Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 28/11/2016 01:00
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Siento especial alegría y legítimo orgullo por esta invitación. Además del motivo raigal que nos anima, el acento cordial y honroso del buen amigo y compañero presidente Juan Gabriel, es una obligante distinción que aprecio en su justo valor, y que espero responder a la altura de su generosidad.
Se trata de la patria! Del mes de la patria! De su periódica consagración ritual, que debería ser permanente. Se trata del remozamiento del nido, de la reanimación de la fraternidad! Del engrandecimiento de su aureola física y moral! Se trata del fortalecimiento de la nacionalidad en el fondo de cada uno, y en la consecuente fuerza de la unión! Todo esto, con la emoción de sentir sin escarceos el orgullo de ser panameño! Todo esto dentro de la responsabilidad, la obligación, el amor que debemos todos y cada uno de sus hijos a esta tierra y hogar común.
La invitación formal para este acto sugiere vestimenta típica para acercarnos más a su propósito. A mi no hay que justificármelo. Mi feliz raigambre interiorana me predispone a la convivencia del folclore, especialmente con este bello y rigurosamente legítimo montuno, confeccionado enteramente hace casi medio siglo por las hábiles manos de mi madre, para seguir hoy animándome con los colores de la patria, y cubriéndome con su calor y su ternura, aún en su ausencia permanente.
Pero aún más allá de la espontánea vibración materna que he sentido siempre en esta entrega, en el suave y cálido fruncido de esta tela, que me llega al alma al recordar ‘los tres golpes magistrales del tamborito con mi dama impecablemente empollerada'; aún más allá de estos sortilegios, mi montuno tiene en sus calados, un irrenunciable hechizo por cargar junto a su encanto, una alianza de hermandad con el manito, con el montuno, con el campesino, con el cholo, con el productor de mi país, a quienes el sol sorprende a diario cantando el himno nacional con las manos.
Cuando el caro amigo Miguel me transmitió la honrosa designación de llevar la palabra en este acto, de por sí sencillo pero trascendente y feliz iniciativa del presidente Roberto Troncoso en su período, no pudo dejar de llenarse mi memoria de los más vivos recuerdos relativos a esta jornada. Son los viejos senderos, tratando en cada esquina de recoger las dispersiones que la apatía, la indiferencia y la indolencia gradual y subconscientemente imponen al afecto y a la lealtad; es el íntimo apremio de nutrir de renovadas emociones los principios distendidos, de reavivar el esfuerzo y la fe hasta el sacrificio, para conjugar en aras del bienestar común, la íntima fibra de la confianza fraternal desencajada.
Así como los salmos acogen almas y los himnos y las marchas encienden el ánimo, también los versos imprimen caracteres indelebles en las costuras, en los pliegues en los bordes del espíritu. Las notas de las canciones patrióticas suavizan y predisponen a la alegría, a la satisfacción, al sentido de la armonía y de la paz con uno mismo y con los demás. He aquí el tejido íntimo, creador, donde germina, donde se gesta de manera frugal, casi imperceptible, la expresión de la cultura, esencia de la tradición, del rito, del culto, de la veneración. Adherido, fortalecido y consolidado por años de dedicada repetición consciente, la creencia y el culto se hacen tan fuertes como la fe, y la fe, parte integral de la conciencia.
Este es el bello panorama cívico que anticipo para este acto sencillo de consagración patria, si ponemos en él nuestro corazón y nuestro indeclinable empeño, extensivo a quien quiera sumarse. Esta no es una estéril ilusión, una abstracción ni un embeleso. Las creencias, los ritos y la fe han mantenido luchas indeclinables de milenios por creencias, por tierras y por patria. Debo, sin embargo, confesar mi aprehensión ante la limitación de mi visión y de mis conocimientos tecnológicos, para anticipar con preocupación la permanencia, la sostenibilidad de la expresión cordial de la solidaridad humana, de la emoción compartida, ante la incesante, absorbente e inevitable de las descargas de inteligencia artificial, de megatendencias crecientes, y los cientos de miles de millones de interconexiones universales, anticipadas para dentro menos de diez años, en las que sólo el diez por ciento será entre los habitantes del planeta. ¿Y la emoción y el sentido de patria efusivamente compartidos?
