Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
'O era Noriega o era yo, y lo más seguro que el caído sería el presidente, dada la fuerza de Noriega'
- 02/09/2020 00:00
- 02/09/2020 00:00
Ernesto Pérez Balladares era el candidato ideal del Partido Revolucionario Democrático para las elecciones del 6 de mayo de 1984. Dicen que en la vida no es lo que uno propone, sino lo que Dios dispone. De haberse dado ese acontecimiento político, Pérez Balladares se enfrentaría al doctor Arnulfo Arias Madrid. El expresidente considera que en aquellos tiempos sería difícil ganarle al líder carismático. Ese planteamiento deja en evidencia que tal vez sea otro, entre los cientos de miles de panameños, que comparte la tesis que en ese proceso electoral hubo fraude. Incluso el propio presidente del Tribunal Electoral de aquel tiempo César Quintero dijo en su momento que: “Pareciera que hubo un fraudito”. Y como esa palabra rima con Ardito, desde ese momento al también expresidente Nicolás Ardito Barletta se lo conoce con ese apodo de fraudito. Las matemáticas se pusieron al servicio de los militares y cuando las actas llegaban al destino final, los números fueron cambiados como por arte de magia. Luego de semanas de recuentos, la Junta Nacional de Escrutinios anunció que Ardito Barletta alcanzó el triunfo con una diferencia de tan solo 1,713 votos.
Pérez Balladares reconoce que la misma suerte le pudo haber ocurrido a él con eso de fraudito. Pero ¿por qué Noriega impuso la candidatura de Nicolás Ardito Barletta? El Toro, sobrenombre del expresidente, estima que fue una especie desesperada de Noriega por ganar puntos con el Gobierno de Estados Unidos. Se vendió la tesis que por ser Barletta un exalumno del secretario de Estado George Shutlz, era la persona más potable para la administración estadounidense. El presidente de esa época era Ronald Reagan. Después de entrevistar a varias personas cercanas al poder, me convenzo de que fue un capricho de Noriega imponer a Nicolás Ardito Barletta por encima de la decisión mayoritaria del Partido Revolucionario Democrático.
¿Qué hubiese pasado si Pérez Balladares era candidatizado por el PRD y con fraude o sin él hubiera ganado la Presidencia de la República? El Toro señala que habría sido una gestión muy accidentada donde se plantearía la supervivencia de Noriega o la de él.
“En este escenario no había colores neutros, o era Noriega o era yo, y lo más seguro que el caído sería el presidente, dada la fuerza militar de Noriega”, expresa Pérez Balladares. “Gracias a Dios y a las fuerzas espirituales que me protegen, ese no era mi momento”, dice. Algunos cercanos a Noriega comentaron que el general no quería a Pérez Balladares debido a su carácter difícil de enfrentar y que era mejor una persona más dócil. El expresidente comenta que el día del congreso para la escogencia del candidato para las elecciones de 1984 se dispuso estar presente en lo que ahora se conoce como gimnasio Roberto Durán. Ya a punto de pasar al escenario, se le acercaron unos copartidarios para decirle que arriba cerca del techo había unos francotiradores del G-2. La idea era que si Pérez Balladares entraba, ellos iban a disparar para luego culparlo. Frente a ese dilema, el Toro optó por retirarse, para no perturbar la paz de la reunión. “Ante la posibilidad de heridos o de muertos inocentes, opté por retirarme”, dice.
El expresidente recibió una amenaza directa de Noriega y por la seguridad de su familia abandonó el territorio nacional. Pérez Balladares sostiene que la década de 1980 fue una época perdida para Panamá debido a las ambiciones y peleas entre Rubén Darío Paredes, Roberto Díaz Herrera y Manuel Antonio Noriega. “Todo el proceso de repliegue y advenimiento de la democracia fue enterrado en detrimento del desarrollo y progreso de la República”, sostiene el expresidente. Fue una época donde los militares estaban por encima de la civilidad y del Partido que les daba sustento político. “Para ellos, los militares, había un G-1, G-2, G-3, G-4, G-5 y un G-PRD; es decir, para ellos el partido era una parte más, un apéndice del aparato militar”, manifiesta el expresidente.
El Toro comenta que ante las presiones de los militares para frenar su candidatura, se fue a Estados Unidos donde se entrevistó con el senador republicano Jesse Helms. Pérez Balladares dice que el político se encontraba dando una conferencia en la Florida y luego se reunieron. “Como sé que es un amante de la democracia, le hablé de las intenciones de Noriega de entorpecer un proceso democrático en Panamá; lo recuerdo como un hombre alto, más alto que yo, y su respuesta fue: 'Noriega es nuestro hombre”. Para Pérez Balladares se acabó la conversación; no había más nada que hablar.
