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Panamá, ¿corrupta desde la antigüedad?
- 29/12/2022 00:00
- 29/12/2022 00:00
La corrupción es un flagelo que no para. Solo hay que ojear las páginas de los periódicos y de la internet para ver los distintos escándalos de corrupción que ocurren a diario, no solo en Panamá, sino en distintos países del mundo.
El historiador, geógrafo y diplomático Omar Jaén Suárez dijo que existe una “larguísima” tradición de corrupción en Panamá y en todo el continente, en verdad en casi todo el mundo. Es un comportamiento “nocivo” que ha sido rechazado y hasta denunciado por la gente decente, que sin duda es mayoría. “La corrupción es casi una institución en Panamá y en muchísimos otros lugares del planeta”, afirmó el historiador.
Hoy existen al menos tres niveles de corrupción: corrupción política, corrupción mayor y corrupción menor; y entre los tipos de corrupción que hay están: extorsión, soborno, peculado, colusión, fraude, tráfico de influencias y falta de ética, explicó el experto en derecho político Lisímaco López y López.
Bien lo dice el ensayista, dramaturgo y sociólogo panameño Raúl Leis R., en su ensayo “Retrato escrito de la corrupción”, presentado por la Fundación Friedrich Ebert en agosto de 2014: “la corrupción tiene muchas caras y no es generalmente un acto aislado, sino más bien un sistema de comportamiento, una especie de cadena comunicacional en negativo”. Un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos, titulado “Declaraciones de clima de inversión 2022: Panamá”, publicado en agosto pasado, advierte que la corrupción es uno de los “desafíos” más importantes que tiene Panamá y que sus altos niveles aumentan el riesgo de no invertir en el país, a pesar de los esfuerzos gubernamentales para aumentar la transparencia financiera. Panamá ocupó el puesto 105 de 180 países en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional 2021, por “supuestas irregularidades de adquisiciones de alto perfil en 2020, incluidas varias relacionadas con la respuesta a la pandemia, que contribuyeron al escepticismo público sobre la transparencia del gobierno”, dijo la nación norteamericana en su informe.
Jaén Suárez explica, por ejemplo, que en los tres siglos de la época colonial, los presidentes de la Audiencia y los gobernadores eran las autoridades principales en Panamá. A ellos se les acusaba a veces de actos de corrupción, es decir, de recibir lo que llamaban “cuelgas” (expresión que asociamos ahora a los regalos navideños) para que les facilitaran sus negocios, o los juzgarán favorablemente, explicó.
“Las cuelgas eran regalos que les entregaban particulares para corromperlos hasta el punto de que la monarquía española, al final de la misión de los gobernadores y residentes de Panamá, les hacía “un juicio de residencia”.
Enviaban a un representante a investigar y juzgar al gobernador y presidente de la Audiencia que había estado aquí varios años. Preguntaban a los vecinos, autoridades eclesiásticas, cabildos, etcétera, y si se les encontraba a los gobernantes faltas graves, terminaban en la cárcel en el castillo de Chagres o en prisiones en España.
En la época de la Unión con Colombia también hubo corrupción en Panamá por parte de los gobernantes. Un caso de corrupción muy emblemático, denunciado por Justo Arosemena (político que fue además un hombre íntegro), se dio a mediados del siglo XIX con la venta del revellín.
El revellín era un espacio de tierra llana que quedaba entre la muralla del Casco Viejo y Santa Ana, y que el Estado decidió poner en venta a particulares.
Arosemena denunció que hubo corrupción en esa operación inmueble, de parte de la familia Hurtado, gente muy influyente. Lo mismo sucedió con la venta de propiedades expropiadas a la Iglesia católica por el presidente liberal y progresista Tomás Cipriano de Mosquera, desde 1861.
La corrupción pública “ilegal” involucra a menudo entes privados y aunque sea “legal”, puede ser profundamente “inmoral”, asevera Jaén Suárez.
Leis sostiene que “la corrupción constituye, además, una de las mayores fuentes de inestabilidad política que amenaza a la frágil institucionalidad democrática de América Latina. Es un 'mal endémico', difícil de erradicar, que atraviesa las sociedades a todos los niveles”.
Entre los hechos de corrupción más recientes, Jaén Suárez citó como ejemplo, entre muchos que se denuncian en los medios, el caso del Instituto para la Formación y Aprovechamiento de Recursos Humanos (Ifarhu), donde “el joven director entregó hasta centenares de miles de dólares a hijos de políticos millonarios para que fueran a estudiar en el exterior, ocultando a los beneficiarios con el pretexto de que es información confidencial, privada”, cuando el uso de fondos públicos debe someterse al escrutinio público.
Por otra parte, Jaén Suárez afirmó: “¿Cómo se puede comprar un billete de lotería cuando hay tantas denuncias de que el azar no es la única condición del sorteo? En ningún caso ha habido consecuencias, ni siquiera una amonestación, cuando en cualquier país ordenado el titular hubiera, al menos, renunciado desde el primer día para no perturbar las investigaciones”.
La impunidad de la corrupción pública, añade el historiador, es “muy grave” porque esta corrupción revela caos, desorden y debilidad de un gobierno y de un país y, en consecuencia, de una sociedad, y así trasciende y manifiesta una cultura y una mentalidad de decadencia y de atraso, de desintegración social y nacional.
