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- 12/03/2022 00:00
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Las dos naciones más poderosas de la tierra, Estados Unidos de América y Rusia, han anunciado de manera reiterada que poseen no solo la bomba atómica, sino la de hidrógeno. Ambas naciones han sostenido que el poder destructor de tales bombas es infinitamente superior al contenido en la primera atómica que estalló en el año de 1945.
La perfección, los nuevos estudios, las nuevas creaciones han convertido en mensaje de muerte a toda expresión del átomo. Esa circunstancia, terrible para el mundo de hoy, da asidero bueno para meditar un poco sobre el destino del hombre y también sobre su historia.
Es evidente que jamás el destino de hombres y de naciones ha estado garantizado. Somos células infinitamente pequeñas en una constelación soberbia y gigantesca que no hemos aún dominado y que jamás dominará el hombre. Una espuma en la mar –juguete de los vientos–, así es el hombre en la Tierra: juguete de las sorpresas.
La historia del hombre, por ello, es la historia de la inestabilidad, pero siempre de una inestabilidad causada por la destrucción, por la barbarie.
La cultura romana, por ejemplo, fundada en vastísimos imperios, orientada hacia los cuatro puntos cardinales de Europa, sucumbió en una madrugada cualquiera ante el empuje de los bárbaros. Aquí cerca, en nuestra América, las florecientes culturas Maya, Azteca e Inca –las principales encontradas en la conquista– se fueron para siempre ante la violencia terrible de la espada española.
Nos quedan apenas sus templos, como señalando un pasado que también tuvo sabor de sangre. Pero ni la cultura romana ni la griega ni la azteca fueron a la muerte voluntariamente. Ellas no invocaron a Dios ni a Zeus para que lanzara sus rayos de muerte y destrucción sobre sus pueblos. Ellas no tenían conciencia cierta de que el fruto del combate era amargo y final. Si tuvieron guerras, no creyeron que ellas darían muerte a la inteligencia y a su expresión espiritual que es la cultura.
Sin embargo, todo parece indicar que la cultura asentada sobre la Tierra en este mediodía del siglo XX, incapaz para modelar su presente y futuro, ha resuelto –como que definitivamente–, ir al campo sublime del suicidio. Es una cultura, la primera en la historia de la humanidad, que subirá a la montaña más alta para predicar a los oídos sordos que no sabe qué hacer con el poder amasado en sus propias manos; y por hablarle a oídos sordos, llena de melancolía o locura se pondrá una bomba atómica o de hidrógeno en el corazón para despedazarlo por y para siempre.
Así está nuestro mundo de hoy: en vísperas de ser la primera cultura suicida.
El artículo original fue publicado el 8 de septiembre de 1953
Advertimos que en esta jornada encontraremos dificultades y sinsabores; sabemos que nuestra misión nos llevará a chocar con intereses creados
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Ecos del Valle 7 de septiembre, 1953: El 7 de septiembre de 1953, Carlos Iván Zúñiga Guardia reinició en el diario Ecos del Valle de la provincia de Chiriquí las publicaciones de su leída columna periodística “Camino Abierto”, la que había iniciado en el año 1948 en el diario La Hora. En esa oportunidad, el Dr. Zúñiga comunicó a sus lectores el propósito que lo alentaba como periodista, y en su primera columna envió un mensaje que después de 68 años mantiene vigencia.
En otra ocasión nos iniciamos en la lucha periodística con las siguientes palabras: “Será este espacio un camino abierto a todas las ideas, a todas las ansias de mejoramiento nacional, un medio de acercamiento a la verdad, un instrumento que pretende modestamente que la justicia impere en nuestro país y en el mundo. Aspira a convertirse en tribuna que luchará por la defensa suprema de los intereses nacionales con la única ambición de contribuir a formar una opinión pública fundamentada en la verdad y en la razón”.
Advertimos que en esta jornada encontraremos dificultades y sinsabores; sabemos que nuestra misión nos llevará a chocar con intereses creados porque lo que aquí se diga provocará muchas veces la ira de quienes necesariamente tengan que ser objeto de imparcial escrutinio. Nosotros, sin embargo, continuaremos la marcha, pues nuestro deber está en las mayorías, y no con unos cuantos privilegiados”.
Aquellas palabras, orientadoras ayer, son hoy para nosotros, en esta columna que nos brinda don Miguel Ángel Brenes, norte, esperanza y propósito.
En Chiriquí llevamos cuatro meses de compartir la sal, el pan y el espíritu con su pueblo. En tan escaso tiempo hemos tenido, sin embargo, percepción buena y suficiente para saber cuál es la ruta a seguir como periodista de lanza y ristre.
Al saludar desde Ecos del Valle a todos los periodistas de la provincia, aprovechamos la oportunidad para informarles a todos aquellos que también tiene el afán de verdad y de justicia que trataremos de cumplir con nuestros deberes“.