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- 22/05/2022 00:00
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El concepto de anomía es central en la sociología clásica y contemporánea. Ha sido utilizado en innumerables investigaciones y estudios para explicar de una u otra forma, lo que Durkheim indica es un Estado con ausencia de normas claras y definidas, que genera inestabilidad e incertidumbre en los grupos sociales trastocando el comportamiento frente a las instituciones sociales existentes en una sociedad determinada.
Este concepto, retomado por otro clásico de la sociología como lo es Robert Merton, permite a los sociólogos generar las aproximaciones necesarias que admitan poner a prueba la capacidad del concepto y sus articulaciones teóricas para entender mejor las distintas situaciones a las que nos enfrentamos. Es un concepto que, desde nuestra perspectiva, recobra vigencia y utilidad en el contexto social que vivimos hoy en Panamá.
Sin pretender en este espacio desarrollar detalladamente los argumentos de Merton sobre la anomia, tenemos desde la visión de este autor: una estructura social, por un lado, institucionalizada, en la cual existen normas adscritas, acordadas y aceptadas de forma explícita e implícita que se encuentran presentes en las legislaciones, en reglamentos, pero también en la vida cotidiana; y por el otro, la interacción de los grupos, normados por la convivencia y aceptación. Ambos casos generan control social.
Este control social se encuentra institucionalizado en los sistemas de justicia, y normados explícitamente, pero también ese control se encuentra en derivaciones del comportamiento cotidiano de quienes ejercen coerción a través de la aceptación o el desprecio en el ejercicio de sus roles sociales.
Si por una parte hay instituciones que determinan las reglas aceptadas; por otro lado, la estructura social genera modelos a conquistar o acceder, plasmados en el reconocimiento de todos los grupos sociales. Estos modelos son parte de la cultura y se espera de los individuos socializados que cumplan con este. Cuando nos referimos a estos modelos, estamos diciendo que cada individuo recibe información en el proceso de socialización sobre cómo se ve, se siente y se consigue el éxito; y toda acción o discurso tiene como objetivo lograr ese modelo. En general, la estructura social establece los comportamientos esperados y planteados en las instituciones sociales, así como también el modelo a lograr dentro de las determinaciones de esas reglas.
En ambos casos, la influencia de la estructura social genera los discursos dominantes, los significados de los símbolos cotidianos, las formas de comportamiento y, por supuesto, las influencias en la psique individual, que son mucho más variadas y complejas, expresadas por las diferencias del contexto experimentado tanto por estos individuos y grupos en su perpetua interacción.
La influencia de las instituciones sociales y los modelos esperados construidos aplican de manera diferenciada según las características de los grupos. Por ejemplo, en la explicación sobre las transgresiones de la norma por parte de los grupos jóvenes, se explican por medio del desafío natural de este grupo frente a las reglas establecidas en los procesos de socialización recibidos.
Los jóvenes experimentan las expectativas y exigencias de consumos materiales apartado de valores y agregaciones intelectuales; es decir, responden a lo que la sociedad entiende como importante, y en este caso lo exitoso está en un joven que tiene artículos materiales y altos consumos que lo legitiman frente a sus pares. Conviene subrayar que los modelos sociales construidos para los jóvenes, basados en el consumismo y la materialidad, traen consigo el desafío de las reglas sociales y la ruptura con las normas formales, lo que los pone en conflicto con la autoridad.
En el caso de los grupos de adultos mayores, la relación respecto a las instituciones se da de forma más apegada a las normas, son más conservadores frente a las reglas y la influencia de los grupos, es decir, son más conformistas con la estructura social. En relación con las mujeres, las instituciones se encuentran permeadas por reglas y discursos vinculados al patriarcado, y los modelos esperados se hallan claramente definidos en lo que se espera de las mujeres, poniéndolas en una posición vulnerable de forma histórica.
La ruptura con las instituciones sociales, es decir, con las reglas establecidas, las riñas frente al discurso, las frustraciones y esfuerzos frente a lograr los modelos o las consecuencias de abandonar los mismos, son los que van trastocando las reglas formales e informales en la interacción entre los grupos y los desafíos a lo institucional. Esto provoca inseguridad en diferentes niveles, con mayor o menor medida dependiendo del contexto en el que se desenvuelven.
En el país, en las últimas semanas hemos experimentado situaciones relacionadas con desapariciones de mujeres y hombres, algunos asesinatos con móviles no experimentados por nuestra sociedad, suicidios que preocupan a las comunidades y familias, muchos con protagonistas jóvenes, actos de violencia producto de desacuerdos con respecto al alza de los combustibles, protestas y manifestaciones que han llamado la atención de autoridades, medios de comunicación y especialistas, que han emitido “opiniones”, algunas veces con teorías sustanciales y enfoques interesantes; y en otros casos, argumentos y explicaciones provenientes del sentido común y experiencias particulares, alejados de la realidad de las causas de los fenómenos ocurridos.
Por esta razón debemos entender que cada uno de estos hechos conectados entre sí, generan lo que hemos llamado aquí desorden social. Las desapariciones de mujeres (presentan causas diferenciadas de las desapariciones de los hombres), referidas a relaciones de pareja en el marco del patriarcado que establece discursos y espera comportamientos que vienen combatiendo los movimientos feministas y que siguen permaneciendo y presentando en forma de relaciones de poder entre las parejas. La resistencia al cambio trae consigo las inseguridades de las mujeres.
La presión institucional y los modelos hace aflorar patologías psicológicas y actos de violencia en la cotidianidad, dado el caso de suicidios y el caso de la crisis del transporte. Y por supuesto, las manifestaciones que se vienen reportando todos los días, son el resultado del peso de una estructura económica que golpea todos los aspectos de supervivencia en la vida cotidiana, generando incertidumbre y ansiedad generalizada, inseguridad y desorden.
Con este artículo hemos tratado de generar el debate sobre el uso del concepto de anomia, como una forma de aproximación para la creación de investigaciones que permitan entender diferentes situaciones que ocurren en el país. Si bien, la teoría sociológica es rica en conceptos, es parte fundamental de nuestra disciplina poner a prueba el poder de explicación del arsenal teórico conceptual para mejorarlo y obtener explicaciones más claras y que los resultados sean una fortaleza para la generación de políticas adecuadas a cada caso.
Pensamiento Social (Pesoc) está conformado por un grupo de profesionales de las ciencias sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.
El autor es director del Departamento de Sociología de la Universidad de Panamá