• 08/05/2016 02:00

El ayer de la masonería panameña

La masonería, aquí y en todas partes, es una fraternidad iniciática, esotérica e histórica.

La masonería, aquí y en todas partes, es una fraternidad iniciática, esotérica e histórica.

Cuando se produce la independencia del Istmo de Colombia se sentía ya, bien que discretamente, la influencia de la masonería. Se nombró una junta de Gobierno, de tres miembros y un suplente. Dos de ellos, José Agustín Arango y Tomás Arias, y Manuel Espinosa Batista el suplente, eran masones. Las cosas no podían estar más claras. Al primer ministro de Justicia de la República se le encomendaron las relaciones entre Estado e Iglesia: la cartera se puso en ma nos del jefe visible de la masonería, Carlos Antonio Mendoza. A él le tocó entenderse con un jesuita ilustrado, el obispo Junguito. Entre los dos sentaron pautas para esa relación, tradicionalmente trabada y conflictiva. Ambos poderes mantendrían relaciones cordiales, pero en Panamá no habría un concordato entre Estado e Iglesia.

Esto fue posible en Panamá porque en sus logias convivían desde mucho antes liberales y conservadores. En su ignorancia Francisco Franco Bahamonde habló siempre del binomio liberal masónico. No se le ocurrió que hubiera masones conservadores, como José Agustín Arango, Manuel Espinosa Batista, Nicanor Obarrio y Tomás Arias, este último considerado encarnación del conservatismo. Masones liberales fueron, por supuesto, Carlos Mendoza, Pablo Arosemena, Eusebio Morales, Guillermo Andreve, Manuel Quintero Villarreal y tantos otros. ¿Y Belisario Porras? Fue masón y llegó a ser Gran Orador de la Gran Logia de El Salvador. No se le menciona en las crónicas panameñas porque esa fraternidad entró en conflictos con la Gran Logia Unida de Inglaterra, la más alta de las corporaciones masónicas internacionales.

Los panameños poco visitamos con detenimiento los cementerios. Por ello no nos damos cuenta de que hay tumbas con acento masónico: las de Mendoza, Morales, Andreve, y también Porras.

Parte fundamental del programa de la masonería panameña era la separación de la Iglesia del Estado. Pero por modestia de José Agustín Arango, llegó a la Presidencia de la República, Manuel Amador Guerrero. Un influyente asesor suyo fue Julio J. Fábrega, quien aconsejó, y así se hizo, que los Hermanos de las Escuelas Cristianas expulsados de Francia, se encargaran de la totalidad de la enseñanza pública en Panamá. Tocó entonces a los liberales y masones Mendoza, Porras, Morales y Andreve darle carácter laico y progresista a la educación panameña. No está de más enfatizar que la gran Ley Orgánica de Educación de 1946 fue también obra de un masón, José Daniel Crespo.

En los primeros años de la República los masones panameños estaban frecuentemente en la calle con sus joyas y mandiles. Los funerales eran masónicos, como los de Mendoza, el general Domingo Díaz, Guillermo Andreve, para no citar otros. Con posterioridad, por razones que habrá que investigar, la masonería, salvo contadas excepciones, desapareció de la vista del público.

En el siglo XX ocuparon la Presidencia de la República los siguientes masones: Carlos Antonio Mendoza, Pablo Arosemena, Belisario Porras, Jorge Illueca y Ernesto Pérez Balladares.

Este año se conmemora el Centenario de la fundación de la Gran Logia de Panamá, hoy bajo la Gran Maestría de Carlo Rognoni .

HISTORIADOR Y MASÓN.

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