• 07/08/2016 02:00

Órdago a España

El ruedo político español se parece desde hace meses a una partida de mus. Todos contra Rajoy y, también, todos contra todos 

En un conocido juego de la baraja española, el mus, se puede intentar ganar la partida con una sola jugada. Echar un órdago —así es como se dice— equivale a apostarlo todo a un solo lance. Si el contrario lo acepta, ahí se acaba la timba.

El ruedo político español se parece desde hace meses a una partida de mus. Todos contra Rajoy y, también, todos contra todos.

En otra geografía que no fuera España, el PP haría pareja con Ciudadanos (y gobernarían), y el PSOE haría pareja con Podemos (y ejercerían la oposición).

En España, no. En España, Ciudadanos, partido joven, de centro, que practica un discurso de regeneración política, teme contaminarse si se acerca demasiado al viejo partido de la derecha, el PP, corroído por la crisis económica y la deshonestidad probada de un buen número de sus dirigentes.

Y el PSOE, partido hegemónico de la izquierda, con credenciales sucias por los años de poder, recela de un pacto con Podemos que permita a esta recién nacida y vigorosa fuerza populista, alzarse con el santo y la limosna de las izquierdas.

En este escenario de desconfianzas, los principales partidos de la oposición se muestran resignados a que gobierne Rajoy, pero no se deciden a dejarle formar Gobierno sin amagar alguna iniciativa.

Con mejores naipes pero sin ligar jugada, Rajoy amenaza con un órdago: las terceras elecciones.

Veamos cómo están las puestas:

El Partido Popular, que ganó las elecciones, cuenta con 137 votos. Le faltan 39 para sumar los 176 que le darían la mayoría absoluta y un Gobierno estable. El propio PP ha descartado que pueda conseguirlos y sus esfuerzos se encaminan a obtener, en la segunda vuelta del trámite de investidura, más votos a favor que en contra.

Hay cuatro formaciones políticas que votarán en contra (del PP) en las dos vueltas: Podemos (71), los dos partidos independentistas catalanes (17) y los independentistas vascos (2). En total suman 90.

El PSOE cuenta con 85 diputados. Si hace lo que dice Pedro Sánchez que va a hacer, votar en contra en las dos vueltas, los votos negativos sumarán 175, la mitad del hemiciclo. En esta hipótesis, con cualquiera que sea el número de apoyos que consiga Rajoy (incluso si llegara a 175), no pasaría el debate de investidura. El presidente encargado necesita 176 votos a favor o un número tal de abstenciones que los votos a favor sean más numerosos que los votos en contra. El PSOE tiene, pues, la llave de la investidura. Para que la haya, debe abstenerse en una segunda vuelta o mandar a algunos de sus diputados al bar mientras se produce la votación, de forma que aun votando el PSOE en contra, los votos positivos sumen más que los negativos. (La cifra ya establecida de los ‘ausentes ' voluntarios, debe ser seis).

Los líderes de los partidos de oposición son conscientes de que se debe facilitar la formación del Gobierno, pero quieren que el precio lo pague otro. Ciudadanos pretende salvar su responsabilidad en la abstención, sabiendo que incluso votando a favor se precisa la del PSOE para pasar la investidura. Pero el PSOE, que ve por su ojo izquierdo a las jóvenes y aguerridas huestes de Podemos, cuando hasta hace medio año no veía a nadie, teme perder más votos por ese lado con una abstención que lo situaría políticamente a la misma altura que Ciudadanos. Los socialistas, uno de los pilares de la gobernabilidad del país, estarían quizá dispuestos a pagar el precio que les toque para que el PP pueda formar Gobierno. Pero solo el que les toque, no el de los demás, no el de Ciudadanos. Si Ciudadanos apoyase la investidura con sus 32 votos, de modo que el PP sumase 169, a solo 7 de la mayoría absoluta, se le haría más fácil al PSOE abstenerse o dejar a algunos de sus diputados en casa al momento de la votación. Y aún lo podría explicar mejor: para el PSOE, con sus flancos derecho e izquierdo severamente castigados por Ciudadanos y Podemos, es importante que cada quien se retrate y ocupe el espacio político que le corresponde.

El líder de Podemos, por su parte, que salió bastante magullado de la última contienda electoral, intenta hacerse fuerte en el NO, y ofrece tímidamente su apoyo al PSOE, sabiendo que, tanto si los socialistas facilitan a Rajoy la formación de Gobierno como si aceptan el apoyo de Podemos en un improbable ensayo de investidura, podrá rentabilizar ambas situaciones en beneficio propio.

Con este panorama, y tras nueve meses de Gobierno en funciones y dos elecciones de por medio, Rajoy amenaza con las terceras. Las segundas aumentaron su ventaja y las siguientes podrían aumentarla aún más. No las quiere. No las quiere nadie. España no puede estar indefinidamente con un Gobierno en funciones. Pero si los demás, y particularmente el PSOE, no bajan sus apuestas, Rajoy no tendrá otro remedio que subirlas echando ese ‘órdago ', y el país podrá patentar uno de los mayores bochornos políticos de las democracias modernas.

La única forma posible de evitar la temeraria apuesta sería que el PSOE intentase formar un Gobierno alternativo. Ya lo hizo tras las primeras elecciones, cuando tenía más votos que ahora y el PP menos, y no le salió. Aunque algunas sumas lo harían aritméticamente posible (PSOE + Podemos + Ciudadanos o bien PSOE + Podemos + independentistas catalanes y nacionalistas vascos), políticamente esas sumas son muy improbables.

El juego de los intereses personales y de partido se está imponiendo en España a la necesidad de gobernanza del país, componiendo un retrato de su clase política más propio de una partida de taberna que de una nación generosa, tolerante y con un sitio en la historia. ¡Yo envido más!

*MÁSTER EN DERECHO CONSTITUCIONAL Y CIENCIA POLÍTICA.

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