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La Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA, por sus siglas en inglés) es la principal organización profesional de estudiosos de América Latina. Fundada en 1966, tiene más de 13 mil miembros en todo el mundo.
Su congreso anual reúne a miles de concurrentes en numerosos paneles que evalúan los asuntos latinoamericanos desde las humanidades y las ciencias sociales. Este año, el evento se celebró en Bogotá, la semana pasada, bajo el tema “Reacción y resistencia: Imaginar futuros posibles en las Américas”.
La Pontificia Universidad Javeriana fue sede de esta importante reunión entre el 12 y el 15 de junio. La oferta académica comprendió más de 900 sesiones distribuidas sobre 4 días, lo cual equivale a un promedio de 150 paneles diarios. Evidentemente, es imposible asistir a todas; a lo sumo, se puede acudir a 5 o 6 sesiones diarias, lo cual representa, como máximo, el 4% de las sesiones.
Varios fueron los asuntos tratados bajo el tema de la convocatoria; entre ellos, la erosión democrática, uno de los más señalados. Por su actualidad y la gran preocupación que genera entre quienes tenemos sólidas convicciones acerca del valor de la democracia como el sistema más justo, oportuno y correcto para gobernar a los países, me interesé por el debate sobre “La deriva autoritaria en las Américas”, en el que participaron la Dra. Terry Lynn Karl, de Stanford University; mi condiscípulo en la Universidad de Notre Dame, el Dr. Aníbal Pérez Liñán, director del Kellogg Institute de dicha universidad; la Dra. Carmen Ilizarbe Pizarro, de la Pontificia Universidad Católica del Perú; y la Dra. Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés).
La “deriva autoritaria”—o autocratización, como también se la conoce—es una tendencia que se manifiesta a lo largo de las últimas dos décadas, luego de la denominada “tercera ola de la democracia”: una ampliación sin precedentes en la adopción de sistemas democráticos de gobierno en todo el mundo entre 1974 y 2004.
A partir de 2005, los niveles de libertad, según los miden Freedom House y otras organizaciones, han decaído en todas partes. Freedom House explica que la deriva autoritaria está caracterizada por la negación expresa de derechos, los ataques al pluralismo, actos de agresión de Estados autoritarios, y la violencia y manipulación electoral, tanto por gobiernos como por agentes no gubernamentales, entre otros medios, a través de la tergiversación mediática (“fake news”).
De acuerdo con Freedom House, en Estados Unidos—considerado, durante décadas, líder del mundo libre—el acoso a políticos y funcionarios electorales y judiciales plantea un serio desafío a las elecciones de noviembre próximo. Las amenazas de violencia, destaca la ONG, tienen efectos dañinos de largo alcance, pues socavan el cumplimiento de las normas electorales y disuaden la participación ciudadana en las elecciones.
La violencia política, destaca Freedom House, ha costado vidas humanas. Aún atormentados por el ataque de enero de 2021 al Congreso federal y los procesos judiciales que desencadenó, los estadounidenses se encaminan a unas elecciones decisivas en una situación de profundas divisiones y cuestionamiento de la utilidad de las instituciones democráticas fundamentales (https://freedomhouse.org/report/freedom-world/2024/mounting-damage-flawed-elections-and-armed-conflict).
El panel sobre “La deriva autoritaria” exploró el fenómeno considerando, en primera instancia, sus causas. La Dra. Karl expuso 4 factores relevantes. La “gran recesión” (2007-2009) produjo un aumento exponencial en la desigualdad en muchos países democráticos (sobre todo, Estados Unidos), lo que, a la vez, ha conducido al auge de la ultraderecha.
La guerra y la violencia han impactado negativamente a la democracia. En este punto, la doctora mencionó conflictos internos de larga data, como los de Siria, Armenia, Azerbaiyán, Yemen y varios países de África, así como guerras internacionales, como la agresión rusa contra Ucrania y la respuesta israelí a los ataques de Hamas.
La migración, un fenómeno de gran complejidad y enormes proporciones, ha desatado respuestas de intolerancia y agresividad en los países receptores. La pandemia del COVID, a su vez, suscitó reacciones autoritarias en todo el mundo. Para colmo de males, los factores indicados operan en un substrato de desinformación, facilitado por el desarrollo tecnológico.
Este último aspecto fue remarcado por el Dr. Pérez Liñán, quien destacó el “exceso de información” y el “premio para posiciones extremas” en nuestros tiempos. Para el director del Instituto Kellogg, el desvanecimiento de la posición global de Estados Unidos, junto con la pérdida de hegemonía del ideal democrático liberal, son causas evidentes de la deriva autoritaria.
A su vez, graves errores de política exterior—como la invasión a Irak (2003)—han contribuido a este desmedro, aunados a la pérdida de consenso en la política interna y el auge de China—propiciado, por cierto, por actores políticos y económicos estadounidenses—el cual, a la larga, ha ocasionado un decaimiento en el prestigio de Estados Unidos.
Fue muy interesante escuchar al Dr. Pérez Liñán exponer los procesos que promueven la erosión democrática. En décadas anteriores, el golpe militar era el formato más comúnmente asociado a la pérdida de la democracia.
Actualmente, somos testigos de la llegada al poder de políticos autoritarios mediante la vía electoral, que utilizan el proceso democrático para desmantelar la democracia. Esta fórmula parece novedosa, pero el Dr. Pérez Liñán nos recuerda que no es la primera vez en la historia latinoamericana que quienes llegan a la presidencia mediante elecciones populares utilizan el poder para desbaratar el sistema democrático. La táctica fue evidente durante el apogeo populista, aproximadamente entre los años de 1940 y 1960.
Muchísimos otros asuntos de interés fueron planteados en el más reciente congreso internacional de LASA, su cuadragésimo segundo (42°) desde que se llevó a cabo el primero en Nueva York, en 1968. A pesar de las críticas que se hacen a la asociación, de privilegiar la corriente progresista y la ultracorrección política, es indiscutible que la conferencia anual constituye un valioso espacio para el intercambio de información, el debate instruido y, sobre todo, la presentación de investigaciones académicas de alto valor y utilidad para el avance del conocimiento y la toma de decisiones.
Nota: El autor es politólogo e historiador, director de la Maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá y presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá.