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Los menores de edad tienen derechos, pero también obligaciones
- 01/11/2018 01:00
- 01/11/2018 01:00
Hace algunas semanas escuchaba una conferencia dictada por un especialista latinoamericano en derecho de la niñez (abogado), en la que planteaba la necesidad de defender los derechos de los menores de edad a ultranza, a pesar de su comportamiento y de los errores que hayan cometido en la sociedad. Este mensaje llegaba después de ver y analizar los terribles casos de violencia que hemos vivido en el país, especialmente protagonizados por menores de edad y cómo ha sido su incursión en el Sistema Penitenciario Panameño.
Sobre el particular, a la par del discurso que escuchaba, venían a mi memoria frases célebres del juez español Emilio Calatayud (juez de menores), quien señala que los derechos van siempre aparejados de obligaciones y, en el caso de los menores de edad, no hay excepción. Es más, sopesa el consejo de ser amigo de los hijos, y con algo de jocosidad dice: ‘yo no puedo ser amigo de mi hijo, porque lo dejo huérfano sin padre'. ‘Un padre es un padre y eso no cambia, los compañeros de juergas son otra cosa'. Para este juez, los padres pueden llevar relaciones amigables con los hijos, sin perder el norte ni confundir los roles.
La ley, en especial el Código de la Familia de Panamá, toma los derechos de los menores de edad como parte importante de su redacción (art. 489), pero a la vez, menciona sus obligaciones, aunque de una manera más escueta, al decir que con respecto a sus padres, los hijos han de obedecerles y respetarles (art. 317 C.F). Estas obligaciones son aplicables a todos aquellos que no hayan cumplido la mayoría de edad o no se haya emancipado.
Es curioso, a pesar de existir el área de las obligaciones, muy pocas veces los especialistas desarrollan esta materia, sólo se concentran en la promoción de los derechos. Efectivamente, es importante hablar de ellos, pero también de las obligaciones, pues los menores crecen sin conocer esta otra parte de su formación y asumen que consumir alcohol o drogas, faltar el respeto a sus familiares y hasta cometer actos contra la ley, son actos simples que no tienen consecuencias.
No es de sorprender que hoy en día, los padres estén expuestos al peligro y la violencia, proveniente de sus propios hijos. Dicho así, son los más chicos los que han tomado el control del hogar y deciden a punta de gritos, golpes y amenazas lo que se hace o no, relegando a sus padres al rol de un mero proveedor de recursos. Siempre está la amenaza de la denuncia por maltrato y la cárcel, por lo que ahora los padres tienen miedo de sus propios hijos.
Para el Código de la Familia y la Ley de Responsabilidad Penal de Adolescentes, el menor de edad no comete delito, en su lugar comete un acto infractor, concepto parecido pero no el mismo, a pesar de que la descripción de la conducta con el tipo penal sea la misma. Actualmente se habla de una justicia restaurativa, donde la atención son las necesidades de las víctimas y los autores o responsables del delito, y no el castigo a estos últimos ni el cumplimiento de principios legales abstractos.
Yo creo que si seguimos así, solamente hablando de derechos, podríamos estar faltando al modelo de ciudadano que espera la sociedad. La única forma de mejorar en este aspecto es encontrar un balance inmediato entre los derechos y las obligaciones, porque el equilibrio es necesario. No se puede justificar el mundo de libertades sin control, porque estaremos frente a un escenario innecesario y ampliamente peligroso.
Las abuelas dicen que educar antes era más fácil, pues no se discutían las órdenes y los hijos sólo se limitaban a cumplir y Dios los libre si protestaban, sólo con la mirada era suficiente para que obedecieran. Es más, una correa a tiempo o una ‘chancleta' bien puesta, nunca faltaron en su forma de educar y que por eso, la generación de antes era mejor que la actual. ¿Acaso tendrán algo de razón las abuelas?