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Transitismo y desigualdad en las propuestas electorales de cara a 2024
- 12/04/2023 00:00
- 12/04/2023 00:00
Hace unos días comunidades de Panamá Oeste, específicamente de Costa Oeste, iniciaron una jornada de protesta por la falta de agua potable. En medio de las protestas se presentó el actual director del Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (Idaan), pero no se pudo brindar una respuesta satisfactoria a estas legítimas demandas.
Justo al día siguiente, un precandidato a presidente por la vía independiente mencionó desde sus redes sociales, palabras menos, palabras más, que él tiene la solución para la crisis actual del agua potable.
La comunicación de ese mensaje por parte de este político no fue coincidencia, se conoce por datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo de Panamá (Inec) que cerca del 8% de los panameños carecen de agua potable, y esto equivale a más de 280.000 personas. No es de extrañarse que este candidato (que entiendo es abogado, mas no ingeniero hidrólogo ni experto en recursos hídricos) anunciara que en su gobierno se resolverán problemas como el del agua, buscando que el mensaje cale en este sector de panameños; tampoco es de extrañarse que nunca mencionó cómo lo pretende ejecutar.
Estas prácticas demagógicas ocurren a diario en los procesos electorales panameños, en las contiendas electorales panameñas prima la mentira y las insinuaciones demagogas. Una verdadera propuesta electoral, con fundamento, debe ser construida desde la colectividad y la multidisciplinariedad. Hoy, al borde del inicio de una nueva campaña electoral, vemos a candidatos que en su afán de captar votos, aseguran tener respuestas a problemas que luego no saben cómo enfrentar.
Lo cierto es que la democracia y la política están en un proceso de cambios, algunos son visibles y otros, están aún en estado embrionario. En cuanto a la forma como se organiza el poder dentro de una sociedad, considero que estamos ante el fin de una época y el inicio de una nueva marcada por la incorporación de mecanismos de control social de la gestión pública, es decir, se acabaron los cheques en blanco.
La teoría del conflicto - interpretación determinista que pretende explicar los cambios dentro de una sociedad, busca encontrar las razones y contradicciones que dan forma al conflicto y cómo de estas se crean las condiciones para potenciar nuevas estructuras sociales.
El conflicto es percibido como “un fenómeno natural de los sistemas sociales y surge cuando hay desacuerdos entre las personas, producto del rechazo de comunicación. Este rechazo es percibido por la otra parte, a quien le afecta o afectará en algo de su interés”. (Saieh, 2006).
Uno de los padres de la sociología, Karl Marx, tomó prestado de su compatriota, el filósofo Georg Hegel, la concepción dialéctica de la historia. Para Hegel el cambio se produce por una síntesis de fuerzas opuestas que resuelve la tensión entre ideas contradictorias.
Marx toma el marco dialéctico de Hegel como forma o método de análisis, pero considerando la historia como la evolución de las circunstancias materiales en lugar de las ideas. Para Marx son las condiciones materiales que viven los individuos y no las ideas, las que producen conflicto y determinan la organización de la sociedad.
Volviendo a Panamá y a nuestros tiempos, en los últimos años se han querido explicar los conflictos dentro de la política creando la narrativa de que existe una lucha entre sectores independientes y partidos políticos.
Esta narrativa se ha empezado a desmoronar, como algunos advierten, desde el momento en que el “no a la reelección” y el movimiento independiente se convierte en una marca con inversionistas que lo utilizan para asegurar la prevalencia de intereses económicos particulares.
El verdadero conflicto que tiene el potencial para desarrollar cambios permanentes en la sociedad está relacionado con dos contrastes que afectan directamente la vida de las personas:
1- La desigualdad económica estructural.
2- La corrupción y deficiente gestión del Estado.
Ambos factores forman parte de la construcción de una nueva gobernanza pública basada en la confianza.
En cuanto a la desigualdad económica, esta encuentra su fundamento estructural en el llamado “modelo económico transitista”.
El transitismo “fue presentado por primera vez al país por Hernán Porras en 1953, en un ensayo de vasta influencia en nuestra cultura, destinado a demostrar que en Panamá no había clases sociales, sino grupos étnicos vinculados entre sí por sus relaciones con la oligarquía blanca que controlaba las relaciones de todos con la economía de tránsito”. (Castro, G, 2019).
