Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 21/10/2020 00:00
- 21/10/2020 00:00
Cada historia tiene distintos protagonistas y narradores. Luego de la muerte del exprocurador Rafael Rodríguez entablé un diálogo con el también exprocurador Rogelio Cruz. Para el día del nombramiento de Rafael Rodríguez, Cruz era el secretario privado del presidente Ricardo De La Espriella. Los sucesos ocurren semanas después del gargantazo que provocó la salida de Aristides Royo del palacio presidencial. En esos días de agitación política la Guardia Nacional era dirigida por el general Rubén Darío Paredes. Había pasado un año de la muerte de Omar Torrijos Herrera, quien falleció el 31 de julio de 1981 en un supuesto accidente de aviación.
Cruz dice que la persona que recomendó a Rafael Rodríguez fue el abogado Hernán Delgado. Dada la amistad que tenía con Paredes, le sugiere a Rafael Rodríguez para el puesto de procurador. Sobre este tema, Paredes comenta que no tenía estrecha amistad con Delgado. “Como era un abogado de mucho prestigio, le pedí me sugiriera nombres y él me habló bellezas de Rafael Rodríguez lo que provocó mi recomendación al presidente”, sostiene. Rogelio Cruz señala que una mañana lo llama el presidente para que fuera urgente a su despacho. Ya en la oficina, el presidente le muestra una carta de una página. “Arriba sobresalían cinco estrellas doradas; signo inequívoco que se trataba de una nota del general”, dice Cruz. Antes de ese encuentro con el presidente, Rafael Rodríguez ya conocía de las intenciones de Paredes de sugerirlo para el cargo de procurador. “Como era una decisión del presidente, Rafael no paraba de llamarme para que intercediera con De La Espriella”, declara Cruz.
La llamada que le hizo el mandatario a Cruz era con el fin de escuchar sobre la vida de Rafael Rodríguez, habida cuenta que De La Espriella tenía poca información del candidato. Cruz le habló, a grandes rasgos sobre quién era Rodríguez, pero convenció a De La Espriella para que lo recibiera esa noche en su casa y así poder conversar cara a cara con Rafael Rodríguez. “Así fue, después de unos treinta minutos salen los dos sonreídos”, recuerda Cruz. Fue allí donde el presidente, teniendo a Rafael Rodríguez como testigo, le pide a Cruz que redactara el nombramiento para firmarlo al día siguiente. “La vida te da muchas sorpresas y debido a la importancia de la posición, Rubén Darío Paredes recibe consejos del arzobispo de Panamá Marcos Gregorio McGrath, sobre el nombramiento que se iba a dar. Para ese tiempo ya Rodríguez era profesor de la Universidad Santa María la Antigua y debido a ciertos acontecimientos, McGrath estimó que el gobierno iba a cometer un gran error si nombraba a Rafael Rodríguez; todo esto lo relató Cruz.
Según Cruz, el religioso temía que el carácter explosivo de este abogado pudiera llevarlo a cometer exabruptos en las investigaciones y el país no estaba para comedias ni para comportamientos bélicos. Agrega que en la Procuraduría se necesitaba a una persona sosegada, comprometida a realizar el trabajo sin exceso de protagonismo. Rogelio Cruz manifiesta que Rafael Rodríguez se supo vender muy bien, pero la recomendación de McGrath motivó que Paredes le mandara otra carta de cinco estrellas doradas al presidente, pidiéndole desistiera del nombramiento. El general Paredes no recuerda este suceso, pero admite que los años lo pueden traicionar debido a tantos acontecimientos que le tocó vivir. “Con el nombramiento en mano, el presidente me pide que vaya con urgencia; llego a su despacho y me muestra la segunda carta de Paredes”, sostiene Cruz. Recuerda que en ese momento el mandatario exclamó, ¡pero cuál es este relajo; ayer me pidió nombrarlo y hoy me dice que no lo haga! Fue en ese momento en que le pide el decreto donde estaba el nombramiento de Rafael Rodríguez y lo firma.
Pasaron pocos días y el nuevo procurador comienza a llamar a Rogelio Cruz. “René, eso era todos los días; después que salía de la Presidencia iba al despacho de él; allí alzaba las manos; se movía con mucha inquietud para decir... tengo que meter preso a este señor; lo que estoy descubriendo del caso de la Caja de Seguro Social no tiene nombre”, expresa Cruz. “Como secretario privado del presidente no podía callarme frente a lo que me decía Rafael Rodríguez. Para ese momento no sabía que De La Espriella estaba, también, averiguando lo que pasaba. Incluso llegué a pensar que el mandatario percibía alguna participación de mi parte para empujar a Rodríguez en lo que hacía y lo que decía, situación que le aclaré”, destaca Cruz. Rubén Darío Paredes afirma que la posición de la Guardia Nacional era que se investigara el caso de la Caja de Seguro Social, y que una vez se tuviese un proceso en firme, llevaran a la justicia a los involucrados. Recuerda que había tres ciudadanos detenidos que formaban parte del círculo cero del director Abraham Saied. También indica que haber nombrado al doctor José Renán Esquivel como director de la Caja de Seguro Social enredó más el asunto. “A cada rato había una competencia entre él y Rafael Rodríguez para ver quién era el que más salía en los medios con ese tema”, agrega Paredes.