‘El moderno perfil de la ciudad deslumbra al extranjero, exaspera y desubica al residente',
Hasta estos paisajes de singular belleza y compromiso, y estas veredas de profunda meditación y de inquietudes, me ha elevado su invitación de hoy, caro compañero presidente. A buscar en el rastro de mis emociones infantiles, y a encontrar en la madurez de las realidades, el tierno, urgente, indispensable concepto de patria, el irrenunciable compromiso de servir a mi ‘familia grande', mientras que el Altísimo retribuya con salud y energía , la disposición y la alegría de hacerlo.
Penonomé, encantadora y culta tierra de mi mocedad, era, en los días de estas fechas, un hervidero de inquietudes y de afanes; una grata y formativa tarea conjunta de padres y maestros, para que cada estudiante sintiera el orgullo de hacer su propia antorcha con la tradicional caneca, botella cervecera alemana de cerámica, para marchar en los diferentes desfiles señalados, conocedores no sólo de los pasos y ejercicios ausentes de estilos e influencias militares; todos nítidos, sencillos y acicalados, al igual que sus maestras y familiares, con ‘pavas' y trajes nuevos, en sentido y pulcro homenaje a la especial ocasión, porque también en la pulcritud está parte del rito, del respeto y de la devoción. Inocultables células madres del patriotismo.
Meses antes, o quizás durante el año lectivo, Jerónimo de la Ossa, Ricardo Miró, Gaspar Octavio Hernández, Nacho Valdés, Alberto Galimany, Eduardo Maduro y muchos otros, eran nombres conocidos y mencionados a través del texto de sus marchas y sus himnos, que cantábamos sin instrumentos musicales, con buen oído, y espontánea y cándida fruición. Los acentos se confundían con las letras y los nombres, sin que ninguno dejara de marcar su ritmo en el siempre dispuesto corazón. Durante todo el año, seguíamos atentos las prácticas y estimulantes enseñanzas de educación cívica impartidas con devoción por maestros y autoridades.
Más tarde encendieron mi fervor poetas de mis afectos, entre los que no puedo dejar de mencionar .…los tres resplandores de la historia panameña…. de José Franco, en la bandera, y la defensa de su patria.
Pero, ¿que es patria en nuestros días; donde está; qué forja?
Millones de años ha, del prístino e insondable abismo tropical oceánico, para configurarse en istmo balanceado y voluptuoso, emergieron setenta y cinco mil kilómetros cuadrados de selvas y montañas irsutas y agrestes, de moderados riesgos y riquezas minerales; de suaves y fértiles planicies, de ríos sagrados e indómitos, de lluvia y vegetación exuberantes, de enriquecedores manglares y humedales. No por casualidad, uno de los mejor calificados arquitecto del mundo, se inspiró en nuestra biodiversidad para construir un museo que honrara esa sobresaliente característica nuestra que resumo: 1002 especies de aves nativas, 215 especies de anfibios, de las que un tercio están en peligro de extinción; 270 especies de mamíferos, de las que 70 se consideran en peligro. Del total de 82,954 especies de plantas y animales, 23,928 están en peligro, a septiembre de este año, según la reconocida Sociedad Audubon de Panamá.
¿Hasta donde nuestro sentido solidario de conservación ha protegido o acrecentado todas y cada una de estas fuentes? El cumplimiento de serios compromisos como estos requiere de una seriedad traducida en innegociable amor por la patria. En verdad, no estamos siendo del todo consecuentes con las riquezas naturales recibidas, y tenemos una obligación insoslayable con su salud y su vitalidad. El moderno perfil de la ciudad deslumbra al extranjero, exaspera y desubica al residente por la desproporcionada y fallida urbanización desordenada, por la incapacidad manifiesta y las prácticas impunes de corrupción e incumplimiento legal. Desafortunadamente, de esta confusión surgen ingenuas defensas de la inversión y erróneos conceptos del progreso malsano, donde el crecimiento espiritual queda de la mano de una educación triste y conscientemente rezagada.
