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Sobre el nacionalismo en Panamá: Nacionalismos reaccionarios, progresivos e internacionalismo proletario
- 19/11/2023 00:00
- 19/11/2023 00:00
Es imprescindible tomar en cuenta el consejo de Vladimir Ilich Lenin: Al menos desde el surgimiento del sistema imperialista mundial, a fines del siglo XIX, hay que diferenciar naciones opresoras de naciones oprimidas.
De manera que el nacionalismo de las naciones opresoras es reaccionario porque está construido para justificar la opresión y explotación de otros pueblos (superioridad racial, destino manifiesto, etc). Por contra, el nacionalismo de los oprimidos es progresivo porque lucha contra la dominación extranjera y llama a que la clase obrera actúe en común con este nacionalismo mientras enfrente la opresión.
Sin embargo, Lenin y el marxismo en general, llama a la clase trabajadora a no confiar en los nacionalismos, por ser instrumentos ideológicos de las clases dominantes, puesto que en el mejor de los casos combaten la opresión de sus naciones, pero en últimas no atacan la esencia de la explotación capitalista, no son socialistas.
El marxismo revolucionario defiende que los explotados y oprimidos del mundo actúen bajo el criterio del “internacionalismo proletario”, por el cual todos los explotados de todas las etnias o naciones del mundo somos esencialmente iguales, somos seres humanos. El socialismo revolucionario (no la caricatura socialdemócrata) lucha por la eliminación de toda forma de explotación y explotación en el mundo, que es la que permitirá hermanar a todos los seres humanos, independientemente de sus historias particulares, de su cultura o nacionalidad.
En ese sentido, el nacionalismo es una ideología reaccionaria porque lleva a las clases explotadas a creer que sus intereses son los mismos a los que desarrolla su clase explotadora (y dirigente) porque ambos sectores sociales son iguales y los identifican algunas características (particularismo) que les diferencia de las “otras naciones” circundantes.
La ideología nacionalista conduce al error de creer que “todos los panameños somos iguales”, como dice la Constitución Política del Estado, que si actuamos movidos por el “patriotismo” prevalece “el bien común”, etc. Ocultando el hecho básico: los panameños no somos iguales, estamos divididos en clases sociales y cada una tiene proyectos distintos.
Los intelectuales e instituciones al servicio del sistema capitalista ayudan a construir ese imaginario, esa ideología nacionalista, apelando a toda clase de manipulaciones seudo científicas.
Reconstruyendo la historia pasada, labor que oculta aspectos que no encajan en la construcción ideológica; los literatos crean personajes míticos que se constituyen en referencias de la “nación” (al estilo de Balboa); la medicina y la antropología pretenden encontrar diferencias raciales o genéticas (a la manera de los nazis alemanes); la religión ayuda con su parte (el sionismo es el más claro ejemplo presente, o el “destino manifiesto” en Estados Unidos); la educación y los medios de comunicación juegan un papel en la difusión de esa ideología “infundiendo el amor patrio”.
El nacionalismo, como instrumento de cohesión social bajo una clase dominante, es la forma ideológica privilegiada de la modernidad (capitalismo), la cual suplanta el mismo rol que jugó en el pasado la religión en el mismo sentido, al menos para Europa hasta el siglo XVII y XVIII.
Para el caso panameño, es lo que Luis Pulido R. llama la construcción de la “nación romántica”. Ideología que empezó a construirse en la segunda y tercera décadas del siglo XX, por los intelectuales liberales (positivistas) que fundaron el sistema educativo nacional (Méndez Pereira, Eusebio A. Morales, Andreve, Moscote, etc); que como labor histórica inaugura Carlos Gazteazoro a mitad de siglo.
En política esa construcción ideológica de la nación panameña inicia, primero, con el Movimiento de Acción Comunal, pero se consolida con la “Doctrina Panameñista” de Arnulfo Arias. Durante esa fase, años 1920, 30 y 40, se identifica “lo panameño” con transitismo e “interiorano” azuerense; pero se excluye claramente de la “identidad panameña” las culturas indígenas y afrocaribeñas. La “Doctrina Panameñista” tiene claros tintes racistas que se materializaron en la Constitución Política de 1941.
Recién en los años 70, el régimen populista de Omar Torrijos intentaría la ampliación de la identidad nacional hacia los grupos más explotados y excluidos. Obviamente, ese “rescate” ideológico, a través de los mitos de Urracá y Bayano, no significa real integración y justicia social.
El nacionalismo panameño tuvo siempre un carácter contradictorio, progresivo por un lado y reaccionario por otro, por ser este un país explotado y controlado bajo un estatuto colonial por los Estados Unidos.
Como elemento ideológico que sirvió para resistir la asimilación cultural norteamericana y luchar contra el enclave canalero y la soberanía, el nacionalismo panameño fue progresista. Como instrumento para la discriminación racial contra afropanameños y pueblos originarios, siempre fue una ideología reaccionaria.
En los últimos años ha habido un rebrote del nacionalismo panameño revestido de xenofobia frente a la ola migratoria atraída por el boom económico reciente. Es frecuente escuchar, hasta en los medios de comunicación, opiniones contra los inmigrantes, especialmente dirigidas contra los trabajadores, a quienes se pretende culpar de los “males” de la sociedad panameña, desde el desempleo hasta la delincuencia.
Es una xenofobia clasista, porque muchas veces defiende a los adinerados que compran los apartamentos de lujo en Costa del este o la Cinta Costera, pero repudia al trabajador que labora en la construcción, hotelería o buhonería. Es un proceso ideológico semejante al que explota la derecha norteamericana o europea contra la migración. Es muy útil porque permite desviar las responsabilidades de los problemas hacia los “extraños”, salvándole la cara a la clase dominante.
Lo más peligroso es que esta ideología reaccionaria alcanza a la clase trabajadora panameña y que muchas veces la izquierda y sus organizaciones no combaten sus prejuicios porque es más fácil ir con la corriente. Actitud política que es un gol en contra de quienes dicen luchar por “otro mudo posible” y favor gratuito a la clase dominante.
También es frecuente escuchar en muchos revolucionarios de supuesta ideología socialista autodefinirse como “patriotas” o “nacionalistas”, lo cual es una contradicción de esencia. En este caso se trata de una extensión de la ideología “torrijista”, que se define como “nacionalista”, y que para el caso puede estar bien, porque su utopía consiste en construir un país independiente del imperialismo en los marcos de una sociedad capitalista (“ni con la izquierda, ni con la derecha”).
Es una utopía, puesto que en el sistema mundo capitalista es imposible construir un Estado nacional independiente sin el control del capital imperialista. Es más, como decía Trotsky, en el siglo XX las burguesías nacionales de los países oprimidos han dejado de ser revolucionarias para ser socias menores del capital imperialista. A lo sumo, esporádica y momentáneamente, impulsados por crisis revolucionarias, sectores de capas medias (como los militares) construyen regímenes que confrontan al imperialismo por un tiempo, pero en el largo plazo caen puesto que no golpean la esencia de la dominación, el capitalismo.
La única manera de avanzar hacia un sistema sin explotación de clases, sin opresión de una nación sobre otra, sin prejuicios raciales, sin discriminación, sin odios nacionalistas, es rompiendo con el sistema mundo capitalista para avanzar al socialismo.
Por eso, los consecuentes revolucionarios panameños del siglo XXI no pueden identificarse con el nacionalismo o el patriotismo, sino que deben autodefinirse como internacionalistas y socialistas.
El autor es sociólogo. docente investigador de la Universidad de Panamá