La corrupción ha sido identificada como el mayor obstáculo para el desarrollo económico y social del país por la ciudadanía y por organizaciones internacionales,...
- 24/02/2013 01:00
En el mundo de los políticos la educación es solo un tema de campaña: la mayoría elige para sus hijos colegios privados de elite. Bilingües, laicos, alejados de las tradiciones locales, el Brader, Oxford School of Panama, la Academia Interamericana y la International School, entre otros, aparecen entre los favoritos de la clase dirigente del país.
Ante un nuevo año escolar, La Estrella preguntó a dirigentes oficialistas y de la oposición, de todos los órganos de gobierno, cuál es la institución en la que confían la formación de su prole. No pudimos encontrar uno solo que elija la escuela pública. ¿Qué pasa? ¿No confían en el sistema que ellos mismos diseñan? ¿Es falta de patriotismo o una cierta devoción por modelos foráneos? ¿Por qué la predilección por el modelo que resumen nueve años del ’verb to be’ en apenas tres trimestres de ’Grammar’?
DEL BRADER A LA ACADEMIA
Lo que muestra el escenario de predilecciones del poder, para la profesora Nelva Reyes, es que ‘hay un doble discurso. Es hasta burlesco: sus hijos están en colegios con las mejores infraestructuras y ¿los demás?’.
Reyes, una de las cabezas de la Central de Trabajadores de Panamá (CGTP) y profesora en el Instituto Fermín Naudeau, sostiene que además de esa injusticia, las reformas al sistema público no están deteniendo la reversión progresiva de su capacidad de formar personas con conciencia, sino máquinas de producción.
El caso de la ministra de Educación Lucy Molinar es paradigmático: tiene la responsabilidad de la formación de los panameños y la transformación curricular, el cambio de bimestres a trimestres y la beca universal, pero no manda a sus hijos a la escuela pública.
Y eso aunque dice estar convencida de que las modificaciones que implementó serán la semilla de un proceso que concretará un modelo educativo del siglo XXI. Al parecer, los primeros signos de mejoría no la alientan a inscribir a sus hijos en un centro educativo del Estado: van al Brader (de educación bilingüe por excelencia) y a la Academia Interamericana, dos escuelas privadas que se enclavan en Costa del Este.
No es la única. Al Brader también asisten los hijos del exsubgerente de la Zona Libre de Colón y exdiputado panameñista, Manuel Grimaldo; y, por ejemplo, los de Martín Torrijos, el más reciente presidente de la República del opositor Partido Revolucionario Democrático (PRD).
La Academia Interamericana de Panamá, cuya anualidad podría alcanzar los ocho mil dólares, fue también la casa de estudios de la hija mayor de Juan Carlos Arosemena, diputado del PRD que aspira a socavar las pretensiones presidenciales del secretario general de su partido, Juan Carlos Navarro. El segundo hijo de Arosemena asiste al Oxford International School, un colegio británico que tiene 26 años en el país.
Así, en las aulas de elite pasan días, meses y años, los hijos de los hombres que definen los destinos del país y tienen la posibilidad de influir y cambiar las políticas educativas. Parece que perdura la situación que Brittmarie Janson Pérez apuntó en su libro ‘Panamá protesta’: los poderes económicos y políticos del país siempre se mueven en un mismo círculo. Es una forma ya fundada para conservar la compleja y extensa red social de los apellidos que se repiten por generaciones en el Palacio de Las Garzas o en cualquier nicho de decisión.
SAN MIGUELITO: PARADOJA
En el Club de Golf —un barrio de clase alta en el corazón del populoso distrito San Miguelito— hay un plantel que con la promesa de ‘inspirar a los estudiantes a alcanzar su pleno potencial’ y de enseñar el idioma inglés casi como primero, convenció a la clase política local.
En el International School of Panama (ISP) convergen los retoños de casi todos los líderes políticos con la prole de los embajadores de los países que mayor relación tienen con Panamá.
La expresidenta Mireya Moscoso, quien juraba que sus logros en materia educativa superaban los de su antecesor, Ernesto Pérez Balladares (PRD), matriculó ahí a su unigénito Ricardo Grubber, hoy un adulto que siguió el camino político de su madre.
En el mismo colegio estudiaron dos de los tres hijos del exalcalde y precandidato presidencial Juan Carlos Navarro, quien hoy pregona en su propuesta de gobierno hacer un vuelco a la educación pública: descentralizar el sistema, evitar que las bancas se calienten por los dos turnos, darle recurso y exigirle resultados.
