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El Tribunal Electoral y sus preocupaciones
- 11/02/2023 00:00
- 11/02/2023 00:00
El sistema democrático descansa fundamentalmente en la consulta popular. La fuente del poder público es el pueblo soberano. Son verdades harto conocidas. Por años el ciudadano se ha consagrado a la búsqueda de mecanismos que garanticen la pureza del sufragio. La institucionalidad electoral que hoy tiene vigencia en Panamá, no era concebida ni remotamente hace medio siglo. Aquellas juntas nacionales de escrutinios escogidas para cada elección presidencial y los organismos electorales auxiliares no contaban ni con la independencia, la tecnología, el financiamiento y la estructura realmente nacional que hoy distinguen al Tribunal Electoral. Me refiero, desde luego, a los tribunales electorales de la democracia por cuya autonomía han venido velando los gobiernos elegidos por el pueblo en votaciones directas. Al respecto, siento que hemos avanzado en materia de imparcialidad de los organismos escrutadores hasta el punto de que aquel viejo e ilícito aforismo que indicaba que quien escrutaba elegía ya no adultera el comportamiento electoral. Ese aforismo quedó erradicado al celebrarse las últimas elecciones de la dictadura, en las que imperó el fraude -con su autoría- en el seno del mismo tribunal. A partir de entonces prevalece otro criterio en defensa del sufragio puro.
El Tribunal Electoral, ennoblecido y restaurado por la democracia, ha venido funcionando con eficiencia. Por su buen trabajo en los comicios del 94 y 99 se ha granjeado el respaldo social, a pesar de algunas negligencias peligrosas (los riesgos de las cédulas falsas. Caso Unisys) y de algunas imprudencias inexplicables (la insólita visita a la embajadora de Estados Unidos "para conversar sobre las distintas situaciones que le preocupan al organismo electoral panameño"). De esta imprudencia o ligereza inexplicable deseo ocuparme cuidadosa y sumariamente.
El país debe conocer cuáles son esas situaciones que preocupan tanto al Tribunal Electoral, hasta el punto que lo llevó a presentar sus citas a la señora embajadora. Seguro estoy que en este asunto el Tribunal no recurrió a la puerta del domicilio donde reside el personaje indicado para atender las quejas o disconformidades de los funcionarios panameños. Esa puerta la simboliza, en un país soberano, el Presidente de la República.
A falta de una versión aclaratoria u oficial sobre el contenido del diálogo con la embajadora, es natural cualquier ejercicio especulativo. Al leer unas declaraciones de un magistrado aparecidas en La Prensa del 6 de mayo último, se podría inferir que al Tribunal le preocupa la ejecución de alguna irregularidad proyectada para las elecciones de mayo. Para contrarrestarla se organiza la visita a la Embajada y se anuncia que en los próximos días habrá una reunión en Washington de los magistrados panameños con los observadores extranjeros dedicados profesionalmente a patrullar elecciones presidenciales.
En el pasado distante, cuando la oposición política temía la consumación de algún fraude electoral, en ocasiones solicitaba la intervención de Estados Unidos, so pretexto de que la misma sería garante del sufragio libre. No quiero sugerir que hoy hay cambios eufemísticos en los procedimientos y hasta en el lenguaje diplomático. Pero las promesas de la embajadora dadas con motivo de la visita que comentamos, insinúan cuál puede ser la angustia de los ilustres togados. "Es uno de los pilares de nuestra política hemisférica, dijo la embajadora, mantener un apoyo firme a elecciones libres". Hay, sin duda, alguna relación de causa-efecto entre estas palabras y la visita de los magistrados. Desde luego, satisface que Estados Unidos tenga una nueva política hemisférica de apoyo a elecciones libres. Es uno de sus nuevos pilares, porque los de ayer estaban destinados a sostener las dictaduras como ocurrió en nuestro medio durante dos décadas con el régimen militar. Pero lo importante es proclamar que la lucha por la democracia es uno de los pilares del pueblo panameño y de su institucionalidad, y dentro de ella, sin duda, el propio Tribunal Electoral, órgano garante, por excelencia, del sufragio transparente. Los pilares democráticos de nuestro sistema son los que nos incumben y debemos preservarlos como signo de nuestra madurez política y de nuestra soberanía.
El mismo día 6 de mayo, en este mismo diario, el magistrado presidente afirmó, como marcando rudamente su territorio, que "no toleraría ningún tipo de presión del Ejecutivo en relación con los preparativos de los comicios del próximo año". Se trata de una denuncia de implícito significado sobre alguna conjura existente, porque si en la realidad tal presión no existe ni ha existido, la advertencia podría interpretarse como impertinente y ofensiva al Órgano Ejecutivo, lo que descalificaría al mismo Tribunal como entidad imparcial o como Tribunal que oculta una verdad. Podría ser que los magistrados vienen ensayando una legítima defensa preventiva, hoy tan en boga en la política internacional, pero cuando lo preventivo es quimérico o irreal en su concepción y en sus efectos, puede ser que estemos en presencia de un cuerpo de magistrados, individual o colectivamente, que se inclina a tomar posiciones políticas impropias de su papel. Por supuesto que la trayectoria de los magistrados rechaza todo equívoco, pero el contenido de las noticias aparecidas en La Prensa, sin la debida rectificación, abre un legítimo abanico, si no de sospechas al menos de especulaciones.
En otras palabras, el Tribunal Electoral debe dar a conocer a la presidenta de la República y al pueblo panameño el contenido del memorial suplicatorio que se entregó de oídas o por escrito a la embajadora de Estados Unidos.
Como decía al principio de estas notas, con el final de la dictadura que padeció Panamá durante 21 años, también tuvo su ocaso el fraude y el imperio absoluto de la dedocracia ¿No cree lo mismo el Tribunal Electoral? ¿Tiene fundamento para pensar de otra manera?
A lo mejor las preocupaciones ciudadanas aquí expuestas son infundadas, como las del Tribunal Electoral, y simplemente estamos en presencia de una extraña tempestad en un dedal.