La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 27/05/2021 00:00
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Durante el último año probablemente el tema del que más hemos escuchado debido a la enorme divulgación, dada por los medios de comunicación, es la pandemia producida por el síndrome respiratorio agudo severo de tipo 2, cuyas siglas abreviadas se describen como SARS-CoV-2, agente etiológico de la covid-19. El desarrollo de esta patología viral ha cambiado radicalmente la forma en la cual se ha desenvuelto nuestra vida, al punto de hablarse de “la nueva normalidad”, pero ¿de qué manera la humanidad se defiende en esta incesante lucha contra los organismos que pueden ser patógenos al hombre?
Para ello es necesario hacer algo de historia. Era el año 1796 cuando a Edward Jenner le resultaba común el hecho de que frecuentemente las ordeñadoras –quienes tenían contacto con el pus de las ampollas de las vacas infectadas con viruela bovina– fueran inmunes a la viruela humana. La viruela humana poseía entonces una afectación que alcanzaba al 60% de la población, del cual el 20% fallecía. Es así como Jenner postula la hipótesis de que el contacto de las lecheras con el pus de las ampollas de las vacas durante el ordeño las protegía de la viruela.
Con esta idea en mente, el 14 de mayo de 1796 Jenner decide probar su hipótesis haciendo lo que en la actualidad sería impensable. Gracias a los principios de bioética, inocula al niño James Phipps de ocho años, raspando el pus de las ampollas de la viruela de manos de la ordeñadora Sarah Nelmes, quien previamente había sido infectada por viruela vacuna de una vaca llamada Blosson (cuyo recuerdo reposa en la biblioteca de la escuela de medicina de San Jorge, en Tooting, Reino Unido), dando inicio a la extensa historia de la inmunización, teniendo como método la vacunación.
Las vacunas han sido, desde entonces ampliamente utilizadas para erradicar enfermedades tales como la viruela, sarampión, tétanos, poliomielitis, difteria, entre otras, llegando a posicionarse entre los procesos o avances científicos responsables de salvar más vidas en la actualidad; comparado solamente con la potabilización del agua.
Es así como a medida que la tecnología y los avances científicos han progresado, se han creado nuevas líneas de vacunas que nos permiten librar una batalla mucho más equitativa contra los agentes patógenos.
De tener vacunas usando virus atenuados o vectores virales en los cuales utilizamos una versión modificada o atenuada del virus el cual generalmente no debe producir la enfermedad, sino preparar al sistema inmunológico para un enfrentamiento posterior con el virus en estado natural, hemos pasado al desarrollo de vacunas utilizando proteínas y ARN mensajero, procesos de última generación que materializan el ingenio humano a su máxima expresión, haciendo más justa o equitativa la incesante lucha por ganar la batalla contra la covid-19 .
Estos procesos pareciesen sacados de una película de ciencia ficción, ya que de manera literal, jaquean al sistema inmunológico haciéndolo creer que está en peligro cuando no es así, engañan, timan, falsean nuestro mecanismo de defensa llevando un mensaje de que hay una batalla por librar y activando el mecanismo defensivo de nuestro organismo, el cual es específico para cada enfermedad. Esta respuesta es guardada en nuestra memoria inmunológica, permitiendo que cuando realmente estemos en lucha contra el virus nuestro organismo ya tenga un mecanismo previamente diseñado para defendernos.
Las vacunas son uno de los avances científicos más importantes de la humanidad; el desarrollo de nuevas tecnologías en este sentido pone de manifiesto el ingenio, el talento y la capacidad creativa de los investigadores, quienes con su trabajo nos ponen a salvo y permiten que sea más equitativa esta batalla contra la covid-19.