Y aunque Navarro rivaliza políticamente con el presidente del partido Panameñista, vicepresidente de la República y excanciller, Juan Carlos Varela, a la hora de enviar a sus hijos a estudiar no difieren. Los tres Varela hijos también cursaron la escuela en el ISP, aunque el mayor, Gian Carlo, prefirió terminarla en los Estados Unidos, donde lanzó su carrera como disjockey.
El International School of Panama también recibió a hijos de los excancilleres José Miguel Alemán y Samuel Lewis Navarro.
LAICOS Y CATÓLICOS
Aunque la mayoría de los hijos de los políticos locales van a colegios laicos cuyo eje central es la libertad de conciencia y la tolerancia a las distintas culturas y creencias, algunos optan por las estructuras tradicionales del catolicismo en una formación religiosa.
Los del presidente de la República, Ricardo Martinelli, por ejemplo, estudiaron en La Salle, una institución que se inspira en el legado de San Juan Bautista aunque se autoproclama laica. Martinelli hizo allí sus estudios de Perito Mercantil. A La Salle también van hijos del diputado Molirena Jorge Alberto Rosas.
Dos de los cuatro vástagos de José Isabel Blandón asisten al San Agustín. ‘Los puse ahí porque yo estudié ahí’, explica. Su colega y expresidente de la Asamblea, José Muñoz, también inscribió ahí a su hija, tras haber sido estudiante del Buen Pastor. Su primogénito cursó estudios en la pública Emperatriz Taboada, en La Siesta de Tocumen, en los tiempos en que su padre era plomero.
Si bien no cae como balde de agua fría para nadie, la preferencia de los políticos hace a todos reconocer el desdén oficial sobre la educación pública.
Nelva Reyes insiste en que el Estado debería encaminarse a ‘una sola educación’, que forme a la gente para pensar y no solo para montar empresas, explotar oportunidades de negocios y disfrutar de los réditos. Hay que volver al inicio, cuando lejos de ser la última posibilidad, la escuela pública formó a parte de los líderes del siglo XX, reflexiona.
En los años 70 y 80, al calor de las reformas educativas que impulsó la dictadura militar, no era aberrante pensar que el hijo de un personaje prominente podía pisar un instituto público. Lo hicieron los de Oydén Ortega, hoy magistrado de la Corte, exministro de Trabajo y excanciller; y los del fallecido vicepresidente Roderick Esquivel.
El diputado Grimaldo Córdoba reconoce que en Panamá a la clase política le falta ‘sensibilidad’ con la educación oficial. ‘Uno se preocupa como político pero los hijos de uno no’, explica, aunque no caiga en gracia de la mayoría de sus colegas: en 2012 presentó un anteproyecto de ley por el cual los políticos debían mandar a al menos un hijo a una escuela estatal.
La socióloga de la Universidad de Panamá, Corina Luna, cree que la realidad de los políticos es un síntoma de lo que ocurre en todos los demás estratos de la sociedad. Antes de una escuela pública reconocida, todos preferirán una privada. Todos. Sin importar.
Esa presión ha abierto los parámetros del negocio: de 750 colegios privados, 20 son considerados como ‘económicos’, por su acceso para los pobres. Se yerguen en populares cerros de San Miguelito y barrios de Arraiján y Tocumen.
Estos seguramente han contribuido a exponenciar los índices de la población estudiantil de las escuelas particulares, que hace diez años era una décima parte (10 mil) de lo que hoy registra (112 mil).
Por ello, Luna considera que el problema no se halla en el hecho de dónde envíen los políticos a sus hijos, sino en que es necesario hacer cambios que mejoren el rendimiento de los millones de dólares (mil 5 millones, este año, el segundo más robusto del Estado) que se asignan a la educación.
‘Los políticos solo son la cara más visible... pero todos buscan el mejor colegio para sus hijos. Hay que saber dónde está el cuello de botella’, asegura.
Nelva Reyes rebate: sin introducir políticas neoliberales en la educación, plantea, es necesario conseguir un sistema escolar general que sirva de base para incentivar las humanidades y la vida en democracia —en la que todos son iguales, no solo al momento de contabilizar los votos—.
Es sabido: la educación es la principal herramienta para garantizar igualdad de oportunidades. Una sentencia que conocen los políticos que en campaña sueltan arengas pero en casa, conscientes del panorama desigual, olvidan.