Después de la invasión, Pérez Balladares logró hacer algo que parecía imposible, unir al Partido Revolucionario Democrático en función de un objetivo. Cuando le propusieron la candidatura, el Toro pensó que lo lanzaban al ruedo para sacrificarlo, dada la imposibilidad de ganar las elecciones. El expresidente aceptó la candidatura a cambio de que lo volvieran a proponer en las de 1999; él estaba convencido de que no ganaría. En ese momento las expectativas del PRD eran lograr el triunfo de muchos diputados, alcaldes, representantes de corregimiento, pero no ganar la Presidencia de la República. En esas circunstancias, expresa, el objetivo definido era el cumplimiento de los tratados Torrijos-Carter. Para época había mucho temor por la salida de los estadounidenses de Panamá. “Si tú recuerdas, había muchas voces que decían que nos íbamos a morir de hambre y que no seríamos capaces de administrar el Canal”, señala. Incluso el expresidente argumenta que el pensamiento de la época era que de haberse hecho un plebiscito la gente votaría por que se quedaran los gringos o que fuéramos una estrella más en la bandera de Estados Unidos.
Ernesto Pérez Balladares indica que en 1994 logramos lo imposible; lo improbable. “Ganamos por el trabajo que hicimos; triunfamos con un poco de suerte y también porque corrimos contra siete candidaturas; una cosa muy distinta sería si las elecciones hubiesen sido entre tres”, sostiene. Cuando le pregunté sobre el papel divisorio de Rubén Blades y si era una ficha al servicio del PRD, contestó que eso es falso. Blades tenía sus propios planes, pero jamás fue una figura que entró para hacernos ganar. “Nunca en mi vida he tenido una conversación con Rubén Blades; el entró porque le dio la gana de participar; es más, las encuestas lo ponían siempre de segundo”, manifiesta el Toro.
La entrega del poder que hizo Endara aquel 1 de septiembre de 1994 en Atlapa es para Pérez Balladares el inicio de una nueva era. Reconoce que durante la etapa de la transición trabajaron de manera positiva y coordinada. Eso provocó que entre ambos surgiera una amistad que no existía antes. Esa relación se hizo más fuerte y duradera cuando, en un acto de solidaridad, Endara se despojó de su visa gringa frente a la injusticia que cometía la administración estadounidense contra Ernesto Pérez Balladares. En diferentes foros y conferencias, en comentarios de pasillo y los bochinches de pueblo se ha criticado a Pérez Balladares por no asistir a la toma de posesión de Mireya Moscoso. Hoy el Toro aclara esa leyenda urbana cuando dijo que fue la propia presidenta quien le pidió que no asistiera. “No fui; no iba a desairar la petición de la mandataria, de una dama, lo que para mí fue un error; el hecho de ser adversarios políticos no quiere decir que somos enemigos”, recalca.
Endara era un hombre de entereza; era un hombre convencido de la democracia; era un hombre honesto, dice Pérez Balladares. Esta opinión se da frente a los consejos que recibió Endara de hacer un fraude para evitar que el PRD volviera al poder. En aquella ocasión Endara dijo que si una persona resultara con un voto de diferencia, esa sería la que ocuparía la silla presidencial. Endara fue un hombre de palabra, no solo en este caso, te puedo contar de muchos, expresa Pérez Balladares. Para él, Endara fue lo mejor que le pudo pasar al país en las circunstancias en que tuvo que asumir el poder. “Si tú miras el momento, todo indicaba que le correspondía a Ricardo Arias Calderón, pero viendo las cosas en perspectiva obviamente la mejor decisión fue Guillermo Endara Galimany”, sostiene.
Para Pérez Balladares mientras los demás países se adecuaban a los nuevos modelos de desarrollo, en Panamá con los militares hubo una década perdida por las peleas internas de poder. El modelo de repliegue y de democracia aprobado y propuesto por el PRD fue desconocido por el aparato militar. Sus líderes solo pensaban en cómo lograban tener más poder, en detrimento de los intereses verdaderos de la nación. Dice que, en honor a la verdad, Endara y él tuvieron que proponer cambios estructurales para recuperar esa década perdida. El expresidente está seguro de que Panamá ha retrocedido mucho y esta regresión inicia con la administración de Ricardo Martinelli. “Nuestra democracia está en gran peligro; no es el sistema perfecto, pero es el mejor, sin embargo, en democracia se piensa que el ciudadano a la hora de votar lo hará por los mejores intereses del país, y esta es la mayor falla”, indica el expresidente. Manifiesta que ya la gente no vota por quienes le van a dar mejores días a sus hijos, en educación, salud, vivienda, sino que votan pensando en qué hay para mí. Agrega que este es el veneno más grande que tiene esta democracia. Señala que tenemos un serio problema frente al crecimiento peligroso de clientes e ignorantes políticos, los cuales están reemplazando al ciudadano que sabe escoger. Hoy Pérez Balladares recuerda aquel jueves 1 de septiembre de 1994 cuando tomó posesión como presidente de la República. Los momentos no están para celebraciones, pero dice que se siente contento con los logros de ese quinquenio. Sobre el tema de la visa, espera que se rectifique esa injusticia. Al final insistió en la responsabilidad del voto ciudadano a la hora de escoger a los gobernantes. Sostiene que ese clientelismo y juega vivo nos van a llevar a esos escenarios del pasado, que no desea se repitan ni para sus familiares ni para el país.