Coronel Rogelio Alba, el hombre que dio vida a los tomasitos

Actualizado
  • 07/06/2015 02:00
Creado
  • 07/06/2015 02:00
Cuando el, entonces, mayor Alba le contó al general Torrijos de un sistema de enseñanza militar que había descubierto en Cuba.

En el momento en que el general Omar Torrijos le preguntó al grupo de militares que viajó a Cuba en diciembre de 1973 como parte de una gira diplomática para celebrar los 15 años de la revolución cubana qué podían rescatar de la visita, todos los uniformados empezaron a comentar de las carencias del pueblo cubano. Torrijos, quien ya conocía la situación, les reclamó a sus subalternos si no habían visto algo más que aquello que ya todos sabían. ‘¿Qué no vieron nada bueno por allá?', les cuestionó el militar veragüense.

El, entonces, capitán Rogelio Alba, quien había estado en la comitiva que viajó a la isla, aprovechó los bríos que un par de vasos de whisky le habían dado, y tomó la palabra.

El mayor Alba comenzó a narrar lo que había observado en los campos de cítricos de la isla de la Juventud. (en ese entonces llamada isla de Pinos). Se trataba de una especie de internado para adolescentes. Los muchachos, supo Alba, atendían los sembradíos y de ahí obtenían el sustento para pagarse su escuela y cubrir las necesidades básicas. La idea agradó al mayor porque, de esta forma los jóvenes no solo vivían de forma disciplinada y productiva, sino que se alejaban de los vicios y las malas prácticas. ‘Además, lo chiquillos amaban a su isla', confesó Alba.

La reunión culminó y, al parecer, la historia del capitán no trascendió más de ahí. Sin embargo, al poco tiempo, Alba descubriría que su narración traería consigo grandes consecuencias.

UN AVISO INESPERADO

En febrero de 1974, mandaron a llamar a Alba para que se apersonara a la comandancia. El capitán, cumplió la orden, aunque no muy contento. ‘Cuando los superiores te mandan a llamar así, lo primero que uno pensaba es '¿qué habré hecho ahora? Nunca te mandaban a llamar por nada bueno'. En la comandancia lo recibió el coronel Roberto Díaz Herrera, quien le informó que el general Torrijos quería hacer una escuela como la que Alba describió en la reunión.

Díaz Herrera le presentó dos opciones al capitán: edificar el centro en donde hoy está La Joyita o en Río Hato (Coclé).

Como Alba pasó parte de su infancia en esa provincia (su padre fue jefe de Policía en Coclé y su madre era antonera), dijo que lo mejor era hacerla en Río Hato.

Para el mayor era inusual que a él se le consultaran estos temas; sin embargo, su sorpresa sería aún mayor al con lo que supo después:

—Usted va a ser el director— le dijo Díaz Herrera a Alba.

—¿Yo?— contestó sorprendido el capitán Alba—, pero si yo no soy educador ni maestro, ¿cómo voy a ser el director?

Al ver su reacción, el coronel tranquilizó a Alba y le explicó que iba a trabajar en conjunto con el ministerio de Educación y otros oficiales, pues el futuro bachillerato sería de corte semi militar. Después de que se graduaran, los estudiantes podrían optar por cualquier profesión que quisieran.

MANOS A LA OBRA

Alba no tuvo tiempo para celebrar su nombramiento: Torrijos había dado la orden de que el colegio debía estar listo para mayo, cuando iniciara el nuevo ciclo escolar. En solo tres meses, el mayor tenía que tener listo todo el proyecto. Estaban contra el tiempo.

Aprovechando unas instalaciones que el ejercito de Estados Unidos dejó abandonadas en Río Hato después de la Segunda Guerra Mundial, se construyó el centro educativo, al cual decidieron llamar Instituto Militar General Tomás Herrera, en honor al soldado y político colombiano que, entre otras cosas, creó y comandó el Estado Libre del Istmo. El 4 de mayo de 1974 fue la inauguración.

LOS FUNDADORES

‘Los primeros muchachos eran como los piratas del Caribe, por eso los quería tanto', comentó alguna vez, entre risas, Rogelio Alba sobre la primera promoción de ‘tomasitos'.

La Guardia Nacional lanzó la convocatoria para aquellos alumnos que iban a cuarto año que quisieran inscribirse voluntariamente. A ese primer llamado respondieron todo tipo de personas. El militar recuerda en particular dos casos: El de un joven que fue llevado por su padre, porque quería que ‘lo compusieran'. Lo curioso de la historia, comentaba Alba, es que el padre, quien pensaba que el Instituto era una suerte de correccional, llevó a su hijo esposado. Alba le explicó al señor en qué consistía el centro educativo y, posteriormente, le preguntó al menor si quería estar ahí. Ante la negativa del adolescente, el militar le dijo al progenitor que lo mejor es que se regresaran a la capital.

El otro caso que recuerda es el un sobrino del general Torrijos, hijo de Marcelino Jaén y Victoria Torrijos (en esos tiempos directora del Ifarhu) que acudió, voluntariamente al llamado. La hermana del general no podía entender por qué su hijo se sometía a esas cosas, cuando en casa, decía ella, lo tenía todo.

Al preguntarle al muchacho qué hacía ahí, el joven le confesó que su sueño era ser veterinario y no abogado como era la tradición de la familia Jaén. Al escuchar eso, Alba le recomendó a la madre que le permitiera estar ahí, quien, no muy contenta, aceptó.

