El SARS-CoV-2 viaja hasta el primer millón de muertos

Actualizado
  • 08/10/2020 00:00
Creado
  • 08/10/2020 00:00
Si el nuevo coronavirus se convierte en un brote más trasmisible y letal, la tan esperada vacuna resultaría menos efectiva. Científicos advierten que es probable que esté gestándose una versión covid-21 y una nueva pesadilla global.

La primera muerte por el nuevo coronavirus fue reconocida oficialmente por China el 11 de enero. Después de 10 meses la enfermedad, que según Pekín surgió en diciembre de 2019, superó la semana pasada el millón de fallecidos.

Panamá supera los 100,000 casos positivos desde marzo pasado, cuando se dio a conocer el primero.

Pese al relato oficial del régimen comunista chino existe abundante información acerca de que el nuevo coronavirus fue descubierto más temprano el año pasado y ocultado irresponsablemente por Pekín –en complicidad con la Organización Mundial de la Salud– poniendo en riesgo la salud del planeta.

La pandemia avanza, con escasas excepciones, sin freno a lo largo del globo. Lo más preocupante es que no se vislumbra un final a la crisis sanitaria ni a sus demoledoras consecuencias económicas y sociales.

“El coronavirus se lleva vidas, vacía las arcas públicas, arruina negocios y agrava tensiones y desequilibrios preexistentes. Actúa también como factor de desestabilización política”, editorializó este domingo el diario catalán La Vanguardia.

Un claro ejemplo de que nadie en invulnerable ni invencible, es que el presidente estadounidense Donald Trump, el ciudadano más poderoso del planeta, fue alcanzado por el nuevo coronavirus. Alérgico a las precauciones para evitar el contagio, terminó sucumbiendo y dando positivo ante el abominable virus chino.

Precisamente durante las recientes actividades por el 75 aniversario de las Naciones Unidas, Trump demandó que ese organismo mundial exija cuentas a China por sus falsedades ante el SARS-CoV-2. La pandemia no habría llegado a los niveles actuales –36 millones de infectados y 1,1 millones de fallecidos– si Pekín hubiera actuado como un régimen responsable y cumplido con sus compromisos internacionales.

Como contra relato, China puso en marcha su propaganda con la diplomacia de las mascarillas y la promesa de una vacuna contra el nuevo coronavirus. Es una ofensiva global de seducción para tratar de reparar la desconfianza generada ante el manejo engañoso de la pandemia y sus implicaciones mundiales.

Campaña de desinformación

El régimen comunista chino quedó desenmascarado en su esencia autoritaria, represiva, violador de los derechos humanos, perseguidor de creencias religiosas y artífice de una campaña global de desinformación para afectar la opinión pública en los países que son sus objetivos.

Los embajadores chinos, actuando como guerreros lobos, han derrochado agresividad y prepotencia ante los gobiernos que exigieron investigaciones independientes sobre el origen del SARS-CoV-2 –sin contar con la discriminación a los africanos en China– en su empeño por avanzar sus proyectos expansionistas y neocoloniales. Todo embozado tras el discurso de amistad, cooperación y multilateralismo.

Más allá de ideologías, hay que reconocer que la pandemia no distingue entre el mundo desarrollado y el emergente, aunque suele cebarse en las capas más humildes de la población. América Latina ha pagado un alto precio. La peor cifra de fallecimientos per cápita –según el recuento diario de la estadounidense Universidad Johns Hopkins– la tiene Perú, seguido por Bolivia, Brasil y Chile.

El mundo no había visto nada similar en más de un siglo. Un mal que se ha infiltrado en todos los rincones poblados del orbe, sembrando angustia y pobreza, y paralizando economías enteras.

Hay un debate sobre si el virus fue creado en un laboratorio chino o si se escapó por fallas de bioseguridad en Wuhan, donde se registró el primer caso de covid-19.

“Un millón de muertos es una cifra terrible”, dijo con dramatismo este domingo Michael Ryan, responsable de emergencias sanitarias de la OMS.

Es una estadística trágica, “un hito que no es solo simbólico sino real”, –editorializó el viernes el diario español El Periódico– “tras la cual se esconde una cantidad ingente de vidas humanas que se desvanecían mientras, primero, el mundo se detenía, para después convertirse en un escenario muy diferente al que estábamos acostumbrados”.

Sufrimiento evitable

Una investigación de The New York Times concluyó el sábado que las cifras son un instrumento impotente para sintetizar la magnitud de la mortandad, puesto que cabe añadir al millón de muertos todos aquellos no contabilizados o que, víctimas de otras enfermedades, han padecido el colapso generado por la pandemia.

“Cuando la atención se enfoca en la devastación causada por la suspensión de la vida comercial, educativa y social del mundo, es demasiado fácil perder de vista el costo humano más directo”, añadió el rotativo.

“Más de un millón de personas –padres, hijos, hermanos, amigos, vecinos, colegas, profesores, compañeros– se han ido, de pronto, prematuramente. Quienes sobreviven al covid quedan postrados durante semanas o incluso meses antes de recuperarse y muchos presentan persistentes efectos adversos cuya gravedad y duración siguen siendo desconocidos”, planteó el diario neoyorquino.

Mucho de ese sufrimiento podría haberse evitado, lo cual es uno de los aspectos más dolorosos.

La gran disyuntiva de los gobiernos es cómo frenar la pandemia lo suficiente como para limitar los contagios y muertes, mientras se reabren paulatinamente los negocios y se vuelve a las actividades económicas y sociales.

Los gobiernos deben aplicar el manual: pruebas a gran escala, rastreo de contactos, cuarentenas, distanciamiento físico, mascarillas, equipo de protección, una estrategia clara y consistente y la voluntad de cerrar todo rápido cuando surge alguna dificultad. Deben contar con recursos, vigilancia, voluntad política, y que la mayoría de los ciudadanos se tome la amenaza en serio.

La gran incógnita desde el punto de vista de salud pública es si el mundo estará preparado cuando llegue la próxima pandemia. No puede descartarse que el nuevo coronavirus se convierta en un brote más trasmisible y letal, lo que haría que la tan esperada vacuna resulte menos efectiva. Científicos advierten que es probable que esté gestándose una versión covid-21 lo que significaría una nueva pesadilla global.

Un aliciente es que ante los temores que suscita la segunda oleada del nuevo coronavirus, el mundo está advertido y atesora la experiencia que significa haber lidiado con virus durante 10 meses. Los gobiernos tienen la gran responsabilidad de que el planeta no continúe deslizándose hasta llegar al horizonte de la cifra de los 2 millones de fallecidos que, como advirtió Ryan, “es inimaginable, pero no imposible”.

No todo, sin embargo, es negativo. La emergencia ha hecho dar un salto ético a la humanidad. Lo recordó recientemente, en las páginas del diario francés Le Monde, el historiador de la salud Patrick Zylberman. La respuesta dada a esta epidemia no tiene precedentes. “Es la primera vez en la historia, según Zylberman, que se escoge la salud en detrimento de la economía. Se ha asumido el riesgo de averiar momentáneamente las economías para salir en auxilio de la sanidad colectiva”.

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