Hoy, Día Mundial de la Alimentación, más que una celebración, debería ser asumido como una alerta y un llamado de atención. La inseguridad alimentaria y la malnutrición son dos realidades a las que se enfrenta la sociedad de hoy. Los datos dados a conocer la semana pasada muestran que las perspectivas son sombrías debido a que el progreso contra el hambre se estanca. Según el Índice Global del Hambre 2024, la puntuación mundial es de 18,3, solo ligeramente inferior a la de 2016, que se situaba en 18,8, lo que refleja una parálisis en esta lucha. En muchos hogares de todos los países, incluidos los de Panamá, no se logra alcanzar las tres principales comidas para lograr una buena alimentación. Muchas familias tienen dificultades para cubrir sus necesidades básicas: el desempleo, la informalidad, el acceso limitado a bienes y servicios, la inflación, los efectos climáticos son algunos de los factores que vulneran una buena nutrición y por ende afectan el bienestar social y la salud de la población. Es sumamente vergonzoso que los líderes mundiales no sean capaces de salvaguardar a su población y garantizar el derecho a la vida. Hay que invertir en medidas preventivas y actuar de manera efectiva a través de políticas públicas reales. Es imperativo alzar la voz cuantas veces sea necesario para alcanzar la seguridad alimentaria. Con hambre no hay progreso, que no se nos olvide.

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