Punto y final a la historia del escribidor. Mario Vargas Llosa falleció el domingo 13 de abril de una neumonía, pero su legado en las letras y la política latinoamericana perdura. El Nobel de Literatura, el Príncipe de Asturias de las Letras y el Cervantes quedan entre sus múltiples galardones y aportes a la literatura mundial. Pero, además, se va una voz vital de la política, un crítico incansable contra las dictaduras en el continente y la corrupción en el sistema de justicia, un defensor del Estado de derecho y de la democracia, a pesar de sus fallas. Un socialista en su juventud y un liberal empedernido en sus últimos años, Vargas Llosa fue testigo de un continente cambiante, de revoluciones, discursos y fórmulas que proponían un futuro mejor. Su triunfo en la literatura fue contrastado con su fracaso en la política. Su derrota en las elecciones de 1990 llevó a Alberto Fujimori al poder en Perú. Quizás en esta derrota se encuentra la lección más importante que deja a las nuevas generaciones: de nada sirve ser un maestro de la palabra si no cuentas conb el apoyo de tu nación. Su ideología liberal puede ser sujeto de discusión, pero su compromiso de luchar por Estados donde cada individuo tenga la libertad de expresarse y de elegir a sus gobernantes es una virtud a la que todos debemos aspirar.

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