistente en la visión de la vida de los asesinos y la capacidad de leer a las personas para desenmascarar las intenciones y planes de los demás. Esta inserción viene directamente del material de Isaka, realzada por Henry, y es una de las partes más divertidas de la cinta.
Pitt hace un regreso interesante como un hombre que busca estar más en contacto –y en control– con su interior, con un sombrero de pescador gastado, lentes falsos anticuados y un atuendo que bien podría hacerlo pasar por un turista norteamericano normal. Su uso del término “viejo” (o 'dude') como pronombre, sustantivo o verbo en distintas escenas provoca risas leves, pero lo alejan de otras cintas donde su interpretación de hombre estresado y preparado en todo momento fue la cima de su rango. Esta es una buena muestra de la libertad para “no hacer nada” en una película que explota la falta de interés de su personaje principal en su propio mundo, sin caer en el aburrimiento para las audiencias.
Pese a no resaltar como una de las mejores películas de su género, Leitch entrega un producto que no se toma a sí mismo en serio, ni pretende ser más de lo que es: una buena película para lograr algunas risas y pasar un buen momento. No es necesario conocer sobre la cultura japonesa ni la británica (nacionalidad primaria en esta rendición) para entender algunos chistes; tampoco es importante saber por qué muchos civiles no entran a los vagones del tren en las distintas estaciones hasta Kioto (como si por alguna razón lo evitaran, muy por contrario al comportamiento habitual), puesto que la cinta no busca concentrarse en los detalles del mundo real alejado de la fantasía que Leitch ha construido y de la que busca sacar el mayor provecho.