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Hermes Sucre: 'Funcionamos con adrenalina, nos gusta estar bajo presión y el estrés nos activa'
- 10/11/2022 00:00
- 10/11/2022 00:00
Gaspar Octavio Hernández hizo del periodismo panameño una expresión de cultura, sensibilidad social y amor a la patria.
El poeta murió en la sala de redacción de La Estrella de Panamá, mientras escribía una crítica contra quienes ofendían el sentimiento patrio, el 13 de noviembre de 1918.
Desde entonces, el periodismo ha sufrido múltiples transformaciones en sus formas de contar historias. Pasó de la imprenta de Guttemberg a la revolucionaria era digital. Los principios del mismo, sin embargo, parecen mantener intactos el servicio a la sociedad, a la verdad y a la democracia.Hermes Sucre, un maestro de la profesión, recordó como el periodismo le ofreció la oportunidad de promover cambios sociales, mejorar las condiciones de las personas y de los pueblos.
En medio de una acelerada transformación de los medios de comunicación social, que obliga a cambios en el modelo de negocio, el docente universitario insta a vencer los obstáculos, a reinventarse, recurrir a la creatividad y aplicar el proverbio árabe que dice: “Mientras el sol no se oculte por última vez, hay esperanza”.
El cronista panameño describe al periodista: “funcionamos con adrenalina, nos gusta estar bajo presión y el estrés nos activa”.
Además, nos recuerda el papel que nos corresponde cumplir en la sociedad. “No somos simples transmisores de mensajes, sino líderes comprometidos con la búsqueda de la verdad ...”, dijo el periodista, en un claro mensaje a sus colegas que el próximo domingo celebran su día. Al mismo tiempo, critica la falta de humildad de los periodistas que se creen “la última agua de pipa de Sarigua”.
Desde la redacción de 'La Decana' extendemos un cordial saludo a los periodistas en su día.
Por supuesto que sí. Es una valiosa oportunidad que me concedió Dios para promover el cambio social mediante un periodismo constructivo, mejorar las condiciones de vida de personas y pueblos, darles voz. Nada es más reconfortante que buscar el bien individual y el de la colectividad.
También, el periodismo me permitió ejercer la sagrada misión de enseñar por 25 años en la Universidad Santa María la Antigua (USMA). Transmití mis conocimientos y experiencias a más de 700 estudiantes, que hoy son profesionales íntegros, honestos, y con sólidos valores éticos y morales.
Cuando me los encuentro, me dicen: “Profe, se acuerda cuando nos enseñaba a hacer noticias en un pizarrón y con tiza, cuando nos llevaba al mercado público viejo a hacer reportajes, a los asilos a llevar ayuda”. ¡Nunca dejaron de ser mis discípulos!
Los periodistas no somos simples transmisores de mensajes, sino líderes comprometidos con la búsqueda de la verdad para llevarla a la sociedad y al ciudadano. Tenemos el deber de educar, investigar, descubrir, verificar y publicar informaciones veraces, útiles, balanceadas y bien explicadas.
Por muchos avances tecnológicos y científicos que se hayan dado en las distintas épocas, los valores clásicos del periodista son invariables. Desde los inicios del periodismo manuscrito, la invención de la imprenta, el auge de la radio y la televisión, y ahora la revolución digital, prevalecerán los valores éticos y morales.
Informar con la verdad es un compromiso de obligatorio cumplimiento, ya sea que escribas en una hoja de tallo o en una computadora de última generación.
Esto no es cierto. El periodismo recoge todo lo raro, lo de interés común, lo intrascendente, lo trascendente, las tragedias, las derrotas, las victorias, etcétera. Entonces habrá quienes se quejan porque los cronistas publican los resultados de un juego donde perdió la Marea Roja.
Para el corrupto, me imagino que es negativo que se publique la cantidad de dinero que desfalcó. El periodismo se ocupa de noticias de interés público, sean negativas o positivas.
A los críticos de los medios les encanta generalizar. No es cierto que solo publicamos lo negativo.
