El barrio de Chualluma en Bolivia, es único en la ciudad de La Paz ya que todas sus paredes están pintadas de colores que resaltan los rostros de las cholas,...
- 16/08/2019 02:00
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El pasado 2 de agosto visité un pueblito coclesano que lleva el nombre de un aguerrido cacique de esas llanuras. Era viernes, había clases. De los estrechos y sinuosos senderos salían —como flujo de flores vivas— niños alegres y presurosos por llegar temprano a la escuela.
Los pequeños marchaban con sus madres o abuelas; los grandecitos, en bicicleta. Otros en motonetas, bien sujetos a la cintura de papá. Las veredas se engalanaban con niñas empolleradas con ocasión de la inauguración de un mural de los 500 años de la fundación de la ciudad de Panamá.
Por esos campos aún se respira aire puro de una brisa fresca, que lleva y trae la armonía de las aves cantoras. El pájaro carpintero brega en los palos secos para anidar, mientras las acrobáticas ardillas trituran las algarrobas para calmar el hambre (por la tala emigran del monte a las áreas urbanas).
Dentro del perímetro escolar, un grupito de varones en uniforme de Educación Física — suéter blanco y pantalón rojo largo con franjas blancas— afina la puntería a pedradas contra un frondoso y fecundo mango. Antes de entrar al salón ya huelen a pollo. Así son ellos: ¡felices!
Cuando el claustro escolar se traga la algarabía, alcanzas a meditar: ningún niño me saludó ni contestó mi saludo. Las únicas que se mostraron cordiales fueron las abuelas. Antes no era así.
Si esto sucede en la candidez del campo, ¿qué será de la urbanidad en las ciudades? Investigamos algunas razones en este trabajo.
‘La cortesía no es la norma'
En Panamá poco a poco se ha ido perdiendo la cortesía, un valor que embellece, ennoblece e inspira confianza hacia quien la practica, afirma Cristóbal Navarro Martínez, profesor de español, de los buenos.
‘La cortesía es un valor vital en el desarrollo del niño, lo capacita para la convivencia y las relaciones humanas sanas y afectivas. La gente mal educada afecta la familia, la sociedad y el progreso'.
Para Marco A. Gandásegui hijo, sociólogo-investigador de la Universidad de Panamá, la cortesía es tratar al prójimo como a ti te gustaría que te trataran. ‘En una sociedad profundamente dividida por estamentos o estratos sociales, esta cortesía no existe'.
Cuando algunos se sienten superiores a otros, el buen trato desaparece por definición. ‘Los mismos miembros de un grupo social construyen un sistema de respeto mutuo que se convierte en las reglas de cortesía. El grupo no aplica necesariamente esas reglas a otros grupos o estratos', añade.
En política republicana todos los ciudadanos son iguales. Los gobernantes deben tratar a la población con respeto y dentro de las reglas de cortesía. No siempre es el caso, menos cuando hay gobernantes populistas que se creen por encima de la ley.
‘En Panamá, la cortesía no ha sido la norma, incluso entre miembros de un mismo grupo social. El machismo, la xenofobia y el racismo se encubren —a veces en la forma de paternalismo— aunque siempre está latente', concluyó Gandásegui.
‘Toilette' al aire libre
Josué Ramírez B., contador público autorizado, dice que en Panamá abunda la grosería y escasea la sonrisa. ‘No es un asunto de estudios; hay personas pobres, sin títulos, que respetan a sus semejantes. Mientras, hay gente doctorada muy petulante'.
Insiste en que los buenos modales engrandecen las relaciones humanas en los estudios, el trabajo, familia, negocios, servicios públicos, la iglesia, en la cancha deportiva, matrimonio, en el gimnasio, en las fiestas y clubes sociales, entre otros lugares.
Shantal Gómez T., demostradora de belleza, recuerda que la malcriadez y el irrespeto también son gestuales, como el caso de hombres ‘descarados' que orinan en la carretera frente a mujeres y niños, en especial los ‘domingos de playa, brisa y beer '. ¿Y los policías que vigilan la Interamericana?