En 1973 el historiador Alfredo Castillero Calvo presenta un trabajo pionero sobre el transitismo llamado “Transitismo y dependencia: El caso del istmo de Panamá”, donde describe que el “descubrimiento del istmo es sucedido por una etapa de 'búsqueda del paso', y esta, a la vez, por el 'hallazgo del paso' con el descubrimiento del mar del Sur”. (Castillero Calvo, A, 1973).
Desde entonces el istmo fue configurado cultural, social y económicamente para fortalecer el modelo productivo basado en la hiperespecialización del sector terciario con el imaginario de Panamá como “Puente del mundo y corazón del Universo” y la “obstinada renuncia al desarrollo de la agricultura y la industria, esto es al aprovechamiento armónico e integral de los restantes recursos del país”. (ibíd.).
Podemos constatar lo cierto de lo planteado en este último párrafo por el profesor Castillero, ya que en la actualidad hemos experimentado una vertiginosa disminución de los aportes del sector agrícola (silvicultura, caza y pesca) sector que representaba en 1990 el 9,6% del PIB y tan solo el 2,3% en el año 2017.
El historiador panameño Guillermo Castro describe los rasgos del transitismo panameño como modelo económico, algunos de ellos son:
• El monopolio del tránsito por una ruta en particular sujeta a estricto control estatal.
• El uso de ese control estatal por parte de los grupos dominantes en el istmo con el fin de garantizar constantes subsidios ambientales y sociales a la actividad de tránsito por esa ruta particular, y como medio para concentrar y centralizar la vida económica del país –y la acumulación de los excedentes generados por esa economía– en torno a esa actividad.
• La subordinación de la periferia interior de la ruta a funciones compatibles con el subsidio al tránsito. (Castro, G, 2006).
Como efecto directo del modelo de crecimiento transitista, las desigualdades territoriales “constituyen uno de los ejes de la matriz de desigualdad social más evidentes en Panamá”. (S. Cecchini, R. Holz y A. Rodríguez Mojica, 2020).
El modelo económico transitista, también llamado economía de enclave, constituye “una de las causales más importantes del crecimiento dependiente y del subdesarrollo en Panamá” e impulsó “políticas públicas con servicios e intervenciones con mayor cobertura y calidad en las áreas urbanas de la región interoceánica. Las desigualdades por territorio, etnia y género, entre otras, se conectan con esta economía de enclave y las políticas públicas correspondientes”. (Ibíd.).
Según datos de Unicef, “el 33% de niños y adolescentes en Panamá (453 mil) vive en situación de pobreza multidimensional, y 25% de ellos está en la comarca Ngäbe Buglé. En cuanto al sistema educativo panameño, 8 de cada 10 niños en comarcas no logran los niveles básicos de lectura versus 4 de cada 10 en áreas urbanas. Además, aproximadamente 40% de los niños entre 4 a 5 años no recibe educación preescolar, a pesar de que es obligatoria”.
Cuando las desigualdades son estructurales y profundas, como es el caso de Panamá, tienen el efecto de acortar los ciclos de crecimiento económico, dificultan la movilidad económica y el desarrollo humano, aumentan la inseguridad, socavan la confianza en el gobierno, aumentan la discordia y las tensiones sociales, y desencadenan actos violentos y conflictos que pueden producir profundas crisis sociales.
Aunque Panamá es uno de los países más desiguales del mundo, destina menos recursos en promedio para lo social que el resto de los países de América Latina. El porcentaje de gasto social en América Latina es de 11,5% del PIB, sin embargo, en Panamá los recursos destinados a lo social son mucho más bajos, oscilando entre el 8% del PIB, esto es más de tres puntos porcentuales de diferencia, un indicador que podría poner de relieve que en Panamá se privilegia el gasto en infraestructura sobre el gasto social.
En cuanto a propuestas para enfrentar la desigualdad no existen diferencias claras entre los candidatos independientes y los de partidos políticos, las contadas excepciones provienen de los candidatos que menos visibilidad tienen en los medios tradicionales, el resto de candidatos (independientes o no) no ha presentado a la sociedad propuestas para mitigar la desigualdad más allá de un discurso de carácter poético y general, que no intenta explicar cómo sería la instrumentalización de su plan, si es que lo tiene.
Esperemos que los candidatos no le sigan faltando el respeto a sus electores con propuestas generales y demagógicas, y entiendan que en esta nueva era de la información no solo es necesario que digan qué harán, sino que también expliquen el cómo.