¿Hasta donde hemos preservado, respetado y asegurado el variado, místico e incontable tesoro de nuestra cultura primigenia, mucho del que, en lugar de engalanar siquiera nuestras descuidadas galerías, ilustran y valoran el testimonio y la docencia de foráneas academias y colecciones privadas? El dolor y la vergüenza de la desigualdad, en lo que sobresalimos entre los cimeros del universo, ya sea por el preocupante grado de calidad educativa, por la indolencia tribal casi inexorable, o por la creciente y perturbadora imposición corrupta del prioritario interés utilitario y codicioso, que exhiben sin sonrojo las asociaciones políticas. Tenemos muchas lacras éticas que borrar, muchos desvíos morales que enderezar, muchas denuncias y acusaciones propias y extrañas que expurgar, y esto hay que hacerlo con vergüenza, honestidad y patriotismo.
La posición geográfica del Istmo marcó el principal entorno de nuestro desarrollo, con marcada influencia con marcado curso pro mundi beneficio. La lucha para poseerla como legítimos dueños en su verdadera extensión, fue ardua, incansable y noble. La recientemente terminada compleja expansión es muestra del ingenio y la dedicación. Hay que mantener en su sitio la dignidad nacional, porque en la larga gesta generacional: la perseverancia, el empeño y el valor, conjugaron elevado martirio popular, que fue y sigue siendo lucha inextinguible por la independencia, por la libertad y por la democracia; engendraron una religión cívica que debe exaltar y honrar a todos, con actos de verdadera equidad y de justicia. Esto se forja, sin renuencia, desde la conciencia de la patria, donde el límite no es material sino ético, cívico, moral.
‘¿Hasta dónde hemos preservado, respetado y asegurado el incontable tesoro de nuestra cultura?',
No recuerdo cómo me topé en mi mocedad con los versos de Píndaro, el poeta de la Grecia antigua que honró a su patria a través de todo lo que dijo, porque ‘…cosas hermosas tengo yo por decir, y una recta confianza incita a que hable mi lengua….'.
Esa es la confianza que deposito yo en la indulgencia del Presidente Juan Gabriel, y la de todos y cada uno de los compañeros Ejecutivos e invitados que fervientes se han hecho presentes, y los que no pudieron venir a estrechar voluntades y entrañas, para permitirme escudriñar algunos de los pesares y alegrías, de los compromisos y esperanzas que, sin condiciones, nos atan a lo intenso, profundo y sagrado de la patria, para acercarnos a ella con la espontánea, indeclinable, alegre y fresca devoción que de muchacho, según Savater, más queridos por ella y por las madres para que sean más suyos, como todos con sus banderitas, su folklore colorido y palpitante, sus tiernos y raigales versos de compromiso, lo hacía igual yo con el orgullo de mi antorcha de caneca, a las notas y compás inmarcesibles de ‘Panamá, la patria mía, suelo grato encantador….', y de ‘Con retazos de mi cielo, con destellos de la aurora, con la albura de un anhelo, te dibujaron enseña ideal….', las marchas y los himnos que, de manera ritual, comprometieron e inflaman mi sentido patriótico y mi compromiso formal con su grandeza.
Gaspar Octavio Hernández, el humilde pero ardiente cantor de la patria, no pudo haberlo dicho mejor: Bandera de la patria! Sube…sube hasta perderte en el azul….y luego de flotar en la patria del querube; de flotar junto al velo de la nube si ves que el Hado ciego en los istmeños puso cobardía desciende al Istmo convertida en fuego y extingue con febril desasosiego ¡ a los que amaron tu esplendor un día!