Arborización citadina contra el cambio climático

Actualizado
  • 24/09/2021 00:00
Creado
  • 24/09/2021 00:00
Las áreas verdes de las ciudades no deben ser vistas solo como espacios recreativos, sino como una infraestructura ecológica urbana que favorezca la conectividad ecológica, la biodiversidad y la resiliencia.
Ejemplo de arborización inteligente en Barcelona. Se utilizan varios niveles de arborización en una misma zona para aumentar la superficie sombreada.

¿Es compatible la ciudad con el ambiente? ¿Cómo armonizar el asfalto y el hormigón con el verdor, los ecosistemas y los ciclos naturales?

Las ciudades ocupan el 3% de la superficie del planeta, pero se están convirtiendo en uno de los principales problemas ambientales. Consumen entre el 60% y 80% de la energía global y producen alrededor del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero. La situación empeora con el aumento de la población urbana y se prevé que, en el año 2050, habrá 2,5 mil millones de personas más viviendo en zonas urbanas, principalmente en los países en desarrollo.

El desarrollo urbano sin planificación y desconectado de la naturaleza interrumpe la estructura ecológica de la ciudad, altera los ecosistemas y causa desequilibrios en los ciclos naturales del agua, el dióxido de carbono, monóxido de carbono, ozono y dióxido de azufre. Además, la transformación de los hábitats causa fragmentación de bosques y pérdida de la biodiversidad. Estos desequilibrios conllevan consecuencias económicas y riesgos para la salud y calidad de vida de los ciudadanos.

Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (Ipcc), publicado en agosto pasado, algunos aspectos del cambio climático pueden verse amplificados en las ciudades, en particular las inundaciones debidas a episodios de precipitaciones intensas y al aumento del nivel del mar en las ciudades costeras.

Funciones ambientales del árbol en la ciudad: prevención de escorrentía, infiltración de agua lluvia, mejora del microclima, filtración de radiación solar y absorción de contaminantes.

En su libro Arborización urbana. Guía ecológica de aplicación, lanzado esta semana, la Dra. Graciela Arosemena, investigadora y docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá, propone que los árboles y los espacios verdes deben concebirse como una “infraestructura ecológica” que brinda funciones esenciales para que las ciudades puedan integrarse con los sistemas y ciclos ecológicos. “El primer paso para buscar soluciones a los problemas urbanos, es entender cómo la ciudad interfiere y genera cambios en los sistemas ecológicos, que no solo provocan conflictos con los propios ecosistemas naturales, sino que también generan inundaciones, contaminación y el efecto isla de calor”.

La Dra. Arosemena, quien es miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI), señala que es urgente que se realicen investigaciones científicas para encontrar formas de adaptación o soluciones al cambio climático y otros problemas del ecosistema urbano, y que cada ciudad debe hacer sus propias investigaciones porque no hay una receta para todas, ya que debe considerarse el clima, las condiciones geográficas, el modelo de ciudad y la densidad poblacional, entre otros factores.

Incorporar la arborización urbana inteligente al diseño de las ciudades, es una solución viable para alcanzar algunas metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, tales como reducir el número de muertes y enfermedades producidas por la contaminación del aire, el agua y el suelo; lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean seguros, resilientes y sostenibles, y fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con el clima y los desastres naturales.

Investigación
Paisaje cultural resultado de la interacción del hombre con la naturaleza.

Al volver a Panamá tras sus estudios de especialización en Barcelona (España), la Dra. Arosemena identificó la falta de un libro orientado a los arquitectos y urbanistas en Panamá sobre el papel de los árboles en la mejora de los problemas del ecosistema urbano y en la manera en que se diseñan las ciudades. Ese fue el germen de su libro, que conjuga el conocimiento práctico y la perspectiva botánica para que los arquitectos puedan incorporar diferentes especies de árboles que sean adecuados para generar diversas funciones ambientales.

“Veía la necesidad de que, además de que el árbol fuera concebido como elemento ornamental y de recreación, también estaba la oportunidad de que, a través de la arborización, se puedan conseguir beneficios desde el punto de vista ambiental y ecológico para la ciudad”, explica la investigadora. Estos beneficios incluyen la filtración de contaminantes, la gestión de la escorrentía de lluvia, reducción del impacto de la radiación solar y del consumo energético, y la adaptación y mitigación de efectos del cambio climático.

La investigación, registrada en la Universidad de Panamá, identificó las especies y sus características botánicas y prácticas para las funciones ambientales, tomando en cuenta el tipo de espacio, ya sea un parque vecinal, avenida, plaza, etc.

Es importante que la vegetación que se utiliza en la ciudad esté adaptada al clima local, esto reduce la necesidad de riego. Además, reforestar las riberas de cuerpos de agua urbanos puede evitar inundaciones, así como los jardines de lluvia contribuyen a gestionar el agua lluvia y la escorrentía.

Flamboyán, especie adecuada para parques; sus raíces pueden afectar estructuras.

El libro de la Dra. Arosemena, Arborización Urbana. Guía ecológica de aplicación, que aborda esta temática, estará a la venta en El Hombre de la Mancha en las próximas semanas.

Bagaje

A lo largo de su trayectoria, la Dra. Arosemena ha realizado investigaciones sobre el paisaje cultural en Panamá Viejo y el proceso ambiental de ocupación de los poblados permanentes que se dieron en el territorio de la antigua Zona del Canal de Panamá.

“En Panamá Viejo se trataba de entender cómo fue el proceso de interacción entre la obra humana y la naturaleza, que ha influido en construir la imagen del Conjunto Monumental que ahora es protegido por ley y es patrimonio de la humanidad”, detalla la investigadora, quien es arquitecta con una maestría en ambiente urbano y sostenibilidad, y doctora en medio ambiente y arquitectura.

Explica que el estudio del paisaje cultural contribuye a comprender las distintas maneras de aprovechar el territorio y los recursos naturales por una cultura, y a interpretar cómo el entorno influye sobre la configuración de un espacio urbano.

“También es importante considerar que el paisaje tiene un valor cultural y que necesita ser protegido, no solo los bienes inmuebles, las ruinas o los monumentos, sino el conjunto, la imagen, incluyendo el paisaje natural”, expresa la autora.

A finales del año 2018, la Dra. Arosemena comenzó a trabajar con otros colegas en un proyecto propuesto en una convocatoria I+D de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt).

En el “Estudio histórico del urbanismo del antiguo fuerte Clayton” hizo una valoración ambiental del impacto que tuvo la selección del área, el diseño y el proceso de urbanización del fuerte Clayton para la defensa del Canal, tomando en cuenta factores como el relleno de áreas inundables y los drenajes de agua lluvia como medida sanitaria, la influencia de las condiciones climáticas en el trazado del espacio urbanizado y las consecuencias ecológicas de la fragmentación del territorio asociado a su modelo urbano.

Para la autora, otra de las motivaciones era estudiar el valor patrimonial del paisaje cultural de la Zona del Canal. “Hemos encontrado muchos elementos comunes en los poblados de la antigua Zona del Canal. Clayton es un ejemplo de cómo fue el proceso de implantación urbana, de la relación entre el medio urbano y el entorno, y de la construcción de un paisaje urbano sano”.

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