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Demófilo de Buen, una vida ejemplar
- 19/03/2023 00:00
- 19/03/2023 00:00
Recientemente, mientras organizaba los archivos míos y de mi familia conservados en nuestra residencia de los Estados Unidos, encontré una publicación del diario Crítica fechada el 13 de junio de 1960, que Incluía un artículo dedicado a fomentar el éxito del Festival Anual Pro Biblioteca “Demófilo de Buen” de la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá. El festival se celebraba durante el Año de Plata de la fundación de la Universidad. En un recuadro especial de este escrito, encontré un texto corto de extraordinaria belleza titulado: Autobiografía de Demófilo de Buen, el cual deseo compartir. Pero antes de hacerlo, quiero compartir también algunas circunstancias que nos vinculan a Don Demófilo y a su familia mexicana.
La Biblioteca Demófilo de Buen, incorpora también el caudal bibliográfico de la biblioteca personal de otro prominente jurista panameño, José Dolores Moscote, quien colaboró estrechamente con el Dr. Octavio Méndez Pereira y el ex-Presidente Harmodio Arias Madrid en la fundación de la Universidad de Panamá.
Pero volvamos a la autobiografía de Don Demófilo, quien ejerció la docencia en las prestigiosas universidades españolas de Salamanca y Sevilla, y fue Presidente de la Sala Civil del Triburnal Supremo de España. No tuve el privilegio de conocer al prominente jurista español. En 1943, después de la Guerra Civil Española, cuando Don Demófilo inició su exilio de dos años en nuestro país como catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá, yo era un niño de apenas siete años. En 1960 ocupaba el cargo de Asistente del Director de la Oficina de Información y Publicaciones (i.e., Relaciones Públicas) de nuestra Universidad y colaboré con el Profesor Manuel Cano Llopis, Director de la Biblioteca Demófilo de Buen en el artículo promocional antes mencionado. De allí, la presencia de la autobiografía de Don Demófilo entre nuestros archivos personales.
La vida nos depara a veces acontecimientos y sorpresas fascinantes. En 1970, concluidos nuestros estudios de postgrado en la Universidad de California en Berkeley, mi esposa norteamericana Catherine y yo compramos nuestra casa en la ciudad de Oakland, California, donde hemos residido desde entonces y donde criamos a nuestros dos hijos, Jaime Andrés y Juana Inés. Durante el proceso de la mudanza, Ted Kalman, uno de nuestros nuevos vecinos, se nos acercó para darnos la bienvenida a la comunidad de Oakmore Road. Al darse cuenta de que se trataba de una familia latina, hizo el esfuerzo de presentarse en español. Pocos días después, Ted se nos acercó acompañado de un grupo de adolescentes mexicanos que estaban de visita en su hogar. Por supuesto, procedimos a presentarnos con efusivos apretones de mano diciendo nuestros nombres. Uno de los jóvenes dijo —Me llamo Odón de Buen. — Reaccioné sorprendido y le dije —El apellido de Buen no es tan común como el mío, Rodríguez. En mi Universidad de Panamá hay una biblioteca jurídica que lleva el nombre de su fundador, el Dr. Demófilo de Buen.— Sin titubear, el joven me contestó —Es mi abuelo.— Así se inició una amistad que nos llevó varios años después a México, donde conocimos a los hijos de Don Demófilo, todos profesionales distinguidos en diversas especialidades: Jurista (Néstor), Arquitecto (Jorge), Doctora (Paz), Ingeniero (Odón), el mayor y el padre del jovencito que inició nuestra amistad con la familia de Don Demófilo.
Otras coincidencias más nos unen a la familia de Buen. Años después de conocer a Odón, cuando nos hospedábamos en la residencia de sus padres Odón y Cuca de Buen durante una visita a México, supimos en el curso de una tertulia de sobremesa que el Dr. Humberto Ricord, posteriormente Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá, se había hospedado con ellos cuando hacía sus estudios de postgrado en México. La familia de Buen quedó fascinada cuando Catherine les comentó que Elsie Alvarado de Ricord, la esposa de Humberto, poeta laureada y la primera Directora de la Academia Panameña de la Lengua, había sido su profesora de Literatura Panameña en la Universidad de Panamá. Catherine ha traducido algunos de los poemas de Elsie, publicados en ediciones bilingües inglés-español, en los Estados Unidos.
Un dato más. Al igual que Odón, su padre, el nieto de Don Demófilo es también un profesional especializado en ingeniería energética, y ocupa un alto cargo como funcionario público dedicado al desarrollo de la energía solar en México. Está casado con la Dra. Judith Kalman, investigadora, educadora y escritora, hija de Ted y de Peewee Kalman, por largos años parte de nuestra familia extendida en el vecindario de Oakmore Road.
Y ahora, sin más preámbulos, la hermosa síntesis autobiográfica de una vida ejemplar, escrita en 1945 por Don Demófilo de Buen, un año antes de su fallecimiento en la capital azteca.
No sé concebir mi biografía como una lista de cargos y de honores. Y menos si está escrita para conocimiento de jóvenes estudiantes.
Siempre he creído que más que la obra y su éxito vale el esfuerzo puesto en ella. Lo que más me satisface de mí mismo es que mi vida ha sido un entrenamiento sostenido.
Atrajeron mi mocedad aficiones literarias. Después he venido a parar en ser un jurista. Y es lo cierto que he hallado al enfrentarme con ciertas interrogaciones del derecho la misma emoción que produce una página inspirada. Quien no lo crea así, carece de esa luz divina de una vocación que sabe descubrir, a costa a veces de un esfuerzo tenaz, la belleza difícil.
He sido, ante todo, un profesor porque ello me ha permitido ser siempre un estudiante. Más que enseñar un saber, lleno de lagunas, he aspirado sólo a contagiar mi afición.
La suerte me ha elevado a puestos importantes. El destino me ha reservado pruebas y caídas. Considero que para mi espíritu han sido más saludables estas que aquellos. El más grave de mis fracasos, al arrancarme de mi España querida, me ha compensado con la lección maravillosa de América.
Llevo dos años en el Istmo, y sean cuales fueren los azares de mi existencia, el recuerdo de Panamá, al que he conocido en una encrucijada cardinal de su historia, y el anhelo de que sus nuevos hombres prosigan el camino de su grandeza, en un mundo reconstruído, vivirán en mi corazón mientras yo viva.
Octubre de 1945