En primer lugar, hay que dejar de quejarse y de culpar de todo a la pandemia. Se requiere más actualización. El mundo avanza a velocidades vertiginosas en medio de una revolución tecnológica que transforma los escenarios contemporáneos. Muchos periodistas permanecen ajenos a esos cambios, incapaces de informar adecuadamente sobre ellos y sobre la manera que impactan en la vida cotidiana de las audiencias.
Falta más infantería de reporteros en las calles, se está abusando del “periodismo de sofá” y de las entrevistas virtuales. Nada mejor que el cara a cara. En mis tiempos, los jefes no nos dejaban echar barriga, teníamos que gastar suelas en el pavimento.
Medir las consecuencias de lo que se va a publicar, verificar datos obtenidos en las redes sociales y de rumores; no meterse en la vida privada.
Cada medio de comunicación se impone su buen gusto. Para mí lo principal son los intereses de las audiencias, publicar notas utilitarias, de calidad, que afecten sus vidas
Es importante que los periodistas garanticen el seguimiento de las noticias sobre las crisis sociales, económicas, políticas, judiciales. Resulta que surge un escándalo y a las 72 horas ningún medio se refiere al asunto.
Hace falta más humildad, todavía hay colegas que se creen “la última agua de pipa de Sarigua”. Hemos descuidado la cobertura de noticias internacionales; mantenemos el centralismo informativo en la ciudad capital, y publicamos muy poco de lo que sucede en el interior del país.
Considero que el periodismo escrito no desaparecerá. Cuando Juan Gutenberg inventó la imprenta, en 1450, se pensó que los manuscritos iban a desaparecer, y no fue así. Después vino la radio, que por su rapidez y alta cobertura iba acabar con el periodismo escrito, y no sucedió. Lo mismo pasó con la televisión. Y ahora se pronostica el final con la era digital, y tampoco será. Los libros, que son grandes reportajes, son mágicos, nuestros compañeros testimoniales de la vida. Todavía guardo la novela “La isla del tesoro”, que me gané en un concurso de redacción cuando cursaba el cuarto grado de primaria en la escuela Alejandro Tapia Escobar de Aguadulce. Los libros han sobrevivido a las hogueras, a la persecución, a la censura, a la incomprensión, a las críticas desmedidas, al olvido, entre otros.
No creo que haya una crisis en el periodismo. No existe el periodismo sereno, pasivo, relajado. Nosotros funcionamos con adrenalina, nos gusta estar bajo presión y el estrés nos activa. Ahora la palabra de moda es “crisis”. Hay que vencer los obstáculos, reinventarse, recurrir a la creatividad y aplicar el proverbio árabe que dice: “Mientras el sol no se oculte por última vez, hay esperanza”.Hay muchas posibilidades para los estudiantes de periodismo. Para ello hay que formar e invertir en el periodismo investigativo, científico, cultural, de turismo. Hay que revisar el pénsum académico de las escuelas de periodismo. El nuevo comunicador requiere de modernas competencias y especializaciones (en lo tecnológico, en lo digital, científico, en lo cultural e idiomas).
Por supuesto, la revolución digital ha cambiado las formas de hacer periodismo. Hay buenos periódicos digitales y muchas oportunidades para que el ciudadano exprese su opinión. Las redes sociales no han cambiado la credibilidad que siempre ha tenido la prensa.La credibilidad es un asunto personal, individual; sin depender por qué canal se envíe el mensaje. Las informaciones falsas, tan de moda ahora, no tienen que ver con el tipo de medio, sino con la persona que las propaga.Tanto el periodismo tradicional como el digital tienen que funcionar con rigurosidad, apego a la ética y los valores morales. Ambos se complementan y, bien manejados, pueden obtener magníficos resultados.
El periodista debe tener un amplio bagaje cultural, debe leer literatura clásica, los premios Nobel, los autores contemporáneos, los nacionales; sobre política, economía, sociología, psicología, filosofía, artes, historia, y estar al día en los avances y novedades lingüísticas.
Estoy haciendo dos libros: uno de periodismo y otro de cuentos. El de periodismo se titula “Periodismo para todos los tiempos”, que trata sobre la durabilidad de los valores clásicos del periodismo, esos irrenunciables principios éticos y morales.