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Lo que se mide, se puede mejorar: la investigación educativa y cómo llegó a Panamá
- 24/05/2024 00:00
- 23/05/2024 20:09
No es ningún secreto que los estudiantes panameños en el sistema de educación pública, quienes representan el 85% de la población estudiantil, tienen resultados diametralmente opuestos a los del desempeño económico del país. Panamá tiene una de las tasas de crecimiento del PIB más altas de la región, sin embargo, sus estudiantes obtienen puntajes un 10%-20% más bajos que los promedios regionales en pruebas estandarizadas y hasta un 50% más bajos que los promedios de los países de la (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) OCDE.
Asumir que esto es solo resultado de la asignación presupuestaria sería un error, porque ahora Panamá dedica más del presupuesto público a la educación que el promedio latinoamericano y casi igual que Norteamérica, según el Banco Mundial. Esto sugiere que la discrepancia es una cuestión de administración. Para poder tener una buena administración del sector educativo, la investigación científica es clave ya que provee evidencia concreta con la cual se pueden identificar problemas pertinentes, evaluar soluciones, implementar cambios y monitorear resultados a través del tiempo.
Panamá cuenta con poca inversión en la investigación científica comparado con otros países de la región y del mundo. El país invierte menos del 25% del promedio regional de Latinoamérica y el Caribe (como porcentaje del PIB) y ni el 5% del promedio de Norteamérica. De hecho, hasta los países de África subsahariana invierten casi tres veces más que Panamá en la investigación. Estas discrepancias son aún más dramáticas cuando nos enfocamos en la investigación educativa.
La investigación educativa incluye una amplia gama de temas, desde la eficacia de diferentes métodos de enseñanza hasta el impacto de las políticas educativas en el rendimiento estudiantil, la evaluación de programas, el estudio del desarrollo cognitivo y emocional de alumnos, comparaciones de género y el análisis de las desigualdades, entre muchos otros temas.
Por todo el tiempo que ha existido la educación, ha existido la examinación de ella con respecto a cómo funciona el aprendizaje. No obstante, no fue hasta el siglo pasado que la investigación educativa comenzó a formar parte oficialmente de las ciencias sociales. Con el establecimiento de la Unesco en 1955, la disciplina empezó a ser más internacional y multicultural.
Con la expansión de la cobertura, la educación ha llegado a ser un tema clave para los investigadores y líderes políticos en distintos países por su importancia respectiva al desarrollo de la juventud y el esfuerzo laboral nacional. Los organismos internacionales y multilaterales –como Naciones Unidas, el Banco Mundial y otros bancos para el desarrollo internacional, además de oenegés dedicadas a temas educativos– también han producido mundialmente información sobre sistemas educativos, y son actores importantes en la investigación educativa, junto con los investigadores de las universidades y los centros de investigación.
La participación de los organismos internacionales en el sector de la investigación educativa ha ofrecido a muchos países en desarrollo fuentes adicionales de datos e información sobre sus sistemas educativos que probablemente no hubieran podido generar independientemente por razones de recursos financieros y humanos limitados. Pero las agendas y los objetivos de los organismos internacionales no están alineados siempre con las agendas y los objetivos nacionales, y por eso sus resultados en el campo de la investigación educativa pueden ser más valiosos si están interpretados en combinación con las investigaciones de actores locales.
El reciente establecimiento del Centro de Investigación AIP (CIEDU) en la Ciudad del Saber, oficializado como la más reciente Asociación de Interés Público (AIP) en 2023, tiene la misión de (1) producir investigación confiable e independiente orientada a la solución de problemas, (2) generar conocimientos teóricos y prácticos, y (3) divulgar hallazgos para informar las políticas públicas, la toma de decisiones y las prácticas educativas. Muchas personas y entidades han contribuido al lanzamiento de CIEDU, pero las fundaciones para la disciplina de la investigación educativa en Panamá se construyeron años antes con la Dra. Etilvia Arjona Chang.
El legado de la Dra. Etilvia está siendo documentado ahora debido a la investigación realizada para el proyecto editorial titulado “Diálogos intergeneracionales entre científicas sociales panameñas” del proyecto Pioneras de la Ciencia en Panamá, desarrollado por el Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS), financiado por la Senacyt y apoyado por CIEDU. La autora del capítulo sobre la Dra. Etilvia (y de este artículo), la Dra. Nanette Archer Svenson, es cofundadora e investigadora de CIEDU e investigadora colaboradora del proyecto Pioneras de la Ciencia en Panamá (CIEPS y Senacyt). Además era estudiante de la Dra. Etilvia.
La investigación educativa era entre las últimas carreras de la Dra. Etilvia. En las tres primeras décadas de su vida profesional, se había destacado internacionalmente en el sector de la traducción e interpretación (T&I). Interesantemente, era esta experiencia de desarrollar la disciplina de T&I a través de los años en diferentes partes del mundo, en combinación con la enseñanza técnica de su doctorado en educación de la Universidad de Stanford, que la había preparado para sembrar las semillas fundamentales en Panamá para la investigación educativa.
Después de una carrera larga y premiada por la Unesco, los estados de California y Hawái y el Gobierno de Taiwán, entre otros, la Dra. Etilvia regresó a su nativo Panamá en 1993. Sirvió como asesora de la Lic. Dora Boyd de Pérez Balladares y de la Sra. Ruby Moscoso de Young, primeras damas de la República, del proyecto Ciudad del Saber, de la Autoridad de Turismo, de la Amcham para la creación del Panamá Canal College y del proyecto de la Universidad Marítima Internacional de Panamá. Dictó cursos sobre diseño y planificación curricular en la Universidad Católica Santa María la Antigua (USMA), donde también estableció el Centro para el Estudio de la Educación Superior (Cedusma), el primer centro de investigación de su naturaleza en la República. A la vez, formó parte de la comisión internacional que fundó el Consejo Centroamericano de Acreditación de la Educación Superior y contribuyó a la conceptualización del Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria de Panamá (Coneaupa).
Hasta su fallecimiento en 2018, la Dra. Etilvia era la académica panameña con más títulos, conocimientos y experiencia en el área de la investigación educativa que el país había tenido en su historia. Había trabajado con casi todas las instituciones panameñas que han formado la base para la investigación educativa nacional que tenemos hoy. Con Cedusma lideraba numerosos proyectos de la Senacyt, la Unión Europea, universidades y oenegés de EE.UU. y otros países, todos dirigidos al fortalecimiento de la educación panameña. Era la primera académica en recibir fondos de Senacyt para un proyecto de las ciencias sociales: “La globalización del sistema universitario de Panamá”.
En su última década colaboraba con la autora de este artículo en muchos de esos proyectos, formando en ella y en otras personas con las cuales trabajaba, los fundamentos de la investigación educativa rigurosa, la aplicación de estas habilidades a proyectos nacionales y la canalización de los conocimientos generados hacia la política pública y los tomadores de decisiones a todos los niveles.
Esto es el mandato actual de CIEDU y la clase de trabajo que aspira a continuar. La contribución de la Dra. Etilvia a esto ha sido imprescindible, y su huella enorme. Ella era una fuerza dinámica, apasionada e intelectual, a veces controvertida, que siempre buscaba medir y mejorar la experiencia educativa para los ciudadanos de Panamá y del mundo.