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¿Llegó Estados Unidos a pedir disculpas a Colombia por el despojo de Panamá? Casi
- 13/11/2022 00:00
- 13/11/2022 00:00
En 1914, once años después de la pérdida del istmo de Panamá, Colombia no aceptaba formalmente todavía la existencia de la nueva república. Para limar asperezas, el gobierno de Estados Unidos decidió pedir disculpas al país suramericano por haber “tomado a Panamá” en 1903.
'Deseando poner fin a las controversias y diferencias que surgieron a raíz de la creación de la República de Panamá, el gobierno de Estados Unidos expresa, en su nombre y el del pueblo estadounidense, su sincero arrepentimiento de que ello haya tenido que ocurrir e interrumpiera o perjudicara las cordiales relaciones que habían subsistido durante tanto tiempo entre ambas naciones”, decía el artículo I del tratado Urrutia Thompson, firmado en Bogotá, el 6 de abril de 1914.
“El gobierno de la República de Colombia, a su nombre y a nombre de su pueblo, acepta esta declaración, con la completa promesa de que será removido cada obstáculo para restaurar la completa armonía entre los dos países', continuaba el mismo artículo del tratado, ratificado el 1 de mayo de ese mismo año por el Congreso colombiano, sin objeciones y sin que mediara una consulta con el gobierno panameño.
Otras cláusulas del tratado incluían beneficios para Colombia: una indemnización de $25 millones, además del derecho a transportar tropas, buques y materiales de guerra a través del Canal de Panamá sin pagar el peaje.
El tratado Thompson Urrutia representaba un cambio de actitud de parte del gobierno estadounidense, que hasta poco antes se mostraba indiferente a las protestas colombianas y de la comunidad internacional por lo que consideraban un traicionero despojo a un país amigo.
Pero había una fuerte razón para el cambio: con el Canal a punto de inaugurarse y los nubarrones de guerra cerniéndose sobre el continente europeo (la guerra estallaría apenas semanas después de la firma del tratado), Estados Unidos necesitaba que Bogotá reconociera la soberanía de la República de Panamá y las fronteras entre ambos estados.
No obstante ser ratificado por Colombia, el tratado nunca llegaría a ser aprobado por el Congreso estadounidense. El principal impedimento fue el expresidente Teodoro Roosevelt, quien en 1914, a sus 56 años, se negaba a aceptar que su país tuviera que pedir disculpas por lo que él consideraba uno de los grandes logros de su presidencia y una conquista estratégica para el futuro de su país.
Todavía un 'peso pesado' en la política estadounidense, Roosevelt puso en juego todo su liderazgo para convencer a los senadores republicanos de rechazar el proyecto. El tratado -y con ello las disculpas del gobierno estadounidense y los $25 millones-, permaneció engavetado hasta el final de la guerra, en 1918.
Para 1918, las prioridades de ambas partes habían cambiado.
Estados Unidos entendía que la consolidación de su nuevo estatus de potencia mundial dependía de su capacidad para garantizar el flujo comercial del petróleo y establecer bases comerciales y militares en todos los rincones del mundo – el funcionamiento continuo y efectivo del Canal de Panamá-.
Pero si el nuevo orden mundial abría grandes oportunidades para Estados Unidos, el clima comercial colocaba a Colombia al borde del caos financiero. Con la abrupta caída de sus exportaciones, su mayor entrada había quedado restringida a los impuestos aduaneros que cobraba de las importaciones.
Aprovechando la situación, el presidente estadounidense Woodrow Wilson llegó a un entendimiento con los senadores republicanos, y envió en 1918 al secretario de Estado Hoffman Philip con una propuesta para revivir el tratado Thompson Urrutia de 1914.
La propuesta de Wilson incluía doce modificaciones al tratado. La más importante era la supresión del Artículo I, que expresaba el arrepentimiento del pueblo estadounidense.
El presidente colombiano aceptó, lo mismo que el Comité de Relaciones Exteriores del Congreso estadounidense, que después de 6 años, dio un informe favorable a la nueva versión del tratado. Faltaba ahora someterlo a la aprobación de los legisladores de ambos países, lo que se esperaba ocurriera en los primeros meses del año 1919.
En esta ocasión, no se esperaba ningún obstáculo en Estados Unidos, pues el expresidente Roosevelt había muerto a principios de ese año, y los senadores republicanos eran libres para opinar. Tampoco se esperaba ningún obstáculo en Colombia.
Así estaban las cosas cuando el diario El Espectador de Bogotá lanzó una bomba noticiosa el 3 de febrero de 1919.
De forma callada, casi secreta, un grupo de empresas petroleras estadounidenses habían ido adquiriendo más de 341 mil hectáreas de tierra colombiana. No eran tierras cualquiera, estas contenían el 90% de la riqueza petrolera del país, que por entonces se consideraba uno de las mayores reservas del mundo.
Todos los gremios colombianos protestaron y se urgió al gobierno a rechazar el tratado y las adquisiciones de las compañías norteamericanas.
Pero la situación coincidía con el agravamiento de la crisis económica mundial que en Colombia revestía un carácter cada vez más dramático: además de la disminución de las exportaciones, el alza del dólar y la caída de los precios del café, se había encendido una tremenda crisis política por la cercanía de las elecciones presidenciales y la división del partido de gobierno.
Las arcas del estado no contaban con efectivo para pagar a los empleados públicos, al ejército, ni a la policía. Tampoco a los jueces o a los maestros. No se podían sostener las cárceles. El gobierno no podía pagar sus deudas, ni afrontar el manejo de los recientes problemas sindicales.
La única solución eran los $25 millones que había prometido el gobierno de Estados Unidos como compensación por haberlos despojado de Panamá.
Y el gobierno colombiano tuvo que ceder.
En abril 1921, el tratado fue aprobado por el Congreso de Estados Unidos y el 22 de diciembre de 1921 por la Cámara de Representantes de Colombia, con sus modificaciones.
Casi veinte años habían pasado desde los hechos del 3 de noviembre de 1903.
Por fin, la República de Colombia reconocía la existencia de la hermana República de Panamá. Pero no lo hacía ante el gobierno panameño, sino al de Estados Unidos de América.