El otro debate de los candidatos a vicepresidente

Actualizado
  • 14/03/2019 01:00
Creado
  • 14/03/2019 01:00
¿Quién ganó?

Cuando llegué al hangar en Curundú que utiliza la Corporación Medcom para grabar modelos vestidos de atletas que compiten entre sí para entretener a mi madre y a mi padre en las tardes, lugar que esa noche reuniría a seis de los siete candidatos a la Vicepresidencia de la República de Panamá para discutir el futuro de nuestro país, una familia de un esposo de El Chorrillo, una esposa de Torrijos Carter, y sus tres hijos menores, muy pequeños, todos negros alegres, una niña, tenían su puesto de venta de chorizos y carne en palitos al otro extremo de la calle, cerca de un basurero. Esperaban que este evento, como los otros que se realizan allí, convocara a cientos de seguidores para ellos sacar su día. Lo que había, sin embargo, eran camarógrafos, fotógrafos, periodistas, delegados electorales, técnicos de televisión, guardaespaldas, analistas, candidatos a la presidencia, asesores de imagen, políticos reciclados, concentrados en la contienda intelectual que se aproximaba y que sería transmitida por todos los medios que este país dispone. Cuando los conocí, me convertí en su primer cliente y les pagué un dólar por uno de sus productos.

Una vez dentro del hangar, te recibían unas modelos con regalos y una alfombra azul para caminar. Pensar en público requiere en estos tiempos sofisticación. Antes solo había que asistir a una plaza popular. Atrás del escenario para la futura batalla de ideas, otro escenario, pero de calentamiento. Cada candidato en un cubil cuadrado, con sus agentes más confiables, uno al lado del otro, recordando las palabras y las ideas que tendrían la posibilidad de contar a través de una cámara a todos nosotros. Aunque parezca un espectáculo, que en efecto lo es, la noche del martes, en ese momento previo a salir públicamente en televisión nacional, la revisión del libreto era total y había, además de entusiasmo en los rostros de ellos, también rasgos de preocupación.

—¿Se preparó en el espejo?— le pregunté a Nilda Quijano.

—Algunos días —respondió. Y agregó que había estudiado el proyecto político que defendía durante este tiempo de preparación previo al debate. Luego la veríamos denunciando los altos costos de las medicinas en pleno debate y mostrándole al candidato del PRD qué zapatillas no se usan en el gueto de Colón de donde ella es originaria.

Quienes presenciamos el debate en primera persona, podemos afirmar que los seis asistentes se esforzaron por su audiencia. Se mantuvieron más de dos horas de pie con un vaso de agua. Intentando no equivocarse ante un público que es omnipotente, que tiene la apariencia de un lente y una luz roja, que te puede fulminar en tiempo real, al cual debes dirigirte durante unos segundos para explicar títulos constitucionales, remedios económicos, y defender ideas.

‘Concentrarse —me dijo una vez un editor— es una gran hazaña'. Debatir en televisión, aunque la mayoría de ellos sean conservadores, y en apariencia no habría mucho que discutir, requiere además de una enorme concentración y una enorme resistencia física, que estés tranquilo cuando sabes que puedes hacer el mayor ridículo de la historia. Además de político, debes ser actor. Carrizo se tomó más de treinta sorbos de agua. Márquez Amado, me dijo un maquillista, estaba muy sudado. Quijano y Gordón debieron sentarse en varias oportunidades en momento del agotamiento y los señores Boyd y Arango, además de casi no beber agua, tampoco cambiaron los gestos de sus rostros. Otra cosa que atestiguamos el martes quienes fuimos al evento es que el ausente, Luis Casis, estuvo allí entre nosotros.

El resultado lo conocemos todos: son valientes. Se dieron a conocer a todo el país con sus virtudes y defectos. Una cercana de Lombana me dijo que esperaba que los espectadores notaran la sinceridad en los ojos de Márquez. El PRD aprovechó el escenario para repetir su matriz informativa y el consultor respaldó al candidato y su estrategia en todo momento con golpes en el hombro entre cada cambio comercial, como lo haría un entrenador con su boxeador. Un cercano de Boyd, luego de hablarle al oído, dijo que había que precisar las ideas por el tiempo. Quijano y Gordón terminaron exhaustas, la última casi con apoyo de su equipo, todas mujeres y vestidas de rojo. Una vez acabó el debate, que para muchos ganó el candidato que no asistió, los medios de comunicación esperaban afuera para entrevistarlos. Cuando salí estaban la mayoría de ellos allí, entre las luces, las tarimas, y el cielo al aire libre, entre los guardaespaldas, y los técnicos, todavía explicando al pueblo panameño sus propuestas. Miré al otro extremo de la calle para saber de la familia, pero no estaban. Se habían marchado. Un colega me dijo que José Isabel Blandón, el candidato presidencial del partido de gobierno, les compró los chorizos y las carnes y las repartió entre quienes estaban afuera del espectáculo trabajando, como las mujeres que limpian nuestras calles de nuestros desechos.

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