Paredes hace referencia a una reunión ampliada que hubo en Amador. Allí participó uno de los colaboradores de Rafael Rodríguez, el abogado Carlos Cuestas. Insistimos en que el tema de la Caja de Seguro Social debía llevarse hasta las últimas consecuencias. Invitamos a esa reunión al doctor Abraham Saied, quien ya había salido de la dirección de la Caja de Seguro Social. En ese momento tres de sus más cercanos directivos estaban presos por la presunta participación en el desfalco. El general Paredes le dice a Saied, “entonces doctor, qué hacemos, qué piensa; no cree que usted también tuvo una participación directa con el escándalo”. Según Paredes, Saied agachó la cabeza y reconoció su error admitiendo que también debería estar preso. Fue allí cuando el general le dijo que tenía que presentarse al cuartel de la Fuerza Aérea para que guardara detención mientras continuaban las investigaciones. “Mi actuación sobre la Caja de Seguro Social fue para que se investigara, se deslindaran responsabilidades y se castigara a los culpables”, expresa Paredes.
Tras un año de estar en el cargo, el procurador me declara en exclusiva para RPC-televisión, todo lo que había encontrado en las investigaciones sobre la Caja de Seguro Social. No recuerdo la fecha, pero creo que era a mediados de julio de 1983. Al día siguiente la sede del Ministerio Público fue rodeada por militares y el procurador es llevado a la comandancia. Ese día, De La Espriella llama con urgencia a Rogelio Cruz a la Presidencia. “Lo recuerdo como si fuera hoy; cuando llego observo a Roberto Díaz Herrera, Manuel Antonio Noriega y al mandatario; los tres del mismo tamaño, lo que me hacía verme más alto que ellos”, indica Cruz. “De La Espriella me ordena que vaya directo al cuartel central a hablar con el procurador. El conductor se metió en contravía desafiando las normas del tránsito. El trayecto que dura en tiempos normales 10 minutos, lo hizo en 2. Al llegar noté que afuera había una ambulancia. No le di la importancia debida, solo hasta que fui recibido por el teniente coronel Julián Melo Borbúa. Me dijo que debía convencer a Rodríguez para que renunciara, de lo contrario, y cumpliendo órdenes superiores, lo iban a inyectar; a ponerle una camisa de fuerza para trasladarlo directo al hospital Psiquiátrico Matías Hernández. Nunca había estado en el despacho de la comandancia. Una vez allí, inicié con el trabajo de convencimiento para que Rodríguez renunciara. El hombre fue un hueso duro de roer. Los temores me asaltaban por lo que le pudiera ocurrir, hasta que lo persuadí. Rafael mandó a buscar a la secretaria; le dictó una renuncia escueta y la firmó. Lo hizo con un bolígrafo muy fino del teniente coronel Julián Melo Borbúa, bolígrafo que hasta el sol de hoy no aparece. Es posible que en el desespero y sin querer se lo haya llevado el firmante de la renuncia”, relata Rogelio Cruz. Le pregunté a Cruz si en esa provocación de renuncia tuvo algo que ver el general Rubén Darío Paredes. Me dijo que no lo vio, no lo sintió, no lo notó. Eso coincide con las primeras declaraciones del ahora exprocurador, quien acusó a Roberto Díaz Herrera de ser uno de los que más fuerza hizo para que él renunciara.
Sobre el particular, Paredes dice hoy que no puede rehuirle ni a la historia ni a sus actuaciones. “Hernández, debido a los acontecimientos recibo una llamada del presidente Ricardo De La Espriella donde me pide, muy exaltado, que había que hacer algo para sacar al procurador; recuerdo que me repitió esta frase, 'si no hacemos algo, ese hombre nos va a tumbar'. Fue allí cuando decidimos intervenir para que Rafael Rodríguez abandonara la Procuraduría. Paredes dice que actuaron no tanto por lo que dijo el procurador, sino por el peligro que se cernía sobre la nación debido al exceso de protagonismo de él y para rematar del prestigioso doctor José Renán Esquivel.
Cruz sostiene que después de esta larga y angustiante negociación, retornó a la Presidencia, y Rafael Rodríguez se fue a la sede del Colegio de Abogados. De allí tomó la decisión de buscar refugio en la sede de la embajada venezolana. Su presencia en esa misión diplomática le provocó muchos sinsabores al embajador de aquella época. En una de tantas llamadas el exprocurador se comunicó con Rogelio Cruz para que lo ayudara a viajar a Estados Unidos donde tenía unos parientes. En ese momento no tenía dinero para los pasajes y el presidente De La Espriella sacó de su peculio el dinero, no solo para el boleto de Rodríguez, sino para la pareja que lo acompañaba en esos momentos.
Mientras estuvo fuera de Panamá, Rafael Rodríguez llamó en muchas ocasiones a las oficinas privadas de Cruz y hasta a su casa. Todas eran por cobrar. Cruz relata que tenía sospechas de que sus teléfonos estaban intervenidos debido a ciertos hechos que observó. “Pagué mucho dinero por esas llamadas al cobro, pero es insignificante cuando se trata de darle la mano a un colega, a un conciudadano que la está pasando mal”, dice Cruz. En mis trabajos periodísticos pude comprobar que cuando Rafael Rodríguez se fue, acusó a Díaz Herrera de su renuncia forzada; a su regreso y ya con Manuel Antonio Noriega al frente de las fuerzas de defensa, cambió el libreto y acusó a Rubén Darío Paredes. Es importante destacar, según el general Paredes, que a Rodríguez nunca se le presionó para que abandonara Panamá. “Esa fue una decisión suya; él, después de la renuncia se pudo ir para su casa”, concluye Paredes.