—Cuando comenzamos a pasar lista, nos dimos cuenta de que los que estaban ahí no eran unos santitos. Eran puros repetidores, insubordinados. Esos fueron los primeros. Habría uno o dos que eran buena gente. El resto eran unos diablitos— admitía el coronel Alba.

A pesar del difícil panorama con la que se encontró, el militar asegura que lograron su cometido y pudieron encaminar a los jóvenes que ingresaron al Instituto. ‘La mayoría cambio su modo de ser, su actitud hacia las personas, solo unos cuantos se quedaron rezagados. Muchos tomasitos se convirtieron en médicos, abogados, ingenieros', decía Alba con satisfacción.

EL RELEVO Y EL FIN

Bajo la dirección de Alba estuvieron las primeras tres generaciones del Instituto Militar General Tomás Herrera.

Luego de eso, el ya coronel Alba decidió seguir adelante y abandonar el cargo. ‘Comprendí que había un momento en el que había que salir. Ya había cumplido con la misión y no nos podíamos quedar, eternamente', reflexionaba el uniformado.

El Instituto estuvo activo hasta el 20 de diciembre de 1989, cuando Estados Unidos invade Panamá. Como parte de las acciones de ataque, el ejercito yanqui bombardea la instalaciones de Río Hato.

La defensa de unos cuantos militares acompañados por unos adolescentes fueron vanas ante el poderío del ejercito más grande del planeta.

Con el regreso de la democracia a Panamá, durante el gobierno del presidente Guillermo Endara, se ordena la clausura del colegio secundario. Aunque ya no estaba al mando del centro, la decisión le dolió a Alba, pues representaba el fin del proyecto al que tanto empeño le había puesto.

‘Después de la invasión, todo lo que oliera a militarismo era apartado. Esa era la consigna', recordaba Alba con amargura.

Para el militar cerrar el Instituto fue un error. ‘En la actualidad, la Policía Nacional tiene una escuela de oficiales. Cada cuatro años gradúan subtenientes. Nosotros ni siquiera graduábamos militares, de ahí salían bachilleres'.

El exdirector del Instituto Tomás Herrera consideraba que, aunque no se formen militares ni se destaque ninguna figura castrense, siempre es importante que exista un centro educativo en donde se aplique este tipo de disciplina.

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RESEÑA

El señor director, ‘Tito'

Las referencias a la vida de Rogelio Alba son escasas y, las pocas que hay sobre él son muy parcas.

Todo se limita a unas cuantas fotos, su mención en algunas páginas de internet y el vídeo de una entrevista que le realizaron dos ‘tomasitos' meses antes de su muerte (nombre con el que se identifican los egresados del colegio Tomás Herrera), acontecida el pasado 23 de mayo.

La formación

Rogelio Rafael Alba Bernal, mejor conocido como ‘Tito' Alba hizo sus estudios militares en la Escuela de Formación de Oficiales de las Fuerzas Armadas de Cooperación de Venezuela, de donde egresó en 1961.

A lo largo de su carrera, Alba ocupó toda una serie de cargos. Comenzó como subteniente en el cuartel de Panamá Viejo. También pasó por la quinta zona militar (Chiriquí) en donde conoció a Roberto Díaz Herrera, en ese entonces mayor, y quien, posteriormente, jugaría un papel importante en la designación de Alba como director del Instituto Militar Tomás Herrera. ‘Tito' Alba creó el batallón Cémaco cuando estuvo al mando de la novena zona militar, en Darién.

Antes de ser nombrado director del Instituto, Alba era edecán del presidente Demetro Lakas e, inclusive, llegó a ser jefe de la Guardia Presidencial.

Además, era miembro de la Comisión de Defensa y Seguridad del Canal, liderando uno de los varios organismo binacionales paritarios que se crearon para cumplir con los tratados Torrijos-Carter. Rogelio Alba se retiró de la vida militar con el rango de coronel.

El legado de ‘Tito'

Sin embargo, Daniel Alonso (periodista, ex vocero de las Fuerzas de Defensa), comenta que la ‘gestión de mayor trascendencia institucional' en la carrera de Rogelio Alba fue haber sido el primer director del Instituto Militar General Tomás Herrera .

Para Isaac Rodríguez, diplomático y líder sindical, parte de la primera generación del Instituto, el gran mérito del coronel Alba fue saber interpretar el pensamiento de Omar Torrijos y darle vida con la creación del Instituto Tomás Herrera.

En este tenor, decía Daniel Alonso en una semblanza sobre Alba Bernal que leyó en sus funerales: ‘En aquel año 1974, y con solo tres meses para cumplir la orden emanada del Comando, el entonces capitán Alba pudo sentar las bases de un plantel educativo que forjara el carácter de jóvenes panameños a la luz de la ciencia y el conocimiento'. El periodista añadiría que ‘haber sido el padre de los ‘tomasitos' es el papel que más identifica su paso por la institución armada panameña. Así lo recordaremos'.

Daniel Alonso,

‘ Haber sido el padre de los ‘tomasitos' es el papel que más identifica el paso de Rogelio Alba por la institución armada panameña'.

PERIODISTA Y COMENTARISTA DEPORTIVO, EX VOCERO DE LAS FUERZAS DE DEFENSA

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EL INSTITUTO MIILITAR

El centro educativo estuvo en activo durante 15 años.

El 4 de mayo se inauguró el Instituto Militar General Tomás Herrera. La primera generación se graduó en 1976.

El 20 de diciembre, el colegio fue atacado por el ejercito de Estados Unidos durante la invasión. Eso representó su clausura.

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