Brígida De Gracia reconstruye el pasado de peces y ecosistemas

Actualizado
  • 19/11/2021 00:00
Creado
  • 19/11/2021 00:00
La técnica en investigación del STRI busca desentrañar procesos ecológicos y evolutivos, analizando los otolitos de los peces. Su trabajo contribuye al desarrollo de políticas públicas.
Brígida De Gracia Taylor, en el laboratorio del STRI en Naos.

En la comunidad de Cerro Gato –antes provincia de Chiriquí, ahora comarca Ngäbe-Buglé– nació Brígida De Gracia Taylor, en el seno de una familia numerosa. Maestra de primaria, licenciada en geografía e historia, con experiencia política y actualmente estudiante de derecho, es también la única mujer ngäbe que se dedica a la paleontología y biología marina en Panamá.

Trabaja en el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) como técnica de investigación en el laboratorio del Dr. Aaron O'Dea, ecólogo marino y miembro distinguido del Sistema Nacional de Investigación, quien la considera “un modelo a seguir por las jóvenes científicas panameñas”.

Brígida enfoca su curiosidad científica en la taxonomía de animales marinos fósiles y actuales, y puede identificar corales, almejas, caracoles y briozoos. Su especialidad son los otolitos de peces fósiles. Además, maneja la mejor colección de referencia de esqueletos de peces tropicales en Centroamérica, la cual incluye especies de ambas costas del istmo, y capacita a jóvenes científicos. Espera terminar, algún día, un doctorado en paleontología.

En las giras, bucea y recoge muestras de sedimentos fósiles en tubos de aluminio. Mezclados con la arena, hay caracoles, fragmentos de diferentes tamaños de coral y de conchas, huesos, dientes y otolitos de peces. En el laboratorio, se cortan los tubos y los sedimentos se separan, tomando en cuenta la profundidad de donde se obtuvieron, luego se tamizan y se procesan.

Brígida De Gracia Taylor, técnica en investigación del STRI

Los otolitos son como piedras que se encuentran en los canales semicirculares de la cabeza de los peces que tienen esqueleto, en el interior del aparato vestibular (oído interno). Están formados por cristales de carbonato de calcio, aragonito y apatita, y funcionan como sensores de profundidad, mantienen el equilibrio del pez y le ayudan a detectar vibraciones y sonidos.

Aunque los huesos se deterioran con el tiempo, los otolitos se conservan gracias a los minerales que los componen. Pueden medir más de 3 cm, como en las corvinas, y otros hay que verlos con el estereoscopio. A veces se tiñen para observar mejor sus características. Presentan unas líneas que indican la etapa de crecimiento de un pez. Con la impresión que tiene un otolito, se puede caracterizar la familia del pez y, con la práctica y el conocimiento, determinar su género o especie.

“He procesado muchas muestras de otolitos de sedimentos del holoceno (10 mil años hasta el presente) y de otolitos actuales del Caribe. Es un trabajo muy especial porque hay que conocer la taxonomía, consultar la literatura y diferenciar los morfotipos, es decir, las impresiones”, expresa Brígida.

“Muchos peces y otros organismos marinos están siendo presionados por el consumo humano y se están adaptando a esta presión. Este es uno de los temas que se estudia en nuestro laboratorio y que trabajamos con las colecciones que dejó el Proyecto de Paleontología de Panamá”.

En el laboratorio hay colecciones de referencia y se exhiben fósiles.

El análisis de los otolitos permite comparar la diversidad de fauna y los ecosistemas del pasado con los actuales, conocer el tamaño que tenían antes los peces, evaluar el impacto del ser humano en un sitio, hacer proyecciones y formular recomendaciones de conservación para los tomadores de decisiones.

“Las investigaciones no son para que se queden en un laboratorio, sino para que se conozcan y se tomen acciones”, indica Brígida.

Una lotería

En el laboratorio ubicado en la isla Naos, en la entrada del Canal de Panamá en el lado Pacífico, Brígida cuenta, relajada y afable, que su mamá es de la costa, de Guacamayo, en Kusapín, y su papá, del área de la montaña, en la comarca Ngäbe- Buglé.

