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Un libro sobre la primera doctora panameña
- 23/10/2022 00:00
- 23/10/2022 00:00
Este lunes 17 de octubre, en el marco de la biblioteca Nacional, se presentó el libro “La doctora”, de Vannie Arrocha, una biografía de la primera mujer panameña titulada en medicina.
El libro reúne por primera vez en un solo documento la información dispersa sobre Lidia Sogandares, a vez que le da un sustento coherente y completo de la época en que vivió y las condiciones en las que debió trabajar.
Con esta obra, Vannie Arrocha saca del olvido a una persona que jugó un papel fundamental en la historia del país, al romper las barreras sociales y culturales que impedían a las mujeres acceder a una profesión científica.
Aunque desde siempre habían procurado la salud física y emocional de sus hijos, padres y esposos, las puertas estaban cerradas para aquellas que deseaban entrar en carácter formal a la profesión médica.
No fue sino hasta el siglo XIX, cuando empezaron a penetrar lentamente en las universidades a hacerse con los títulos que les permitieran recibir remuneración y reconocimiento por su trabajo.
En Panamá, ninguna mujer había dado este paso hasta que lo hizo Lidia Sogandares.
Nacida el 17 de octubre de 1907 en la isla de Taboga, en una familia educada y de pocos medios económicos, fue desde joven una persona sobresaliente. “Era hermosa, inteligente y tenía encanto”, nos revela Arrocha en su libro.
Su madre tuvo que dar una batalla mayúscula para que pudiera ingresar a la mejor escuela de la época, el Instituto Nacional, en el primer experimento de coeducación (educación mixta) que se hiciera en el país.
Cuando cursaba cuarto año del Instituto fue elegida Reina de las primeras novatadas por sus compañeros en votación directa. Sus edecanes fueron Menalco Solís y Marco Aurelio Robles, futuro presidente de la República.
En 1926, para sorpresa de la sociedad panameña de la época, no acostumbrada a ver a las mujeres descollar, se graduó con el primer puesto de honor de su clase, impresionando a la influyente educadora Esther Neira de Calvo, quien la recomendó para una beca para estudiar en Estados Unidos en una escuela católica.
Vannie revela en su libro que inicialmente su padre se opuso a que aceptara la oportunidad, pues no era bien visto en aquella época que una mujer joven viviera fuera de su hogar. Además, le parecía que lo que correspondía era que se colocara en un trabajo y ayudara a la economía del hogar.
Fue su madre la que lo convenció con el argumento de que como doctora podía ayudar más a la familia posteriormente, relata Vannie.
Resulta en este caso conmovedora la natural aprensión que causaba al padre el viaje de su hija, una jovencita de 18 años que debía embarcarse en Panamá, recorrer medio continente en tren y bus para llegar a la escuela en Winona, Minnesota.
Fascinante resulta también la carta que la autora logró rescatar, escrita por el futuro presidente de la República, Enrique A. Jiménez, quien la recibe en el puerto de Nueva York y le explica al padre que se ha encargado de que llegue a su destino bien vigilada.
“Mi querido Manuel”, escribe Jiménez, entonces cónsul general de Panamá en Nueva York, con fecha 27 de octubre de 1926. “Ayer llegó a esta ciudad tu hija Lydia, sin novedad alguna…. La hice hospedar en una casa de huéspedes seria, al cuidado de la señora de la casa, e hice que Elvia Mojica, quien trabaja a mis órdenes, la acompañara a hacer sus compras y a conocer algo de la ciudad. … Yo la acompañé hasta el tren y allí la encomendé al conductor y empleados, a fin de que la atiendan debidamente”.
“La doctora” tiene una redacción elegante, cuidada y fluida, y desarrolla ideas fundamentales sobre la condición de la mujer, su época, y las pruebas que debió enfrentar la protagonista para desarrollar su vocación de entrega amorosa a sus semejantes a través de la medicina. Quedan retratados los terribles problemas sociales de la sociedad panameña, especialmente la eterna falta de recursos y, sobre todo, de educación sexual, con su consecuente desenlace de embarazos no deseados que perpetúan la condición de miseria de las mujeres panameñas, que a falta de una educación formal, carecían de herramientas para procurarse el sustento adecuado.
La culminación de la obra es una muestra de la tenacidad y persistencia de su autora, Vannie Arrocha, quien fascinada por la personalidad arrolladora de Sogandares y su trabajo, debió también luchar contra un montón de obstáculos para finalizar su proyecto.
“Fue un esfuerzo intermitente de ocho años”, revela Vannie, “La prioridad era mi trabajo”.
Fue en sus ratos libres que se entregó a la lectura, búsqueda de documentos y entrevistar a familiares y pacientes.
Incluso fue cuando quedó temporalmente cesante que realizó los mayores avances. “Dí un tarjetazo y me financié un viaje a Washington DC para revisar la Biblioteca Lauinger, de Georgetown University y así poder acceder a la correspondencia cruzada entre Esther Neira de Calvo y Lidia Sogandares”, cuenta Vannie, que hoy trabaja como consultora de comunicación para la oficina del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Panamá
En lo personal, estoy convencida de que “La doctora” debe ser el inicio de una colección especial que reúna biografías de panameños admirables, para formar “un panteón de héroes” propio, que señale el camino a las nuevas generaciones. En este mundo en que se dan por descontadas las ventajas de las que disfrutamos y cuyo futuro se cierne lleno de retos, nuestros jóvenes necesitan saber cómo se construyó este país, entender que nada ha sido fácil y que a cada generación le corresponden sus propios obstáculos y que su responsabilidad es unirse para vencerlos y llevar este país nuestro adelante.
La creación de una biblioteca tipo “solio de héroes” con Sogandares – y otros personajes como Ricardo J. Alfaro, Belisario Porras, Esther Neira de Calvo, Clara González, por decir algunos - debería también convencer a nuestras juventud de observar a su alrededor y entender que el sacrificio personal en aras del bienestar de todos es el valor que permanece y triunfa a largo plazo.
La Sociedad Panameña de Medicina y Obstetricia colaboró con la impresión de los primeros 200 ejemplares de “La doctora”. Ojalá se impriman más y se distribuyan a lo largo del país en nuestras escuelas.