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Rafael Zevallos: 'Niños de once y doce años forman parte de pandillas'
- 21/08/2022 00:00
- 21/08/2022 00:00
Los jóvenes han quedado prácticamente fuera del mercado laboral, tres de cada cuatro no encuentran un trabajo formal. No solo eso, el sistema penitenciario registra que el 60% de los ingresos corresponde a muchachos entre 18 a 29 años, y aunque no hay estadísticas claras sobre la reincidencia, el porcentaje es del 70% según las mediciones de organismos internacionales que estudian el fenómeno en Latinoamérica. A esto se suma la deserción escolar durante y después de la pandemia, que se calcula que en 2021 incrementó en 1.9% en comparación al 2019 que fue de 1.7%. Esta mezcla de factores son la ecuación perfecta para las organizaciones delincuenciales que reclutan a nuevos integrantes a sus filas. La sociedad, por otro lado, no ha mirado de cerca el tema. Pocos se preocupan por la reinserción a la sociedad de quienes ya pagaron su condena e intentan empezar una vida fuera del crimen. Faltan oportunidades. Aunque se han efectuado esfuerzos interesantes en la Fundación Jesús Luz y Oportunidades, dirigida por Rafael Zevallos, se podría ampliar el espectro bajo una política criminológica integral que atienda el problema desde la fase preventiva hasta la postpenitenciaria. Ignorar el problema solo pasará una factura mayor a las generaciones futuras, advierte nuestro entrevistado.
La palabra correcta es esa, niños. He tenido la oportunidad de conocer testimonios de niños de once y doce años que forman parte de pandillas. Esto ocurre muchas veces en hogares donde la cabeza es una abuela, porque el papa está detenido o no existe, porque la mamá está trabajando y el niño está al cuidado de la abuela, o de una vecina, o al cuidado de nadie. Ese niño que pasa hambre, que muchas veces no asiste a la escuela, y sale a la calle a ver cómo genera un ingreso, de repente voltea la cara y se encuentra con un grupo de muchachos del barrio que sí tienen collares de oro, que tienen las zapatillas de moda, que tienen el poder y el estatus en el barrio. Ese niño a muy temprana edad ve eso como un ejemplo a seguir y por eso es más fácil reclutarlos.
Muchas veces cuando no tienes ninguna otra opción y esa es la que se te presenta, o la ves como la vía más fácil o accesible, es la que escogen.
Creo que el principal motivo es porque no logramos sacar la política del tema. Si fuera un esfuerzo de país, en el que la empresa privada y el gobierno se uniesen y entendiesen que tenemos que evitar que las personas sigan viendo la delincuencia como la única manera de generar un ingreso, no vamos a lograr los resultados que necesitamos. La realidad es que esas personas están buscando un ingreso para subsistir y mantener a su familia y los más jóvenes son utilizados por estos grupos criminales como soldados para poder vender un carrizo en la esquina. Se aprovechan de las pandillas para que les muevan la droga en las comunidades y al final si a ese muchacho del barrio le damos una vía para que no dependa de un narcotraficante para generar un ingreso, o para que no dependa de un narco para alimentarse, o para alimentar a sus hijos, estaremos atacando la raíz del problema.
Debemos tener un esfuerzo de Estado independientemente del gobierno de turno para generar oportunidades para la población. Esas oportunidades deben ser reales y terminar en inserciones laborales de personas que están en conflicto con la ley. Si el programa, sea cual sea, no culmina con una alternativa para que una persona pueda generar ingresos de forma honesta, no tiene los resultados que necesitamos.
Hay un elemento que tenemos a favor, la población sí entiende que el futuro que tiene en ese mundo es muy incierto. Que puede terminar muerto o en la cárcel. El problema es que cuando no tienen alternativas se meten a eso.