Los sedimentos pasan por tamices y se procesan según su tamaño.

“Somos ocho hermanos y mis padres siempre trataron de que todos nos educáramos. A mí me gustaba la lectura. En vez de darnos un regalo cualquiera, mi mamá nos daba libros. Así, aprendí sobre los egipcios, la historia de los indígenas americanos, nuestros ancestros, y las excavaciones que se hacían. Todo eso despertó mi curiosidad por la geografía, la historia y la paleontología”.

Brígida es maestra de enseñanza primaria, egresada de la escuela Normal de Santiago, provincia de Veraguas. En la Universidad de Panamá (UP) estudió la licenciatura en geografía e historia. Le tomó 10 años presentar la tesis.

“Mi sueño era terminar la licenciatura e irme lejos a estudiar paleontología o arqueología, pero, por cosas del destino, me salió un trabajo como secretaria en la Asamblea Nacional, y acepté”.

Después incursionó en la política. Siguiendo los pasos de su padre, que había sido representante y alcalde en la comarca, Brígida fue representante de corregimiento.

Ambas experiencias le sirvieron para hacer su tesis de licenciatura sobre la evolución histórica de la comarca Ngäbe Buglé, en su aspecto administrativo-político.

“Hice el recuento de las primeras luchas del indígena ngäbe por hacerse presente y ser incluido en los censos nacionales, hasta cómo fue marcando el pueblo esa autonomía que quería como comarca. Terminé mi tesis en tres meses”.

Pero aún tenía un sueño por cumplir.

Giro al pasado

En una reunión con el profesor Fernando Aparicio, Brígida De Gracia vio en la pared del departamento de historia de la UP, un anuncio que dio un giro a su vida: “Se solicitan voluntarios en el departamento de paleontología”.

“Me dije: ¡esto es lo que estoy buscando! Para aprender, uno tiene que empezar desde abajo y echarle ganas a lo que se quiere, así que escribí al correo y era el del Dr. O'Dea. El Mgtr. Félix Rodríguez, biólogo y paleontólogo, me entrevistó. Era el año 2006 y fue como ganarme la lotería: vine para conocer y obtuve toda esta enseñanza en el laboratorio”.

Brígida ha colaborado en publicaciones científicas y ha participado en eventos internacionales. “Es importante conocer a otros especialistas”, dice. “En España está el Dr. Antoni Lombarte, y en Taiwán, el Dr. Chien Hsiang Lin. En 2018 fui al Simposio Internacional de Otolitos en Taiwán”.

A través del Programa de Pasantías STRI - Senacyt, pasó tres meses en la Universidad Federal Fluminense de Brasil, aprendiendo más sobre los otolitos en el laboratorio del Dr. Orangel Aguilera, destacado experto en esta materia en América.

También colaboró con el músico y artista de sonido, Heriberto Pinzón, en el LAB de Arte y Ciencia, una iniciativa organizada por Estudio Nuboso y apoyada por la Senacyt.

“Me gustó la idea de reunir a un artista con un científico, ambos colaboramos en transmitir el conocimiento, aportando cada uno su perspectiva. Él es músico y le expliqué que el otolito es como el oído de los peces, a través de esa piedra ellos escuchan para evitar ser depredados. Nos pareció interesante hacer una proyección de cómo la naturaleza nos dice algo y nosotros queremos hacer ver que es otra cosa. La contaminación ambiental y los desechos están afectando a todos los organismos marinos. No estamos escuchando la alerta que nos dan los animales”.

En octubre pasado, Brígida fue a la isla Escudo de Veraguas con estudiantes de posdoctorado y a la comunidad de Cayo Agua, en Kusapín, donde anteriormente se había realizado una colecta de caracoles del género Strombus.

“Allí les manifestamos el agradecimiento a los habitantes, porque ellos contribuyeron a la ciencia y al conocimiento. Hay que integrar a las comunidades en la aplicación de la ciencia, así, cuando el científico se va del lugar, los pobladores conocen el trabajo que se está haciendo y ellos pueden continuar y colaborar”.

Conozca más sobre los otolitos en: https://otolithspisciumpanama.jimdofree.com/

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