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- 27/03/2022 00:00
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Tienen razón los editores del Monthly Review cuando señalan que el conflicto bélico que se desarrolla en Ucrania “representa un punto de inflexión en la Nueva Guerra Fría y una gran tragedia humana”. Comprender el origen e impacto de esta situación es una tarea necesaria para quienes, siguiendo a Martin Luther King, pensamos que “la guerra es un mal cincel para tallar un mañana”.
Clausewitz, en su obra clásica De la guerra, define la guerra como “un acto de violencia para obligar al contrario a hacer nuestra voluntad”. Esto lleva a varias preguntas: ¿cuáles son los motivos que llevan a una parte a intentar imponer su voluntad a la otra?, ¿qué específicamente constituye un acto de violencia?
Pensar, como lo hizo un ensayista de La Estrella de Panamá, que se trata de un problema de contradicciones puramente ideológicas, dándole a la globalización neoliberal una interpretación pacifista, guiada a multiplicar los impactos positivos sobre el bienestar de la población, es un error fundamental.
También lo es considerar que se trata de contradicciones encapsuladas en el ámbito político, sin relación con el entramado de los intereses económicos. Peor aún es el desatino del ensayista de la Estrella de Panamá, cuando al proponer que la crisis hipotecaria de 2008 fue el simple resultado de la corrupción, sin tener en cuenta la relación entre esta y el modelo financiarizado de la economía estadounidense.
El fin de la Guerra Fría, con la derrota y desmembramiento de la Unión Soviética, significó el inicio de un mundo unipolar, dominado por lo que Samir Amin llamó la tríada, constituida por Estados Unidos, Japón y Europa, siendo el primero de estos países el hegemón fundamental. La política económica neoliberal de esta tríada representó, a diferencia de lo que piensa el ensayista de La Estrella, el intento de construir un modelo económico global al servicio de sus intereses.
En el desenvolvimiento del modelo de globalización neoliberal, sin embargo, no dejó de funcionar la llamada Ley del Desarrollo Desigual, dando lugar a importantes contradicciones. La primera de ellas fue el desarrollo de la República Popular de China, que ahora aparece como una potencia emergente capaz de retar la hegemonía estadounidense en el plano económico, tecnológico y el militar.
Esto ha llevado a que la política exterior estadounidense considere a China como el principal competidor estratégico. John Bellamy Foster, en un interesante artículo titulado “The New Cold War on China”, argumenta de manera documentada que un objetivo básico de la política exterior estadounidense es “obligar a China a aceptar el orden político-económico impuesto por la alianza de las grandes potencias bajo el liderazgo de EE.UU”.
En el caso de Rusia, la potencia contendiente de Estados Unidos durante la Guerra Fría, se siguió una política distinta, tal como lo destaca Brahma Chanelly en un artículo titulado “América is Focusing on the Wrong Enemy”.
La primera diferencia tiene que ver con el hecho de que la potencia vencedora, a diferencia de lo que hizo luego de la Segunda Guerra Mundial, en lugar de ayudar al desarrollo económico de la potencia perdedora, le impuso, con ayuda de los organismos financieros internacionales, un programa de ajuste estructural rígido, profundo y rápido, que generó grandes penurias en Rusia, donde, para dar un ejemplo, se redujo la esperanza de vida de la población. Esto, desde luego, fue sentido por este último país como una humillación nacional de la cual debería reponerse.
En segundo lugar, al terminar la Guerra Fría se le prometió a Gorbachov al momento de la reunificación de Alemania, que la OTAN no avanzaría “ni un centímetro” más allá de las líneas de frontera que existían en ese momento. Esta promesa se incumplió, dado que actualmente la OTAN ha integrado 15 países más. La misma tiene presencia aérea en Estonia, Lituania y Rumania; también pose misiles en Polonia y Rumania. A esto se debe adicionar que Estados Unidos mantiene tropas desplegadas en Estonia, Lituania, Letonia, Polonia y Rumania.
Lo que lleva estas contradicciones a su punto de ebullición es Ucrania. Para Estados Unidos, de acuerdo con la doctrina Brzezinski, sostenida en las ideas geopolíticas de Mackinder y desarrolladas en su libro EL gran tablero mundial, el jaque mate a Rusia se debería dar en Ucrania. Para Rusia, por su parte, el avance de la OTAN hacia Ucrania implicaría un nivel de riesgo inaceptable, por lo que declara que dicho avance significaría cruzar una línea roja. El tablero de ajedrez estaba servido para la guerra.
El golpe del Maidan y el tratamiento de Ucrania hacia su población ruso parlante dan lugar entonces, a una guerra de ocho años, que termina intensificándose, convirtiéndose en la chispa que provoca los actuales acontecimientos. Se trata, como advirtió el propio Henry Kissinger en un artículo publicado en The Whashington Post en 2014, de algo que se pudo prevenir por la vía de una adecuada diplomacia, que lograra balancear los intereses de las partes.
Las condiciones actuales constituyen, sin lugar a dudas, un punto de inflexión en el orden mundial, el cual puede tener diversos resultados.
Para comenzar, es evidente que Rusia tendrá que cargar con un elevado costo económico y social, debiendo buscar una mayor independencia económica.
También es obvio que Europa que, si bien aparece más unificada, sufrirá graves costos económicos que la debilitarán frente a Estados Unidos, quien reafirmará su influencia sobre ella. Baste con pensar en el alto costo del desacoplamiento energético y del proceso de rearme. Alemania, por ejemplo, ha anunciado que duplicaría su presupuesto militar, lo que, necesariamente, implicará una reducción relativa del gasto social.
Estados Unidos tampoco estará libre de costos. Siendo es cierto, como señala Robert Reich, que las empresas petroleras de ese país se beneficiarán de la situación y que el complejo industrial-militar también lo hará, no es menos cierto que la inflación de costos, como ha insistido Nouriel Roubini, va a generar presiones hacia la estanflación, en condiciones que la Reserva Federal no tiene muchas posibilidades de intervenir. Por otra parte, la imposición de sanciones sobre el uso del dólar puede, como lo ha destacado Barry Eichengreen, llevar a que varios países y agentes económicos piensen en reducir el uso del mismo en la estructura de sus reservas.
En el caso de China se puede señalar que probablemente esta se acerque a Rusia. Sería riesgoso para ella un triunfo rotundo de Estados Unidos, que tendría, entonces, el camino abierto para enfrentarla como su más importante competidor estratégico. También se podría beneficiar del petróleo y gas ruso barato. Muy probablemente lo haga de manera cautelosa para defender sus exportaciones a occidente.
En este complicado escenario Panamá, priorizando nuestros intereses nacionales, debe seguir el camino de la neutralidad y el multilateralismo.
Pensamiento Social (Pesoc) está conformado por un grupo de profesionales de las ciencias sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.
El autor es economista y profesor emérito de la Universidad de Panamá