Tengo que ser sincero, es cierto, cuando una persona viene con un récord policivo manchado sus oportunidades de conseguir un trabajo disminuyen mucho. Pero gracias al esfuerzo en conjunto entre la fundación que represento y la Cámara de Comercio tenemos más de 170 empresas que han contratado a 1,350 personas. Esto se ha efectuado en gasolineras, restaurantes, bodegas, empresas de construcción en las que empresarios responsables han entendido que en la medida en que ellos generen oportunidades ofrecen a estas personas otra forma de vida que no sea el crimen. Así que sí se puede hacer, deberíamos hacerlo muchísimo más, pero la prueba es que estos más de mil jóvenes que tienen trabajo no están delinquiendo. Imagínate si lo hiciéramos como un esfuerzo país, todos en alianza para generar estas opciones. Lo primero es sacar la política del tema, lo segundo saber que si no lo hacemos nos va a repercutir a todos porque la inseguridad nos afecta a todos. Tres, seamos lo suficientemente valientes para tomar las decisiones difíciles que hay que tomar.
La fundación tiene 14 años laborando. Me atrevo a decir que más del 70% de las inserciones laborales han sido en los últimos cinco o seis años porque ahora estamos cosechando los frutos del esfuerzo que hemos hecho por todo este tiempo. No obstante, la pandemia nos afectó muchísimo por las restricciones de movilización y los cierres, muchas inserciones se vieron suspendidas, pero nos hemos reactivado. Hoy en día hemos estado haciendo un promedio de 12 inserciones al mes, en su mejor momento, antes de la pandemia eran de 20 mensuales, totalizando unas 240 al año. Pero gracias a Dios nos hemos ido reactivando y las empresas nos han ido llamando para ofrecernos vacantes y estamos tratando de cerrar el ciclo. Es importante intervenir estas agrupaciones, capacitarlas, pasar por un proceso científico de resocialización, pero si todo ese esfuerzo no culmina con una reinserción laboral no estamos haciendo bien el trabajo.
Faltó el tema de la reincidencia. Es cierto. Muchos jóvenes que salen del sistema penitenciario no fueron resocializados por el sistema o no se les brindó una oportunidad y reincidieron. Creo que estamos pagando las consecuencias de una sociedad en la que los jóvenes tienen menos oportunidades. Están creciendo en hogares desintegrados, la deserción escolar está en aumento y empeorada con la pandemia. Vemos cómo el desempleo ha aumentado en este rango de jóvenes de una manera preocupante. Una persona que vive en situaciones de pobreza o extrema pobreza y que tiene las condiciones mencionadas, o que sus padres o abuelos ya están en conflicto con la ley, que no va a la escuela, que pasa hambre o carece de lo básico, lamentablemente es el caldo de cultivo perfecto para ser reclutado por las organizaciones criminales que se aprovechan del vacío que estamos dejando como sociedad y se aprovechan de estas necesidades.
Como país creo que muy poco. No es un tema de un gobierno o de otro, es un tema de sociedad. Hemos hecho muy poco, por muchos años hemos mirado a otro lado, no le hemos dado la importancia debida y ahora estamos cosechando los frutos de la indiferencia que hemos tenido como país. Creo que es parte de lo que tenemos que hacer, generar oportunidades y disminuir la desintegración familiar, deserción.
Creo que nos ha hecho falta mucho más. Los programas ayudan, pero hace falta ser muchísimo más agresivo para generar estas oportunidades a los jóvenes. Hablando específicamente de la población que está en conflicto con la ley hacen falta más programas de resocialización y reinserción social. Si nos damos cuenta que de esas personas que salen de la cárcel, más del 70% reincide, eso quiere decir que hemos fallado en este proceso. A nivel latinoamericano la estadística indica que más del 70% de la población penitenciaria es reincidente.
Para trabajar en temas de prevención primaria y evitar que lo niños ingresen al mundo de la delincuencia hay un trabajo arduo que hacer en el tema de la deserción escolar. En la prevención secundaria y terciaria, trabajando con población que ya está delinquiendo o que cumple una condena porque delinquieron también hay mucho que hacer. En este último sector hemos trabajado mucho con el Ministerio de Gobierno. Tenemos un proyecto de capacitación vocacional. Estamos entrando en el Renacer con proyectos de varias empresas que brindan capacitación como ayudantes de mecánica, talleres de mantenimiento de motores fuera de borda, capacitaciones de extintores. Estamos haciendo una fábrica dentro de la cárcel de Tinajitas. Se están haciendo proyectos y estamos tratando de trabajar también con el Ministerio Público y el Órgano Judicial.
