La concentración del saber, fenómeno social “inesperado”

Actualizado
  • 13/02/2022 00:00
Creado
  • 13/02/2022 00:00
Hay escuelas que, bajo conceptos falsamente democráticos e inclusivos, rebajan continuamente el nivel de dificultad de la enseñanza. Se enseña menos y con menores exigencias, hasta cerrar círculos no virtuosos
La concentración del saber, fenómeno social “inesperado”

Nadie duda, a estas alturas, de la existencia del así dicho fenómeno de la “tijera”, la concentración de la riqueza en muy pocas manos y el aumento de la pobreza, hasta extrema, de grandes masas de población; la distancia aumenta a simple vista, casualmente, como las lamas de una tijera que se vaya abriendo.

Suficiente analizar los recientes datos financieros (que me atrevo a definir “espeluznantes”) brindados por la Apple: el incremento de sus ganancias en los últimos años, impulsado por las ventas de su producto estrella, el iPhone, lanzado en 2007, nos muestra un gráfico con un impresionante pico, alcanzado precisamente en el 2021.

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Sin reportar aquí los números vertiginosos de sus ganancias, se puede afirmar sin temor a equivocarse, que sus ingresos se asemejan más a Estados que a multinacionales. La crisis causada por el COVID ha afectado las economías de muchos países, pero no a ellas. La Apple, para hacer un ejemplo, la primera en lograr una capitalización de dos mil millares de millones de dólares, tiene un valor asimilable al PIL italiano, o sea ¡la riqueza producida en un año por un país entero!

En la misma línea, con ingresos en acelerados ascensos nos encontramos –citados en orden de magnitud de capitalización- con Amazon, Microsoft, Alphabet, Facebook, Tesla y Netflix. ¿Podemos acaso dudar que el enorme poder de estas multinacionales condicione el orden económico-político-social del planeta?

Pero, resulta además que, pasados ya los primeros veinte años del siglo XXI, al lado de estos fenómenos de concentración de riqueza económica y poder político, podemos revelar la tendencia a una concentración del saber a una, me gustaría llamarla, “tijera cultural”.

Bajo conceptos falsamente democráticos e inclusivos, se rebaja el nivel de la enseñanza

Muchos indicios nos hacen pensar a una polarización del conocimiento: por un lado una minoría culturalmente refinada, heredera y depositaria de altas tradiciones de estudio, y por el otro lado una mayoría de una pobreza intelectual espantosa, carente de todo instrumento para entender la realidad, tomar decisiones y elecciones sensatas sobre sus propias vidas, deslumbrada por cualquier novedad, promesas ilusorias o hasta francamente fraudulentas, como volverse famosos y millonarios a través de videos de tic-toc o ganar “mil dólares diarios desde su casa”…

Contrariamente a lo que se pudiera pensar, hay escuelas –no para las masas ciertamente- donde los vástagos de “buenas” familias estudian latín y griego antiguo (fundamentales, como se sabe, para la formación de una estructura mental racional y analítica), los clásicos de la filosofía, los grandes de la literatura mundial, la historia y los importantes movimientos del pensamiento humano. Para después, con un solidísimo bagaje cultural, ir a la grande finanza, al manejo de empresas de prestigio, o volverse geniales constructores, ingenieros o arquitectos, profesionales o investigadores de altísimo perfil en diferentes campos.

Por otro lado, hay escuelas que, bajo conceptos falsamente democráticos e inclusivos, rebajan continuamente el nivel de dificultad de la enseñanza: se enseña menos y con menores exigencias, hasta cerrar círculos no virtuosos. Mediocres docentes, formados en escuela de segunda categoría, enseñan a jóvenes que saldrán de las aulas con paupérrimos bagajes culturales.

Estos jóvenes caerán alegremente en la falacia del “de todos modos, todo se encuentra en Internet” lo cual es relativamente falso. Porque si bien es cierto que en las redes se encuentran muchos materiales e informaciones ofrecidas gratuitamente, frecuentemente contienen crasos errores u omisiones, por lo cual es importantísimo tener el criterio de selección que sólo una formación cultural de nivel puede dar.

También vale la pena anotar que el material gratuito que se encuentra en Internet, está plagado de propaganda y elementos de distracción. Para poder consultar una enciclopedia o un diccionario serios hay que pagar cuotas de suscripción, así como para acceder a sitios de películas de calidad, espectáculos teatrales integrales, etc.

En muchos países, los mejores profesores no se encuentran en las escuelas donde acuden los estudiantes de bajos recursos, provenientes de las desoladas periferias de las grandes ciudades y de contextos sociales degradados.

Según datos realmente alarmantes, parece ser que más del 90% de los docentes más calificados, en países como Italia, Francia, Países Bajos, y en el sistema público estadounidense, enseñan en escuelas de élite, aun si son públicas. Definitivamente, la brecha entre los estudiantes al salir de su formación escolar está en gran medida causada por la diversa calidad de la docencia, y en última instancia por la calidad de los docentes. Habría que evitar al máximo la formación de escuelas de serie A y de serie B.

Todo el siglo XX, bajo los impulsos libertarios, liberales, socialistas y democráticos de los movimientos iniciados desde la mitad del siglo XIX, ha visto una ampliación de los derechos humanos, civiles y laborales de amplias masas de población, lo cual, claro, no excluye la persistencia de condiciones de extrema explotación revelables hasta nuestros días. Suficiente pensar en las realidades infrahumanas en las cuales trabajan, por ejemplo, los trabajadores agrícolas estacionales en los países así dichos desarrollados del “primer” mundo.

Sin embargo, no podemos negar que sobre todo después de la segunda guerra mundial, por lo menos en los países occidentales, personas que por su clase de proveniencia veinte años antes no hubieran ni soñado con eso, podían permitirse cosas como: disfrutar de periodos de vacación al mar o montaña, comprarse un auto utilitaria, introducir en sus modestas residencias electrodomésticos modernos, llevar sus familias –aun siendo obreros- a almorzar al restaurante los domingos, ir al cine, vestirse de manera decorosa y, sobretodo, poder mandar sus hijos a la escuela, que era el signo máximo del rescate social: tener al fin, siendo obrero o trabajador agrícola, un hijo “Doctor”.

Sueño de tantas humildes familias que, orgullosas de la capacidad y voluntad de estudio de sus propios hijos, fantaseaban con el momento en el cual su descendencia no hubiera tenido más que agachar la cabeza frente al terrateniente, al “señor patrón”, “al señor abogado” o al “señor doctor” porque los hubieran podido ver a los ojos, de par a par, con igual dignidad.

La capacidad máxima de rescate social se visualizaba en la frecuentación de la escuela, y respeto y honor se tributaba a maestros y estudiosos, porque a través de ellos y con ellos se llegaba a ser “mejores”, preparados para una vida más plena y satisfactoria.

La “tijera cultural” que se mencionaba al comienzo va en dirección contraria… Ojalá la conciencia ciudadana y jóvenes visionarios logren revertir esta tendencia.

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MISIÓN Y VISIÓN

Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las Ciencias Sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.

Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

La autora es Doctora en Materias Literarias de la Universidad de Bologna, Italia. Ha sido docente de Sociología y Lengua Italiana en la Universidad de Panamá.
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