Las Ciencias Sociales en las Políticas Científicas en América Latina

Actualizado
  • 30/07/2023 00:00
Creado
  • 30/07/2023 00:00
Desde el pensamiento latinoamericano, Ciencia, Tecnología, Desarrollo y Dependencia son procesos sociales complejos que poseen sus propias fuerzas motrices, pero en estrecha relación con los procesos económicos, políticos y culturales de una sociedad
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Este trabajo está inspirado en la ponencia “Aportes de las ciencias sociales en la configuración de las políticas científicas en América Latina durante la difusión del modelo lineal”, presentada por el antropólogo Kevin Sánchez Saavedra en el XIV Congreso Nacional de Sociología, celebrado en la Ciudad de Panamá en 2012. Es, además, un diálogo con el autor. K. Sánchez Saavedra señaló que existen dos momentos claves de aportes reales de las Ciencias Sociales en la formulación de políticas públicas en ciencia y tecnología. Estos son: la aparición de la teoría del desarrollo (versión Cepalina) y la teoría de la dependencia (incluyendo su versión marxista).

Ambos enfoques sostuvieron un rico debate entre la década del cincuenta y setenta. A estos dos momentos yo agregaría un tercero —en proceso— a partir de la constitución del Foro Latinoamericano sobre Evaluación Científica (FOLEC). Sin soslayar en el medio los aportes de los estudios de género, los preocupados por la cuestión ecológica y los decoloniales desarrollados entre la década del noventa e inicio del siglo en curso hasta la fecha.

¿Qué son las estructuras científicas y tecnológicas?

Desde el pensamiento latinoamericano, Ciencia, Tecnología, Desarrollo y Dependencia son procesos sociales complejos que posee sus propias fuerzas motrices, pero en estrecha relación con los procesos económicos, políticos y culturales de una sociedad. Lo que impide hablar de un condicionamiento causal lineal y mecánico entre la sociedad y la ciencia (Núñez 2015). Así, las estructuras científicas-tecnológicas son elementos dinámicos “de la trama misma del desarrollo; son efectos, pero también causas; lo impulsan, pero también se realimentan de él” (Sábato y Botana 1968).

Las Ciencias Sociales en las Políticas Científicas en América Latina

De ningún modo se limitan a un sistema de “conceptos, proposiciones, teorías, hipótesis, etcétera”, sino que además opera “simultáneamente, como una forma específica de la actividad social dirigida a la producción, distribución y aplicación de los conocimientos acerca de las leyes objetivas de la naturaleza y la sociedad” (Krober en Núñez 2015).

Las estructuras científicas están configuradas por los sistemas educativos que forman a los agentes que protagonizan la labor investigativa (universidades, colegios superiores, facultades, etc.), por los espacios donde se producen los nuevos conocimientos (centros de investigación, institutos, laboratorios, sistemas de información, etc.), por los sistemas institucionales de planificación, promoción, coordinación y estímulo a la investigación y por los mecanismos jurídico-administrativos que reglan el funcionamiento de las instituciones y actividades que forman científicos/técnicos y generan conocimientos, como además, los recursos económicos y financieros aplicados a su funcionamiento (Sábato y Botana 1968).

De modo que en este texto nos referimos al aporte específico de las Ciencias Sociales en la consolidación y desarrollo de los componentes de estas estructuras o subsistemas por medio de la formulación y aplicación de políticas públicas.

Las políticas públicas y su origen

Siguiendo las ideas del experto en ciencia y tecnología Mario Albornoz (2001b), K. Sánchez Saavedra señaló que “las políticas científicas y tecnológicas son políticas públicas que construye y aplica el Estado, y en este caso los gobiernos, para la gestión de la ciencia”. Estas surgen posterior a la Segunda Guerra Mundial y “su acta de fundación es el informe “Ciencia, la frontera sin fin” entregado en 1945 por el ingeniero Vannevar Bush, a petición del presidente Franklin D. Roosevelt”. Destacó que la intención de dicho informe era continuar con los proyectos científicos en tiempos de paz, que antes fueron llevados a cabo en tiempos de guerra.