La continuidad histórica de la corrupción en Panamá se manifiesta, por ejemplo, con el golpe de Estado de 1968. Entonces, sus protagonistas lo justificaron también por la gran corrupción de políticos de la oligarquía gobernante, entre los que destacaban ministros que tuvieron que salir huyendo del país o terminaron en las cárceles.
Al preguntarle sobre los periodos más corruptos, para Jaén Suárez es “muy difícil responder”, porque eso depende de cómo se quiera evaluar, ya sea por la percepción pública, la medida utilizada, el volumen del dinero involucrado, de los actos de corrupción denunciados (sin hablar de los probados y condenados), y también depende de las campañas políticas sucias.
“Es muy difícil decir cuáles fueron los más corruptos”, sostuvo el historiador.
La corrupción pública vigente se asocia en el imaginario colectivo al nacimiento de la República, pero no se queda allí. En la época de los primeros gobiernos liberales hasta la década de 1940, se cobraba hasta el 5% del salario a los funcionarios para alimentar, en principio, al partido gobernante.
Ejemplos notables fueron los de los presidentes Rodolfo Chiari Robles y Arnulfo Arias Madrid, aunque también lo vimos hasta en directores de instituciones descentralizadas como el Registro Público y el Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (Idaan) en más recientes administraciones presidenciales del siglo XXI.
“Es bien complejo y no es tan sencillo” determinar cuáles han sido los gobiernos más corruptos hasta ahora, expresó Jaén Suárez, para quien algo que sí es cierto y está demostrado es que “la corrupción es una especie de impuesto que le imponen sus beneficiarios al resto de la población y sobre todo a la población mayoritaria, especialmente a la más necesitada. Es el tema de fondo, gravísimo”.
También, para hacer comparaciones válidas, las cantidades hay que medirlas con las magnitudes de los presupuestos de cada época y del valor relativo del dinero. Por otro lado, también está la corrupción de origen internacional, cuando una empresa foránea o una potencia extranjera paga coimas para obtener algo indebidamente. Es el caso, por ejemplo, “más destacado en toda la historia de la República porque involucraba decenas y hasta centenares de millones de dólares pagados por la empresa brasileña Odebrecht para obtener contratos públicos, y de Taiwán, para lograr reconocimiento diplomático de gobernantes panameños”. Todos esos recursos, de los cuales los corruptos se “aprovechan” van a faltar para una educación de calidad, salud y saneamiento adecuados, mejor infraestructura pública, justicia expedita e independiente, protección y seguridad de verdad, y un largo etcétera, afirmó el historiador.
Desde el siglo XX hay mucho más tecnología para detectar la corrupción y una mayor conciencia del problema a la escala interna e internacional. No obstante, ahora en Panamá políticos de oposición se abstienen de denunciarla porque en el fondo parecieran practicar el “hoy por ti y mañana por mí” que se añade al terriblemente infame “que hay pa mí”.
Y es que para Jaén Suárez, cuando usted le entrega fondos públicos a un millonario porque es político para que mande a estudiar a sus hijos afuera, esa plata falta ¿para quién? Para los pobres jóvenes talentosos de sectores más populares que no tienen suficientes recursos para estudiar; en ese comportamiento hay algo “profundamente injusto e inhumano, de perverso robo de oportunidades y de futuro”.
Para el historiador “la corrupción más visible es la de grandes proyectos millonarios, pero la más extendida es la de los funcionarios que tienen mucho poder discrecional y se aprovechan para sacarle al usuario de sus servicios una coima, un pago que puede ser de 5, de 10, de 20 o de 30 dólares y hasta de algunos centenares o pocos miles. Muchos en Panamá han sido víctimas en un momento u otro de este tipo de situaciones”.
Jaén Suárez dijo que hay una serie de condiciones que favorecen la corrupción pública: sobresalen una legislación inapropiada, insuficiente, una voluntad política de no ver y de no fiscalizar los actos de corrupción, una administración de justicia en parte inoperante, una prensa débil o mediatizada, pero también el clientelismo desenfrenado que la favorece muchísimo. Por ejemplo, nombrar a miles de personas sin ocupación real, especialmente en la Asamblea Nacional, y llenar las instituciones públicas de gente innecesaria con excesivos poderes discrecionales. “Esos nuevos funcionarios empoderados a menudo inventan toda clase de trámites simplemente para ver si alguien les da algo para engrasar, si se puede decir, la solución de mil problemas, desde la persona que va a buscar un certificado de algo, hasta aquel que quiere lograr un contrato o ganar una licitación. La corrupción está por todos lados, y es un mal que se ha convertido en endémico, a pesar de que haya también millares de funcionarios competentes y probos, y políticos decentes, con innegable ética y conciencia cívica”, afirmó el historiador.
En su último libro titulado Reflexiones sobre Panamá y su destino 1990-2022, Jaén Suárez habla, entre muchas otras cosas, sobre la geopolítica, el Canal Interoceánico, la población panameña, la ciudad de Panamá, el ordenamiento territorial, la geografía y la historia, de los problemas que también causa la corrupción pública con elevados costos político-sociales. “Problemas que tienen solución si la mayoría lo decide y actúa con coraje y determinación”, concluyó.
López, por su parte, mencionó que durante los movimientos independentistas y separatistas se produjeron diversos acontecimientos históricos teñidos de corrupción, en los que se profundizará en una próxima entrega.