Y si no sacamos la política. Definitivamente, así es. Pero de esos proyectos han salido testimonios de éxito increíbles.
Ahí es donde entra la parte psicosocial. No solo basta con capacitarlos vocacionalmente. Nosotros tenemos un equipo de psicólogos, trabajadores sociales, criminólogos, técnicos de acompañamiento, expertos en reclutamiento laboral que hacen pasar a cada uno de los candidatos de la fundación por un proceso en el que se les fortalecen sus habilidades blandas y se les ayuda a lidiar con el tema del manejo de la ira, de las tentaciones, de cómo lidiar con su familia, de cómo tratar a los jefes, a los compañeros de trabajo, y fortalecemos a cada candidato para evitar que caigan en esas tentaciones o que se enfrenten a situaciones que no sepan manejar para que logren trabajar la parte vocacional y que como ser humano puedan hacer frente a los retos.
Ese equipo psicosocial evalúa el perfil de los candidatos y en base a las evaluaciones deciden quiénes pueden avanzar en el proceso y en qué tiempo. Tratamos también de elegir a aquellos que están dentro del sistema penitenciario que están próximos a culminar su condena para brindarles esa oportunidad cuando adquieran la libertad. Es un trabajo científico el que determina qué candidato es viable y para qué actividad.
Te puedo contar el caso de un chico que estuvo dentro del sistema penitenciario y cuando salió en libertad se le dio la oportunidad de trabajar en una empresa arrendadora de autos como lavador de carros. Este muchacho hacía un trabajo básico. Luego de seis meses de lavar carros se le asignó llevar un auto de una sucursal a otra. Cuatro años después ese chico llegó a ser gerente de la sucursal de autos en la que empezó lavando los carros. Hoy tiene una casa propia, una familia, es ejemplo para su comunidad. Como ese testimonio de superación tenemos cientos de chicos que vienen de este mundo, de estos barrios, que han estado detenidos y que han cumplido sus condenas, pero también han logrado reinsertarse. Nadie puede decir que no se puede.
Creo que la palabra clave aquí es una política estatal, no gubernamental. El estado somos todos. Yo creo que en este sentido de la política integral estamos en deuda. Hay un trabajo que hacer como país, debemos tener una política que no se quede en un documento archivado en una oficina, sino que se cumpla y se ejecute. Que se implemente sin politizarlo y que entendamos de una vez por todas que de seguir manejando estos temas de manera equivocada el crimen va a seguir en aumento, la inseguridad va a incrementarse y los que van a pagar el precio son nuestros hijos y nuestros nietos que no se merecen vivir en un país inseguro en el cual no puedan salir de la casa después de las seis de la tarde.
Nos falta más, pero hay un paso importante. Vamos en la dirección correcta, pero hace falta que participen muchos más internos en los programas y que esas personas cuando salgan tengan un mercado que les brinde oportunidades o de auto gestión, que puedan convertirse en emprendedores. Por ejemplo, en el proyecto de la fábrica de bloques en Tinajitas todos los beneficiarios del proyecto van a aprender albañilería, van a salir con un conocimiento de construcción, entrar en ese mercado. La idea es que al salir tengan capacidades vocacionales y humanas para poder funcionar dentro de una sociedad. Este proyecto tiene la particularidad de que los internos por la cantidad de tiempo que trabajaron en el proyecto van a recibir una plata para que tengan algo con qué empezar en libertad, además los días que trabajan se conmutan en el tiempo de condena, y ni hablar de lo que pueden aprender.
He visto en papel y en mesas de trabajo cualquier cantidad de compromisos que lamentablemente a la hora de llevarlos a la práctica no se hacen. Ojalá pudiéramos nosotros poner a un lado nuestros intereses y unirnos, entender que se nos está yendo de las manos el problema de la inseguridad y tenemos que vernos en el espejo de México, donde la criminalidad ha superado a las instituciones en algunos estados, o en Colombia donde hace poco hicieron un paro al gobierno por la extradición de un cabecilla, o en Honduras donde están secuestrados por las maras. Si no nos damos cuenta de que tenemos el monstruo tocándonos las puertas alado de la casa y seguimos ignorando el problema, el precio que vamos a pagar es muy caro. No lo vamos a pagar nosotros, sino las futuras generaciones.