Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 04/01/2020 00:00
- 04/01/2020 00:00
Un joven que camina por una calle secundaria, ya lejos de la entrada, lleva un pequeño saco de cemento en una mano y arrastra una varilla de acero. Va después del trabajo a descansar un rato hacia su casa, hecha de tablas descartadas y materiales livianos improvisados, allí vive con su madre y hermanos menores. Ella le ha pedido que mejore la casa, y haga un cuarto más. Estos materiales son lo que pudo conseguir hoy.
Varias casas similares están en proceso de hacerse más permanentes, conforman un asentamiento informal en vías de consolidación. Así se expande, de forma rápida y desordenada, nuestra área metropolitana. Es fácil caer en pensar que la causa de esto es la suma de muchos pequeños casos aislados, pero en realidad ocurre por fenómenos estructurales propios de nuestra sociedad y economía, además de condiciones históricas y se relaciona principalmente con la migración interna. También, aunque no resulta evidente, en su mayoría los procesos de ocupación informal o invasión son liderados por actores que obtienen beneficios económicos o políticos al hacerlo.
Se trata de lo que llamamos asentamientos informales, antes llamadas “barriadas de emergencia” o barriadas “brujas”. Se consideran informales los desarrollos donde se construye de manera improvisada, con materiales perecederos, obtenidos circunstancialmente, sin un proceso constructivo, planos, permisos, sin estándares constructivos. Se construye en estos casos, muchas veces, sin tenencia segura del terreno. Al construirse estos pequeños inmuebles se ubican, poco a poco, donde el terreno lo permite, delimitados sólo por los caminos de animales de carga, personas o vehículos. Es lo que llamamos “tejido urbano orgánico” es decir, crece como las plantas, este patrón se encuentra también en los centros de ciudades antiguas que se desarrollaron en la edad media.
Hoy en día es posible ver, desde las estaciones elevadas del metro, el paisaje compuesto por viviendas informales a lo largo de la vía Transístmica hacia el norte por San Miguelito o de la Domingo Díaz hacia el este, pasando el aeropuerto, hacia la 24 de Diciembre y más allá. Al verlo podemos pensar distintas cosas, como ese entorno urbano es menos seguro, menos eficiente para vivir y que la dotación retroactiva de servicios básicos para estos lugares es más costosa que construir sistemáticamente.
Ver la vivienda informal desde una flamante plataforma del metro muestra el contraste entre las realidades de Panamá, lo que podemos ser y lo que hemos sido.
Históricamente en Panamá hubo migraciones por distintos grupos, estimuladas por fuerzas también variadas: migrantes internacionales vinieron a Panamá de las Antillas, del continente asiático y de europa atraídos por las oportunidades de trabajo para construir, primero el ferrocarril, después el canal; también vinieron a la ciudad, a trabajar, muchos migrantes del campo, durante muchos años; otra migración importante ocurrió desde 1914, con la despoblación de los pueblos de panameños y migrantes de la antigua Zona del Canal. Esas migraciones se relacionan estrechamente con la composición del tejido urbano de la Ciudad de Panamá, donde los estudios han encontrado que el 40% de la vivienda se origina en condiciones de informalidad.
Aunque en distintos medios se observa un debate reciente de la opinión popular sobre la migración internacional, ésta comprende mucho menos personas y tiene menor efecto que las migraciones internas cuyas causas se relacionan con la atracción que ejercen las ciudades y áreas metropolitanas sobre la población rural que ve el mudarse a ellas como oportunidad de superarse a través de la educación y oportunidades de trabajo.
En nuestro país, los distritos que tienen mayor número de habitantes son también aquellos en los que hay mayor cantidad de personas en asentamientos informales, es decir, la informalidad es una parte integral de nuestro proceso de asentamiento y urbanización.
En Panamá existen cerca de 250 asentamientos informales, con una población que ronda las 40,000 personas, aunque, según se consolidan con servicios básicos y titulación de terrenos por programas estatales, se van retirando las localidades de la base de datos oficial.
Los sitios más antiguos en Ciudad de Panamá son Boca la Caja, con 87 años; y Viejo Veranillo, con 65. Los de mayor tamaño y población son Loma Cová al oeste y Las Garzas, al este, esta se ha conformado como un nuevo corregimiento adyacente a Pacora. En Loma Cová la ocupación cubre casi 9 km² de tierras al sur de la carretera Panamericana, atravesada por el centro por el límite de la antigua Zona del Canal. Las Garzas tiene una extensión aproximadamente de 5 km². No se cuenta con información actualizada que permita comparar la población total de estos sitios porque sus registros están subdivididos.
La urbanización, la proporción de población de un país que pasa de vivir en lugares rurales a urbanos, es un fenómeno global y en los cinco continentes hay asentamientos informales, uno de los más grandes y conocidos es Kibera, en Kenia. Se estima que en el mundo, mil millones de personas viven en este tipo de entorno. Es un ambiente más vulnerable, donde viven los más pobres.
América Latina es la región más urbanizada del mundo, con 80% de población urbana. Pero la urbanización, aunque en términos globales es un motor para la reducción de pobreza y mejoramiento de calidad de vida, ocurre en nuestros países en modo desordenado, sobre todo cuando la población de las grandes ciudades crece más rápido que la población de todo su país. En 1940 el porcentaje de población urbana en nuestro país era de 33% y al censo de 2010 se ha casi duplicado esta medida alcanzando el 65.1%; se estima que para el censo de este año el porcentaje de población urbana aumentaría a cerca del 68% y para 2050 se proyecta una población nacional de 5.3 millones de habitantes. Todo este crecimiento poblacional ocurrirá con un componente importante de población residente en asentamientos informales.
Durante este siglo se prevé que el cambio climático sea un impulsor de migraciones y que afectará a panameños urbanos, rurales e indígenas, a los más ricos y pobres, a cada uno en distinto modo. 110 millones de personas en el mundo viven en terrenos que se considera están en riesgo de ser inundados.
Siendo Panamá una nación costera y una de las primeras en experimentar, en Guna Yala, las presiones del cambio climático como motivación para el reasentamiento, es de esperarse que el aumento de los mares ocasionará desplazamientos.
En mapas generados por Climate Central se puede observar, entre distintas zonas costeras pobladas de nuestro país que se muestran extensiones conjuntas de tierras en riesgo: en la bahía de Panamá, la bahía de Parita, la Laguna de Chiriquí, en Bocas del Toro y Guna Yala. Ante el contexto actual en el que hace falta más conocimiento de estas realidades, se han generado estas imágenes de proyección al año 2100 utilizando los criterios más pesimistas de proyección, es decir, sumándolos a una inundación anual moderada, utilizando el modelo de Knopf et al de 2017 (en lugar del de 2014 que es citado más frecuentemente), considerando que no haya controles a la contaminación y un grado de mala suerte. Sin embargo, incluso utilizando criterios más optimistas, todo indica que habrá una incursión importante del mar hacia la costa panameña. Es fácil acceder a coastal.climatecentral.org y generar proyecciones para distintos lugares, períodos y premisas.