A su juicio, la descortesía y el ‘juega vivo' son parientes. Muchos conductores —no todos— son abusivos de tiempo extra. ‘Piensan que ser cortés es muestra de debilidad. Cuando intentas cruzar una calle, aceleran y te tiran el carro encima'.
Hay crisis en la convivencia hogareña. Rita B. L., pequeña empresaria, habla de familias, por lo regular grandes, incomunicadas. Sus miembros trabajan o estudian y cada uno anda por su cuenta.
Llegan al hogar en forma escalonada; entran directamente al cuarto sin saludar ni advertir su presencia. Algunos padres se enteran de la llegada de sus hijos por los colores de los automóviles.
‘Hace falta más relación familiar. Los fundamentos están en la crianza hogareña; la escuela es el complemento. Faltan risas y abrazos. Es mucha la amenaza: desamor, violencia, vicios y depresión', agregó.
Para ayudar a la formación temprana de los niños, el Ministerio de Educación (Meduca), los clubes cívicos, fundaciones, iglesias —Católica y evangélicas— mantienen campañas sobre valores, ética y decencia.
El Tribunal Electoral promueve concursos de pintura y valores. Hace poco auspició una liga infantil y juvenil de fútbol (‘Dándole la espalda a la violencia'), con la participación de 350 niños —entre los 5 y 13 años— residentes en El Chorrillo, San Miguel, Calidonia, Santa Ana, San Felipe, Curundú y El Marañón.
Su majestad, el celular
Geraldine Emiliani, experimentada psicóloga clínica, sostiene que los buenos modales, como desear buenos días y buenas tardes; el saber cómo está una persona conocida o ajena, son costumbres que se aprenden en el hogar y se afianzan en las escuelas como parte de la convivencia familiar.
‘Estos principios y valores familiares y humanos parecen haberse perdido y no les damos la importancia que se merecen, como parte esencial de la humanidad'.
La gente, añade, vive sumida en la corredera del día a día; ahogados e intoxicados con el ‘no me importa con mi hermano', por diferencias conflictivas con los hijos, con el cónyuge, con el vecino o pugnas con los compañeros de trabajo.
‘La cortesía es un valor vital en el desarrollo del niño, lo capacita para la convivencia y las relaciones humanas sanas y afectivas',
CRISTÓBAL NAVARRO
PROFESOR DE ESPAÑOL
‘Para rehuir de nuestras responsabilidades familiares, nos concentramos en el celular, en las redes sociales; en todo lo relacionado con la tecnología, buscando un alivio al estrés diario que no hemos sabido sanar', anota.
Según Emiliani, muchas veces no se piensa en lo elemental que es una buena relación, por vivir agobiados por el estrés causado por falta de dinero para pagar las deudas (comida, vivienda, salud, educación, recreación), el desempleo que impide que las personas organicen su vida.
La curiosidad periodística me hizo regresar a la escuelita de campo de Coclé. ‘Mento' Carrión, un portero que hace de todo, menos dar clases, consiguió que habláramos con algunos niños durante el recreo.
Unos galletones de queque y duros de avena con canela hacen a los niños más cooperadores. Los pequeños admitieron que a veces no saludan porque tienen miedo a desconocidos que ‘roban, violan y matan a la gente'.
Como desagravio, Wendy, una niña de 9 años, delgada y liviana como una pluma, declamó la poesía ‘La niña de Guatemala', de José Martí.
Con los ojos cerrados, los brazos temblorosos y tono claro, sin titubeos, nos transportó al mundo de la musa: ‘Se entró de tarde en el río, /la sacó muerta el doctor;/ dicen que murió de frío: yo sé que murió de amor.'
Allí, en la bóveda helada/ La pusieron en dos bancos:/Besé su mano afilada,/besé sus zapatos blancos…
Un campanazo puso fin al recreo. Un niño, de 7 años, con rastros del último mango en los labios, se despidió con cariño y la cabeza baja. Iba sonrojado, cada tramo volteaba y sonreía. Que Regino nunca pierda lo cortés.