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- 06/09/2024 23:00
- 06/09/2024 17:22
En los últimos días, los problemas internacionales y ciertas veleidades locales han estado gravitando en el campo de las reflexiones. ¡Pensar que algunos acontecimientos ocurridos hace medio siglo aún podrían repetirse! Observar cómo predominan algunas tendencias que motivan a la sociedad a ocuparse de frivolidades. ¿Cómo explicarlo?
Veamos los problemas internacionales. Al darse el conflicto entre las dos Coreas entre 1950 y 1952, Estados Unidos decidió unilateralmente intervenir con su equipo de guerra en aquella península. El mismo día de la intervención, mi profesor de derecho internacional, el Dr. Octavio Fábrega, inteligencia brillante, explicó en clase por qué Estados Unidos no podía incursionar unilateralmente en Corea sin la previa autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En esa época escribía una columna diaria en el tabloide La Hora y vertí en el artículo correspondiente toda la tesis fresca y docta del Dr. Fábrega, y señalé como violatoria de la Carta de las Naciones Unidas la conducta intervencionista de Estados Unidos. Esa posición causó un terremoto a lo interno del partido Frente Patriótico y surgieron dos actitudes, una, de censura a mi artículo, y otra, de adhesión a mis puntos de vista. Allí se dio la primera fisura en la unidad ideológica del Frente Patriótico. Se vivía bajo el negro paraguas de la Guerra Fría.
Aquel remoto conflicto produjo la división de Corea en la del Norte y la del Sur. En la actualidad, medio siglo después, se hacen los mejores esfuerzos para reunificar a las dos Coreas.
En estos días, en el caso de Irak, se vienen actualizando las viejas conductas. El presidente Bush ha tenido el gesto de recurrir a las Naciones Unidas en demanda de una acción intervencionista en Irak, pero ha hecho la salvedad de que, de no lograrla, Estados Unidos intervendría unilateralmente. Es posible que la amenaza intervencionista, unilateral, constituya un modo de presionar a Irak, pero Estados Unidos no logró en esa línea el apoyo de la comunidad internacional. Los países más influyentes de Europa, excepto Inglaterra, han advertido de que no son partidarios de la intervención militar de Estados Unidos sin la autorización previa del Consejo de Seguridad. Tal es también la posición sensata del secretario general de las Naciones Unidas.
Felizmente, el Gobierno totalitario de Irak ha permitido que una fuerza especializada de las Naciones Unidas lleve a cabo las inspecciones ordenadas para determinar si ese país se dedica o no a construir armas de destrucción masiva.
Hasta el momento en que escribo estas líneas, ha quedado conjurada una lesión catastrófica a la razón de ser de las Naciones Unidas. Desde luego, no tengo la menor duda de que, de frustrarse la inspección acordada, el Consejo de Seguridad tomaría medidas de carácter militar en Irak. Estas medidas provocarían reacciones impredecibles en el mundo árabe, sobre todo dado el poder petrolero de Irak, lo que hace pensar que probablemente no se busca el poder político de esa nación, como lo sostienen los árabes, sino el control de su inmensa y estratégica riqueza.
Y en lo nacional, en lo frívolo de nuestro país, ¿cuáles son las tendencias que cautivan al panameño en el universo de lo pueril? Son aquellas que incorporan en los temas de conversación lo intrascendente, lo baladí y lo trivial; lo que no auspicia una conciencia despierta para dialogar sobre los problemas vitales de la comunidad o para desarrollar un espíritu solidario entre los panameños. Se proliferan con premeditación los asuntos que provocan discusiones inútiles o bizantinas. Es una vieja tendencia que se percibe desde la infancia y que lleva a las familias y a los pueblos a vivir lo insípido. Se inicia en el hogar esta manera de diluir el tratamiento de lo importante. Se estrenan los diálogos amables, pero alejados de la crudeza de la vida. Se pregunta al niño: ¿A quién quieres más, a papi o a mami? La respuesta crea un torbellino de risas, celos, controversias, obviamente comprensibles y de ningún modo censurables, pero concitan la trivialidad en la tertulia doméstica. Lo frívolo se prolonga en la calle: ¿Qué pueblo es más bonito, Antón o Penonomé? Se estaciona en el aula: ¿Cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler? ¿De qué sexo son los ángeles? Y mientras los antoneros y penonomeños discutían la hermosura de sus pueblos, muchas veces hasta llegar a la dialéctica de los puños, las enfermedades tropicales y la pobreza extenuaban a sus poblaciones.
Es aquí donde entra en escena el papel instructivo de la escuela y el cerebro educativo de los medios de comunicación. La escuela instruye, da conocimientos; los medios educan, crean conciencia. Instruir para descifrar los misterios y para conocer los agobios sociales; educar para que la población conozca los caminos que la llevan a su liberación plena. Pero elaborar encuestas para que la sociedad discuta hasta el delirio, quién es más simpático o prestante, si Fox o María Félix, más que un aporte a la inteligencia es un esfuerzo deliberado para entretener principalmente a los discapacitados.
Entiendo que esas encuestas pueriles revelan un exceso de esterilidad creativa, lo que siempre ocurre cuando muere la imaginación. El país confronta problemas propios de su subdesarrollo y las encuestas serias jugarían un papel inmenso si ventilaran ante la opinión pública las causas y soluciones de tales problemas. Una encuesta dirigida didácticamente en esa dirección contribuiría al mejoramiento óptimo de la sociedad. Sería una manera inteligente de ofrecer otros temas de meditaciones y de diálogos al pueblo y de apartarlo del bizantinismo y de las frivolidades.
Publicado en ‘Testimonio de una Época’ Volumen II, 21 de septiembre de 2002, págs. 315-317