Antes de dicho informe, la ciencia se expandía sin una política definida a impulsarla. La producción de nuevos conocimientos se desarrollaba con cierta libertad dentro de las universidades norteamericanas hasta la creación del Consejo Científico, en 1932. Su objetivo fue hacer frente a los efectos de la primera gran crisis del sistema-mundo capitalista (1929). En cambio, la ciencia en la Unión Soviética fue asunto de Estado desde el primer momento.

En América Latina se importó el “modelo lineal” utilizado en Estados Unidos “por intermedio de la cooperación internacional de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO), bajo el concepto de Consejos Nacionales de Investigación” (Sánchez 2012). El objetivo implicó dinamizar un proceso de sustitución de importaciones a cambio de una incipiente industria nacional dirigida desde arriba.

Este modelo de dinamizar la producción científica partía del supuesto “de que el conocimiento es expresado en semejanza a una línea continua que va desde la investigación básica, pasando por su desenvolvimiento práctico a partir de la investigación aplicada, el desarrollo tecnológico y su aplicación, para así poder obtener beneficios sociales que aporten al crecimiento económico y social de los países” (Sánchez 2012).

En Panamá, como en toda América Latina, se hizo énfasis en fortalecer en cantidad y calidad el recurso humano dedicado a las actividades científicas. En consecuencia, se promulgó la Ley Orgánica de Educación (1946), surgen nuevas escuelas y departamentos en la Universidad de Panamá (en ambas áreas: naturales y sociales) y se crean el Instituto para la Formación y Aprovechamiento de Recursos Humanos (1965), el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (1975) y, tardíamente, a la Universidad Tecnológica de Panamá (1981).

Los aportes

Un primer aporte es la base propiamente del modelo de sustitución de importaciones (ISI) que se aplicó posterior a la guerra mundial. Esta señalaba que el intercambio entre los países centrales y periféricos era desigual, ya que el costo de la materia prima que proveían los países periféricos era menor con respecto a la tecnología y los productos manufacturados que se importaban de los países centrales. Dicho intercambio desigual, concluía Raúl Prebisch, es la causa del subdesarrollo latinoamericano.

Un segundo aporte es la crítica directa al modelo lineal importado de la metrópolis. Esta crítica intentó explicar el origen particular de nuestro subdesarrollo. André Gunder Frank (1967) explicó que “el más modesto conocimiento de la historia muestra que el subdesarrollo no es ni original ni tradicional y ni el pasado ni el presente de los países subdesarrollados se parecen, bajo ningún concepto importante, al pasado de los países actualmente desarrollados. Los hoy países desarrollados nunca tuvieron subdesarrollo, aunque pueden haber estado poco desarrollados”.

Un tercero aporte hizo énfasis en la falsa idea de sociedades duales. Aquella que asevera que los polos urbanos, modernos o desarrollados de la periferia corresponde a su relación exterior con el mundo capitalista y a la falta de estas un estado perpetuo de subdesarrollado. En ese sentido, para el Dr. Sánchez uno de los grandes aportes de las Ciencias Sociales fue la perspectiva histórica para el análisis del desarrollo económico, en este caso, del subdesarrollo, y la visión global y nacional para reconocer las formas estructurales de integración entre las economías satélites con las metrópolis del sistema-mundo capitalista.

Por último, y con este no se agotan los múltiples aportes, las Ciencias Sociales de Nuestra América han asumido, encabezada por CLACSO, la responsabilidad de articular y promover la reflexión y labor en conjunto con los Organismos Nacionales de Ciencia y Tecnología de la región, los modos de cómo evaluar el quehacer científico. Proponen: “Solidaridad, articulación de conocimientos y saberes, indagación crítica de la realidad y pluralidad de perspectivas, inclusión de las premisas de los movimientos transformadores de nuestro tiempo”.

El autor es sociólogo. Docente e investigador de la Universidad de Panamá

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